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Es
una pena lo fallido que ha salido este loable intento de mezclar en el cine
español el thriller, el drama, la acción y la crítica socio-política bajo un
prisma más internacional y no sujeto a ciertos cánones cada vez que se tratan
algunos temas en el cine ibérico. Un asunto tan candente como el de la
corrupción política esta claro que va a dar bastante juego al cine patrio y así
lo ha entendido un cineasta hábil y con oficio -aunque irregular- como Daniel Calparsoro que ha firmado una
película tan interesante como insuficiente en su resolución. Y es que una trama
tal vez un tanto manida y unos personajes claramente mejorables que no logran
salirse del tópico en ningún momento dan al traste un guión nada desdeñable y
unas pretensiones que lejos del sensacionalismo impostado trazan un despiadado
grito de repulso a la corruptela de los estamentos políticos y a la indefensión
en la que vive la ciudadanía por ello. Utilizando un ilustrativo juego en el
que unos delincuentes comunes al final no parecen tan malos frente a ciertos
policías, militares, banqueros o políticos, la película viene a recordarnos el
país de mierda en el que vivimos y como los malos casi siempre salen ganando.
Pero por desgracia, el filme no atina en presentar todos los elementos como
dios manda y pese a una esforzada factura de cine de género con influencias
tanto del thriller europeo como del western no llega a ser en ningún momento
una película mínimamente memorable. Situada dentro del siempre sugerente subgénero
del cine de atracos, tampoco ayuda una estética que trata de ser torpemente
anglosajona y que con un tratamiento digital de la fotografía a veces efectivo
pero otras veces ridículamente pretencioso, la Valencia en la que se
desarrolla la historia termina pareciéndose cutremente a Gotham City.
Una banda de atracadores casi todos uruguayos y
argentinos -a excepción de El Gallego,
interpretado por Luís Tosar, que últimamente parece especializado en cine de
género- lleva a cabo un atraco con rehenes en un banco en Valencia cuyo real
móvil es un disco duro de ordenador escondido en una caja fuerte que un
político acusado de corrupción dejó allí secretamente. No todos en la banda
saben la verdadera finalidad del atraco, pero el CNI y los cuerpos policiales
parecen muy inquietos por el asunto. El rocambolesco y predecible juego de
traiciones, trampas y conspiraciones se abre paso en la película manteniendo
el interés del espectador pero sin crear
la tensión exigible. Con un buen puñado de actores argentinos (Rodrigo de la Serna- muy convincente pero
excesivo como el líder de la banda- Joaquín Furriel, Luciano Cáceres) y
competentes actores y actrices españoles además de Tosar (Patricia Vico, Raúl
Arévalo, José Coronado, Marian Álvarez, Luís Callejo), Cien años de perdón se queda corto en casi todo y es posible que no
convenza a la mayor parte del público. Por desgracia, el cine español aún no ha
encontrado la manera idónea de hacer cine de género.
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