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Con
un no excesivo presupuesto y si mucha honestidad, oficio y ganas de mostrar
buen cine en su vertiente de retrato histórico que además trata de incluir
pinceladas de los avatares y circunstancias de una época significativa (la década
de 1960), se presenta este logrado film que se focaliza en una figura que ha
levantado amplio interés y pasiones entre periodistas, historiadores, cronistas
de lo rosa y público en general: Jacqueline Bouvier, conocida posteriormente
como Jacqueline “Jackie” Kennedy, tal vez la primera dama de EEUU más célebre
de cuantas ha habido y todo un icono de la segunda mitad del siglo XX
(posteriormente se casó con Aristóteles Onassis) , cuya viudedad del asesinado
presidente John F. Kennedy aumentó aún más su aureola mítica. La película, que
sigue una estructura narrativa de flashbacks con una Jackie Kennedy (Natalie
Portman) que va desgranando sus recuerdos ante un escéptico manipulador
periodista (Billy Cudrup) algunos meses después de la muerte de su marido, se
centra en la semana inmediatamente posterior al crimen y como lo vivió- o se
supone que lo vivió- la joven y bella primera dama. Es precisamente la
disección de el estado de shock y las primeras reacciones en el duelo tras la
muerte de alguien querido lo que trata de mostrar este filme presentando a una
Jacqueline que de ser una primera dama no muy convencida de su papel y que no
acababa de estar cómoda en su rol público pese a sus esfuerzos y el amor y la
lealtad a su marido pasa a ser una mujer desencantada y confusa que siente como
todo su tesón no ha servido de nada lo mismo que los ideales de su marido se
han desvanecido con su muerte. Momentos de contradicción, nerviosismo y ansiedad propios de una situación de este
calibre son representados por Natalie Portman con una absoluta credibilidad y
naturalidad consiguiendo una de sus mejores interpretaciones hasta la fecha.
Sin
seguir ningún pedante estilo documental y sin tampoco tratar de hacer ningún
intrincado ejercicio de estilo el realizador chileno Pablo Larraín (El Club, Neruda) en su debut en EEUU consigue una película que si bien
irregular resulta fascinante y en cierto
modo diferente gracias a que la interpretación de Portman tiene tantas aristas
que parece que estamos ante un monólogo tipo Cinco horas con Mario en donde una viuda desgrana toda su vida y las circunstancias
que hicieron todo lo que es a partir del recuerdo de su marido, cuando en
realidad el filme es casi coral con una puesta en escena austera pero totalmente
verista con su época y además con momentos recreacionistas de alto nivel (el
momento del atentado de Dallas, los duelos en la
Casa Blanca y sobre todo la recreación del
especial televisivo en donde Jackie mostró la White House a todos los
norteamericanos, en un soberbio montaje con blanco y negro). Temas tangenciales
como la bipolar relación de la ex primera dama con su cuñado Robert Kennedy
(Peter Sarsgaard) que se antoja como una clave oculta en el personaje de
Jackie, la manera en la que trató de comunicar a sus hijos la ausencia de su
padre o los un tanto tumultuosos preparativos del funeral de su esposo son
momentos que tiene en realidad mayor importancia de la que aparentan. Es un
pena no obstante no poder haber visto esta película en VO ya que el trabajo de
Portman imitando a la Bouvier
se antoja fascinante y por mucho que el excelente doblaje se esmere en captar
el esfuerzo interpretativo de la actriz. Por cierto, también interviene el
fallecido no hace mucho John Hurt en uno de sus últimas actuaciones en el papel
de un sacerdote, una presencia como siempre cautivadora
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