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No le ha gustado nada a Sarkozy ni a muchas otras
personas en Francia. Pero la crítica gala la ha alabado y ha sido seleccionada
por Francia para la lucha por el oscar a la mejor película en lengua no
inglesa. Tenemos un caso claro de excelente película pero incómoda por diferentes
motivos (¿políticos? ¿sociales?) que no deja indiferente a ningún espectador
con su realismo, su crudeza y el uso de la violencia (física y verbal) presentada
no sólo con realismo sino con por desgracia una total credibilidad de cómo funciona
este elemento hoy en día y en alguna de sus maneras más extremas. No se trata
de una adaptación de la obra inmortal de Victor Hugo de la que toma prestado su
título, es una historia original que mediante el juego-homenaje al escritor
trata de mostrar un paralelismo entre la situación social límite de la Francia
de principios del XIX que describió Hugo con la del mismo país en la época
actual en un contexto a priori muy diferente pero con los mismos efectos: la
pobreza y la lucha sin cuartel por la supervivencia. Este filme, con una acción
que apenas se desarrolla en dos días, muestra la realidad de los suburbios y
guetos parisinos en donde las mafias y la delincuencia están a la orden del día
y en donde la propia policía ejerce la ley de un modo demasiado sui géneris
involucrándose con diferentes trapicheos, caciqueando todo lo que puede, y
ejerciendo un trato cruel y despiadado con los habitantes de las zonas humildes
en donde tampoco falta la violencia más salvaje e injustificada. Los más jóvenes
de estos barrios marginales son las víctimas de esta espiral de violencia entre
la delincuencia organizada y la brutalidad policial, un entorno en el que no
les quedará más remedio que practicar el mismo sistema.
El mensaje de la película es complejo en al medida que
presenta la retroalimentación del mundo de la delincuencia marginalidad con el
de la corrupción de muchos gendarmes y es difícil saber con que carta se queda,
pero esa es una de las muchas habilidades de un guión prácticamente perfecto
que sabe conjugar el verismo social y el estilo más o menos documental con los recursos del cine convencional
incluyendo la tensión y el suspense (y por que no, el cine de acción) en sus memorables minutos finales, un
despliegue de adrenalina que curiosamente no puede ser más terrorífico y real. Ladj
Ly, un director de origen africano que sabe lo que habla en esta película adaptando
un antiguo cortometraje suyo ha firmado un filme impactante, absorbente y brutal
que le catapulta como un realizador a
tener en cuenta y quien sabe si con futuro en Hollywood. El realizador ha
querido hacer un filme en donde se muestran los orígenes y razones de actos de
violencia callejera en Francia con el propósito expreso de hacer reflexionar a
la clase política, un fin tan valiente como difícil, claro. La historia se abre
con la llegada a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia de la policía de París
de Stéphane Ruiz (Damien Bonnard) un joven policía de orígen sudaméricano que en
su primer día ha de acompañar a dos gendarmes expertos en la materia, el
arrogante y chulesco Chris (Alexis Maneti) y el aparentemente más calmado Gwada
(Dojbril Zonga) un agente de origen africano. En un barrio conflictivo de París repleto de
interculturalidad (africanos subsaharianos, árabes, gitanos, latinoamericanos) el
robo de un cachorro de león de un circo desemboca en una investigación por parte
de la policía que poco tiene se sutil y en donde los niños y adolescentes de la
zona parecen tener un importante papel. Las cosas no tardarán en salirse de madre
debido al polvorín circundante. Al final uno se queda con al sensación de que ha
visto una película demasiado real y en donde por desgracia no hay mucho lugar
para la esperanza, pero también con la sensación de haber presenciado un
peliculón
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