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Una resultona y más o menos eficaz Feel Good Movie que con estructura
principalmente de comedia y elementos
dramáticos y cierto trasfondo realista y social cuenta una parábola sobre
integración, evolución personal y el valor de la amistad por encima de las
diferencias- en este caso generacionales y culturales- basada sobre todo en el
trabajo actoral. Una coproducción británico-húngara rodada en UK que pese a sus
loables intenciones se queda a medio camino de todo, incluido en el de lograr
ser una comedia de calidad, a causa de
un guión demasiado previsible y rutinario.
No obstante, su positivo (aunque un tanto impostado) mensaje no debe caer en saco roto en tanto que
la realidad que describe la historia- si quitamos sus elementos más
comediaticios- es algo habitual en el Reino Unido y salvando diferencias,
también en otros países.
La relación entre Nat Dayan (Jonathan Pryce) el viejo
propietario judío de una panadería y pastelería Kosher que no va bien del todo
y Ayash (Jerome Holder) su nuevo aprendiz, un adolescente africano que lleva en
UK un año y que es propenso a meterse en problemas, es el elemento central de
la película. De la mutua desconfianza
inicial a la complicidad que se va fraguando hay un curioso camino en el
que tiene que ver la difícil situación y la evolución personal del joven Ayash:
trabajando en la pastelería como tapadera para sus trapicheos con cannanbis a
instancias de su “jefe”, el delincuente Victor (Ian Hart) pronto se dará cuenta
de la gran valía personal del viejo Dayan y de su difícil situación personal y
económica acosado por un especulador inmobiliario que quiere hundir su soleroso
establecimiento, por lo que decide ayudarle, de la misma manera que lo hizo con
él. Un vertido accidental de marihuana en la masa de harina llevará a la
elaboración de unos productos que por sus peculiaridades serán famosos en el
barrio y al inesperado nuevo éxito de la panadería, pero lógicamente el engaño
del “ingrediente secreto” no se podrá mantener por mucho tiempo y las amenazas
desde el exterior siguen ahí. Con guiños muy manidos y situaciones muy vistas,
a este filme lo salva su cierta honestidad y la química interpretativa con un
buen plantel de reparto en el que se encuentran bastantes secundarios de toda
la vida de la escena británica (Ian Hart, Phil Davies, Joanna Silverman, Andy
de la Tour) pero
destacando sobre todo el buen hacer del joven Jerome Holder y el siempre
efectivo trabajo de Jonathan Pryce.
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