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A sus 84 años y con su figura seriamente tocada por
las acusaciones de acoso y abuso sexual el sigue a lo suyo haciendo su filme
anual y firmando casi siempre buenas películas. Woody Allen no ha hecho esta vez
ninguna obra maestra y su nueva cinta no tiene ningún viso de convertirse en un
filme memorable, pero muestra a un Allen con capacidad y soltura para conseguir
una comedia romántica creíble e inteligente aunque sea más de lo mismo como
cada vez que el director neoyorquino se acerca a esa género. A Rainy Day in New York aunque (como de
costumbre) ingeniosa en sus diálogos y excelentemente narrada además de no
aportar nada realmente nuevo resulta excesivamente clásica - esto va siendo
cada vez más notable en el maduro Woody Allen- y un tanto deslavazada en su resolución y en
unos personajes de los 2010 que definitivamente le quedan lejanos a Woody, pero
de nuevo nos encontramos con unas notables interpretaciones que de algún modo
sustentan la película y la hacen alcanzar cotas más que convincentes.
Thimotée Chalamet y Elle Fanning, dos jóvenes talentos
con enorme proyección son la pareja
protagonista de esta historia enmarcada en un fin de semana y plagada de equívocos
y situaciones al límite en donde el personaje de Gatsby (Chalamet), un universitario
de buena familia inteligente y arribista pero bastante irresponsable intenta
por todos los medios no perder su reputación con la relación con Ashleigh
(Fanning) una aspirante a periodista decidida e integra pero demasiado
metepatas ya que el muchacho percibe que la joven ni será del agrado de su
familia ni tampoco que al relación será muy tranquila. Diferentes situaciones
imprevistas darán lugar a giros de guión tan divertidos como previsibles para el
espectador. Diego Luna, como un actor hispano que pretende enrrollarse interesadamente
con Ashleigh y Liev Schreiber como un director de cine sesudo en un mal momento
personal son dos de los actores masculinos más importantes del filme
interpretando a personajes que de algún modo consiguen desconcertar a Ashleigh
y meter indirectamente en bretes sentimentales y existenciales a Gatsby,
mientras que Selena Gomez da vida a Chan, un antiguo interés amoroso de Gatsby
que se convertirá en la conciencia del desnortado joven. La vistosa fotografía
de la leyenda viviente Vittorio Storaro y la perfecta puesta en escena dan
empaque a una película que se deja ver pero que no resulta difícil de olvidar. Los
fans más acérrimos de Woody Allen disfrutarán como siempre pero el público en
general posiblemente no comparta el mismo entusiasmo
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