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25
años ha tardado Martin Scorsese en llevar a la pantalla la novela del escritor
japonés Shûsaku Endô, una historia de marcado sentido religioso y filosófico enmarcada
en el Japón del siglo XVII que ya fue objeto de otra adaptación en 1971. Al
igual que en la irregular La Última
Tentación de Cristo (1988) Scorsese se vuelve a aproximar con sentido
crítico pero al fin de cuentas fiel a la religión cristiana, una preocupación
presente en su vida (el mismo quiso ser sacerdote en su juventud), pero si La Última Tentación resultaba tan efectista
como filosóficamente simple en su propósito de establecer un what if de lo que hubiese sido la vida
de Jesús de Nazareth como un hombre más, Silence
se postula, además de por sus valores cinematográficos, como una película con
un discurso reflexivo matizado e interesante que pone en relieve la utilidad el
valor de los ideales y la fe ciega en ellos en entornos más que hostiles que
terminan por hacer cuestionar el valor y la oportunidad de las creencias, en
especial las religiosas, haciendo que la fe misma (en el caso de este filme, la
fe cristiana) se ponga en cuestión y por ende, la esencia y el sentido de la
vida de uno mismo. Sin necesidad de meterse en farragosas disertaciones
teológicas y filosóficas, Martin Scorsese ofrece una historia tan humanista y
sumamente psicológica como cruda y cruel con un sentimiento de epopeya que
enseguida se trunca para mostrar un reverso de realidad bastante incómoda y
cruel todo ello con una puesta en escena austera y muy lograda históricamente -parece
haber sido rodada en el propio siglo XVII- y unas interpretaciones excelentes,
conformando un nuevo gran acierto del veterano director neoyorquino.
Tanto
la película como la novela original están inspiradas en una historia reala
acaecida en la época de la introducción del cristianismo en Japón, llevada a
cabo principalmente por los jesuitas. Dos jóvenes religiosos de la Compañía de Jesús, los
padres portugueses Sebastiao Rodrígues (Andrew Garfield) y Francisco Garupe (Adam Driver) que ejercen de
evangelizadores en Asia, llevan a cabo al búsqueda, mandada por su orden, del
Padre Ferreira (Liam Neeson) el mentor de ambos que se rumorea que ha
apostatado de su fe cristiana y que vive como uno nipón mas en una aldea
japonesa. Dicha búsqueda en varias localidades en donde los cristianos
japoneses viven escondidos y atemorizados de las autoridades del país que no
les dejan profesar su religión y que les obligan a renunciar a ella con amenaza
pena de muerte en caso contrario, termina siendo un viaje dramático y repleto
de horrores en el que ambos jesuitas son testigos de varias atrocidades y en
donde su fe y sus convicciones comienzan a ponerse en duda más allá de que los
propios japoneses traten de hacerles renunciar a ellas a la fuerza. Una
historia sólida y sin concesiones a la comercialidad o a lugares comunes de las
producciones históricas que sabe modular bien su intensidad sin llegar a
aburrir al espectador y maneja magistralmente sus dosis de emotividad y de
crudeza. Puede que a algún espectador le resulte indigesto tanto discurso
teológico especialmente al final, pero de principio a fin a esta película no
hay nada que le sobre. Cine sensible y con mensaje con firma de un director que
ya lo ha dicho todo el la historia del cine.
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