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Ha
resultado un tanto decepcionante esta adaptación del cómic francés Valerian et Laureline, personajes
creados en 1967 por Pierre Christin y Jean-Claude Mezières protagonistas de
imaginativos álbumes de ciencia ficción espacial que resultaron enormemente
influyentes la historieta fantástica de los 70 (dicen que hasta el mismo George
Lucas tomó nota de algunas ideas para su saga Star Wars). Luc Besson, director galo especializado en el cine de
género con especial predilección por la ci-fi, vuelve a adaptar un cómic de su
país (un filón de obras maestras de la viñeta)
tras Adèle y el misterio de la
momia (2010), pero la cosa no ha salido excesivamente bien a causa de un
ritmo narrativo irregular y dubitativo y al fin de cuentas inadecuado para una
superproducción de ciencia ficción como esta, la película francesa más cara
hasta el momento. Brillan los efectos especiales y sobre todo una fotografía e
imágenes sugerentes y a veces muy bellas especialmente en los compases
iniciales del filme gracias al buen hacer la recreación digital: se nos
presentan planetas de auténtico ensueño, como el paradisíaco Mül y sus
idealizados habitantes humanoides o estaciones espaciales-ciudad tan complejas
como la base Alpha, con un espectacular megatravelling incluido en un momento
del metraje. Esas audacias técnicas - realizadas lógicamente para lucir en la
versión 3D- se quedan en nada cuando la película no sabe estar a la altura de sus
sugerente e interesante argumento y empieza a hacerse farragosa a mitad del
filme, pese a algún momento álgido puntual especialmente en los momentos
finales del metraje. Luc Besson, que había sorprendido con su filme anterior Lucy (2014) ha optado como otras veces
por hacer un producto comercial con la vista puesta en el mercado
estadounidense (huelga decir que la mayor parte del reparto es anglosajón)
aunque y como era de esperar con alguna seña de identidad europea de los
modismos de la bande desineé francesa
en el campo de la ficción científica. En definitiva, todo insuficiente y eso
que se nota que visualmente el prolífico cineasta transpirenaico ha intentado
transmitir su amor por el cómic original con un importante esfuerzo
cinematográfico.
Inspirada
en el álbum El Imperio de los Mil
Planetas (1970), la historia nos cuenta como los jóvenes pero hábiles
oficiales de policía intergaláctica el comandante Valerian (Dane DeHaan) y la
sargento Laureline (Cara Delevigne) se
ven envueltos en una aventura instada a partir de un sueño de Valerian, según
el cual él cree que debe hacerse con una pequeña criatura de un desconocido
planeta paraíso capaz de reproducir unas perlas originales de ese planeta que
según parece poseen una increíble energía. Pero unos extraños acontecimientos
en la base Alpha, una gigantesca nave donde viven millones de seres de
diferentes planetas, harán que las misteriosas perlas y todo lo que en realidad
suponen pronto tomen inusitado protagonismo. A favor de la película se puede
decir que prescinde prácticamente de la
violencia que últimamente se asocia a este tipo de cine y que su puesta
en escena, como hemos dicho, resulta deslumbrante e hipnótica pero a los
actores se les nota perdidos incluidos a los voluntariosos Dane Dehaan y Cara
Delevigne que consiguen cierto carisma y química entre ellos que pese a todo se
encuentra en las antípodas del cómic original. Por el contrario, Clive Owen,
Sam Spruell, Ethan Hawke, Chris Wu o la cantante Rihanna no parecen estar
excesivamente cómodos. Una oportunidad
perdida para reivindicar el cómic europeo de género como material de
primer orden para el cine de entretenimiento.
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