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Si bien es bastante difícil aseverarlo debido a la
peculiaridad de su filmografía, es posible que Ken Loach haya firmado una de
sus mejores películas. El cine denuncia del veterano director británico nunca
había sido tan rugosamente dramático como en esta ocasión, pero al mismo tiempo
no se había presentado tan variable y plural en su discurso y planteamiento con
cierta vocación de llegar a un público más crítico con obras de este tipo,
aunque sin renunciar a su finalidad de protesta social. Además es notable un
mayor dramatismo en todos los recovecos de la historia que la hacen una
experiencia tan poco confortante como necesaria; se puede decir que en este
film Paul Laverty, guionista habitual de Loach, ha llevado a cabo su obra maestra
haciendo que su realismo cotidiano social conecte con una crítica más genérica
a los vicios de la sociedad actual (la incomunicación en la era del móvil, la
preferencia por las soluciones violentas, el individualismo, la falta de
perspectivas de al juventud actual, la cultura del odio por las razones más
inverosímiles) presentando estos como el contexto inevitable en el que se
produce el contexto de esta historia: la desestructuración familiar por la
precariedad del empleo.
La
historia nos presenta a Ricky (Kris Hitchen) un mancuniano residente en Londres
que junto con su esposa Abby (Debbie Honetwood), que trabaja como cuidadora a
domicilio, ha intentado sacar adelante a su familia con dos hijos de 16 y 11.
Ricky, que se encuentra sin empleo, decide
emplearse como repartidor de correos en furgoneta para una franquicia, en
empleo teóricamente autónomo que en realidad no es tal ya que depende de los
horarios y condiciones de una compañía. La furgoneta que compra el protagonista
hipoteca económicamente a la familia y le quita tiempo en casa mientras que
Abby lidia con su sacrificado y mal remunerado empleo. Por si fuera poco, el
hijo de la pareja, Seb (Rhys Stone) es un chaval problemático al borde de la
expulsión escolar. Los problemas que va experimentando Ricky con su nuevo
trabajo y los conflictos con su jefe a causa de las exigencias de una situación
de empleo mal planteada empiezan le a minar moralmente, al tiempo que todo
lleva a agraviar los conflictos familiares de una manera atroz especialmente
los relacionados con Seb. Una pesadilla que en la película se describe de
manera verista, amarga y clara como cabe esperarse en Ken Loach. La Incómoda
rotundidad de su resolución final deja bastante tocado al espectador, algo que
el filme intencionadamente busca. Un nuevo
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