martes, enero 24, 2017

SILENCIO (SILENCE)




 **** y 1/2

25 años ha tardado Martin Scorsese en llevar a la pantalla la novela del escritor japonés Shûsaku Endô, una historia de marcado sentido religioso y filosófico enmarcada en el Japón del siglo XVII que ya fue objeto de otra adaptación en 1971. Al igual que en la irregular La Última Tentación de Cristo (1988) Scorsese se vuelve a aproximar con sentido crítico pero al fin de cuentas fiel a la religión cristiana, una preocupación presente en su vida (el mismo quiso ser sacerdote en su juventud), pero si La Última Tentación resultaba tan efectista como filosóficamente simple en su propósito de establecer un what if de lo que hubiese sido la vida de Jesús de Nazareth como un hombre más, Silence se postula, además de por sus valores cinematográficos, como una película con un discurso reflexivo matizado e interesante que pone en relieve la utilidad el valor de los ideales y la fe ciega en ellos en entornos más que hostiles que terminan por hacer cuestionar el valor y la oportunidad de las creencias, en especial las religiosas, haciendo que la fe misma (en el caso de este filme, la fe cristiana) se ponga en cuestión y por ende, la esencia y el sentido de la vida de uno mismo. Sin necesidad de meterse en farragosas disertaciones teológicas y filosóficas, Martin Scorsese ofrece una historia tan humanista y sumamente psicológica como cruda y cruel con un sentimiento de epopeya que enseguida se trunca para mostrar un reverso de realidad bastante incómoda y cruel todo ello con una puesta en escena austera y muy lograda históricamente -parece haber sido rodada en el propio siglo XVII- y unas interpretaciones excelentes, conformando un nuevo gran acierto del veterano director neoyorquino.


Tanto la película como la novela original están inspiradas en una historia reala acaecida en la época de la introducción del cristianismo en Japón, llevada a cabo principalmente por los jesuitas. Dos jóvenes religiosos de la Compañía de Jesús, los padres portugueses Sebastiao Rodrígues (Andrew Garfield) y  Francisco Garupe (Adam Driver) que ejercen de evangelizadores en Asia, llevan a cabo al búsqueda, mandada por su orden, del Padre Ferreira (Liam Neeson) el mentor de ambos que se rumorea que ha apostatado de su fe cristiana y que vive como uno nipón mas en una aldea japonesa. Dicha búsqueda en varias localidades en donde los cristianos japoneses viven escondidos y atemorizados de las autoridades del país que no les dejan profesar su religión y que les obligan a renunciar a ella con amenaza pena de muerte en caso contrario, termina siendo un viaje dramático y repleto de horrores en el que ambos jesuitas son testigos de varias atrocidades y en donde su fe y sus convicciones comienzan a ponerse en duda más allá de que los propios japoneses traten de hacerles renunciar a ellas a la fuerza. Una historia sólida y sin concesiones a la comercialidad o a lugares comunes de las producciones históricas que sabe modular bien su intensidad sin llegar a aburrir al espectador y maneja magistralmente sus dosis de emotividad y de crudeza. Puede que a algún espectador le resulte indigesto tanto discurso teológico especialmente al final, pero de principio a fin a esta película no hay nada que le sobre. Cine sensible y con mensaje con firma de un director que ya lo ha dicho todo el la historia del cine.   

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