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Resulta sorprendente que un filme de estas características
este siendo un Blockbuster en taquilla. Aunque esta claro que estamos ante una
obra maestra que por ahora constituye lo mejor de la cinematografía de ese superdotado
cineasta que es Sam Mendes no es este precisamente un film muy comercial: una
cinta bélica, ambientada concretamente en la I Guerra Mundial, rodada insólitamente
en teórico plano secuencia, con escasas escenas de acción, narrada a tiempo real,
nada de efectos especiales cargantes (los esperables sin embargo en el cine de
guerra) y sin estrellas de relumbrón. Estamos ante un loable ejercicio de realización
con cierto tono experimental aunque con orientación mainstream que el director consigue
saldar con solvencia y maestría ofreciendo una historia en lo que más destaca
es precisamente su condición de drama en toda regla. Mendes bebe estilísticamente
del Kubrick de Senderos de Gloria, de
Sam Peckimpah, de Coppola y por que no, de John Ford (vaya referencias
magistrales) y discursivamente del antibelicismo de Dalton Trumbo y de una vez
más, de Stanley Kubrick, para firmar una película bélica donde el clasicismo cinematográfico
se funde con una desmitificación estilística contemporánea del género todo ello
marcado por una manifestación de repulsa a los desastres de la guerra. El
estilo documental y verista no falta en este filme en donde el espectador
asiste casi en primera persona gracias a un plano secuencia que en realidad no
es tal (las habilidades del montaje ha hecho que lo parezca ya que sería
imposible dirigir un filme así) a las tribulaciones de dos cabos del ejército
inglés que en el frente francés contra Alemania deben llevar un importante
mensaje al coronel de un batallón británico
que pretende atacar a los alemanes ignorando que estos les van a tender una
emboscada que puede costar muchas vidas entre los ingleses. Una carrera
desesperada es la que tiene que vivir los jóvenes cabos Schofield (George McKay)
y Blake (Dean-Charles Chapman) luchando contra el tiempo, contra los alemanes, y
contra sus propios miedos penetrando en tierra de nadie cerca de las líneas
enemigas.
Un filme así requiere de un esfuerzo técnico enorme y
Sam Mendes ha conseguido que todo funcione a la perfección ofreciéndonos un
espectáculo deslumbrante. Crudeza, realismo, melodrama y sobre todo una visión
realista de la guerra realzada por un diseño de producción más que excelente
que supone todo un retroceso en el tiempo hacia la Gran Guerra. Los dos jóvenes
protagonistas han hecho un trabajo excepcional en todos los planos, incluido el
físico, secundados por intérpretes británicos más conocidos como son Colin Firth,
Mark Strong o Benedict Cumberbatch cada uno apareciendo en los tres momentos
angulares del filme (inicio, mitad y final) además de significativos otorgando
una curiosa estructura a la historia. Puede que gran parte del público haya creído
que va a ver otra cosa ya que se ha dicho que este filme es deudor de la puesta
en escena del videojuego pero bienvenida sea una audiencia más joven que por
fin tiene contacto con el cine con mayúsculas. Una joya que es seria aspirante
a ser triunfadora en los Oscar.
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