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Una
de los relatos más apasionantes y conocidos de la historia del deporte, el del
atleta norteamericano Jesse Owens (1913-1980), aún no había tenido su visión
cinematográfica (aunque si la tuvo en los 80 como miniserie de TV), y por fin
su significativa historia- especialmente desde el punto de vista social,
político además claro está del deportivo- llega a la pantalla grande en una
modesta pero sugerente e inteligente película que pone de manifiesto
especialmente el sombrío pasado que vivió la comunidad afroamericana- a la que
Jesse Owens pertenecía- en buena parte del siglo XX además de hacer hincapié
también en todo el esfuerzo que tuvo que hacer un deportista negro para llegar
a ser y además ser reconocido como el mejor sportman de su país en una sociedad
norteamericana que en los años 30 aún consideraba a las personas de raza negra
como ciudadanos de segunda. Los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, en pleno
auge del nazismo, y en donde Owens alcanzó la gloria en forma de cuatro
medallas de oro ante la atónita mirada de Hitler y del nazismo en general, es
el entorno principal en el que se desarrolla esta honesta película que fluye
con versatilidad entre el drama, la crónica de superación, el testimonio
socio-histórico, y pro supuesto, la épica que siempre va asociada a las
historias enmarcadas en el mundo del deporte.
Muy
bien ambientada tanto en el mundo universitario de Ohio de los años 30 (en
donde Jesse dio sus primeros pasos serios como atleta) como en el Berlín de III
Reich, el filme no abusa de los tópicos del biopic - en realidad solo asistimos
a tres años de la vida de Owens, de 1933 a 1936- y sabe retratar muy bien tanto la repercusión
social de la gesta de Owens y todo lo que significó para la sociedad norteamericana
y especialmente para los afroamericanos
como todo el viciado y siniestro ambiente que se vivió alrededor de unos Juegos
Olímpicos diseñados para glorificar a la raza aria y ridiculizar a las “razas
inferiores” y servir como estandarte propagandístico internacional del nazismo,
llegando a condicionar los parámetros en los que se insertó la participación de
EEUU en dichos juegos. Todos esos vergonzantes e históricos momentos están muy
bien recogidos en el filme con escenas conseguidas y casi memorables como
también lo resultan las escenas deportivas, muy bien filmadas y aunque se huya
recurrido presumiblemente a la tecnología digital. El desconocido canadiense
Stephan James está bastante creíble como Jesse Owens y el resto del reparto
cumple con creces incluidas las interpretaciones de varios personajes
históricos como el entonces presidente del Comité Olímpico Estadounidense y
futuro presidente del COI Avery Brundage (Jeremy Irons), el otro hombre fuerte
del Comité americano Jeremiah Mahoney (William Hurt), el ministro de propaganda
nazi y presidente del comité organizador de los Juegos Joseph Goebbels (Barnaby
Metschurat) y la ínclita cineasta oficial del nazismo Leni Riefenstahl (Carice
Van Houten)- nunca tendremos claro la postura final de esta mujer ante el
régimen nazi- que tiene su parcela de protagonismo en este filme. Puede que el
guión adolezca de verdadera emoción y que no se haya explorado demasiado en la
figura del atleta, pero escenas como la del final del filme (que vienen a
ilustrar lo paradójico e hipócrita de la situación que vivió el deportista en
su propio país por su condición racial) confirman que la película cumple con
sus objetivos de crónica de un pasado oscuro en la historia norteamericana.
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