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Ha
sido un taquillazo en EEUU el debut como director del cómico afroamericano
Jordan Peele- bastante célebre en su país- que en lugar de hacer una comedia
como todo el mundo esperaba ha escrito y dirigido (y no aparece como actor) una
curiosa cinta de terror psicológico con un punto de crítica histórico-social
bastante irónico que de alguna manera supone un tirón de orejas a ciertos
tópicos sobre la población afroamericana que aunque parezca mentira aún existen
entre la sociedad estadounidense. El problema es que el público lamentablemente
se quedará con el elemento terrorífico y de suspense- excelentemente trazado,
dicho sea de paso- y a penas dará la importancia merecida a un retorcido y
simbólico análisis de las relaciones a
lo largo de la historia (o en el momento actual, que prácticamente viene a ser
lo mismo) entre los blancos y los negros norteamericanos y todo ese elemento de
amor-odio que siempre ha subyacido. Una historia tan mordaz y crítica como
turbadora y asombrosa que el director, un valor a tener en cuenta, sabe
presentar como una autentica pesadilla siempre focalizándose en el personaje
del protagonista, encarnado por Daniel Kaluuya, y dejando que el espectador
se meta en los zapatos del personaje
viviendo su angustia, su incertidumbre y
finalmente su sentimiento cercano a la locura ante una situación verdaderamente
inesperada y alucinante. Hitchcock, David Lynch o el Roman Polanski de La
Semilla del Diablo
son las referencias en las que se mueve esta película que pese a querer ser un
filme de terror psicológico más autoral que comercial en no pocas ocasiones cae
en tópicos del género de los últimos años -como los sustos fáciles- lo que de
alguna manera termina lastrando las pretensiones de una película que podía
llegar a ser una obra maestra del género si no fuese por esos innecesarios
insertos palomiteros.
Chris
(Daniel Kaluuya), fotógrafo de profesión y en alza, se dispone a pasar unos
días en la mansión de la rica familia de su novia blanca, Rose (Allison Williams).
Sus futuros suegros no parecen tener prejuicios raciales y parecen un
matrimonio encantador, pero haya algunos detalles que a Chris le parecen
inquietantes, como el hecho de que el servicio doméstico de su familia política
esté formado por un hombre y una mujer negros con un comportamiento
desconcertante y unos modales y aspecto
bastante anticuados y que casi todos los vecinos de la rica urbanización
sean Wasps demasiado atentos con él.
La hipnosis a la que le somete su futura suegra para aparentemente dejar de
fumar parece tener otro propósito y pronto el joven se dará cuenta del extraño
mundo en el que se ha metido. Con algunas secuencias sobrecogedoras y momentos
de verdadera tensión la película cumple con creces su propósito de ofrecer
terror psicológico trabajado e inteligente, más echando mano de algunas
creencias del inconsciente popular (americano) que del psicoanálisis de su
protagonista pero al fin y al cabo con un resultado convincente. Aunque lo
mejor es que más que ser una película
para “pasar miedo” es una película para reflexionar sobre algunos aspectos de
la realidad de un país.
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