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Incomprensiblemente se ha tardado 7 años en estrenarse
en España una cinta que desde su aparición en 2013 se ha convertido en una
pequeña pieza de culto dentro del género de ciencia ficción por lo inusual de
su factura y su aspecto formal. Una coproducción entre EEUU, RU y Suiza que ha
recibido numerosos premios y el halago de la crítica pero que diferentes
problemas de distribución han propiciado su tardío estreno en nuestro país. Jonathan
Glazer, un director forjado en el videoclip (Radiohead, Massive Atack) realiza
un sorprendente trabajo tomando como base visual una atmósfera sedante y casi hipnótica
con contados diálogos y sonido al mínimo en no pocos momentos y curiosas imágenes
con puesta en escena combinando el realismo más documental (algunas escenas en
la calle están tomadas al natural y con cámara oculta) y el onirismo más irreal
en artys momentos filmados con pulcro
gusto estético. Scarlet Johannson es la protagonista absoluta como una alienígena
que aterriza en Escocia adquiriendo forma humana y que parece buscar “alimentarse”
de varones humanos de una forma cuanto menos aparentemente peculiar a los que
antes ha seducido. Una excelente interpretación la de la actriz norteamericana que
lleva todo el peso de la bizarra historia apareciendo, desapareciendo,
maquinando en silencio y fascinando tanto a los personajes masculinos como al
espectador. Ciertamente el guión de Glazer y Walter Campbell parece tomarse varias
libertades con respecto a la novela de Michael Faber en la que se basa, pero el
resultado es deslumbrante.
Aunque se atisban influencias en esta película tales
como las de David Lynch o Denis Villeneuve, la película consigue un look y una
factura singular principalmente por la contraposición de realismo/fantasía y
por la contención de los momentos más irreales y el no abuso de los efectos
especiales, reducidos al mínimo. La parábola sobre la sexualidad femenina y la
venganza del género femenino frente a lo dominante y a veces brutal de la
sexualidad masculina y en definitiva cierto mensaje feminista son a primera vista
los temas del filme, pero su presentación entre lo metafórico, lo poético y lo
extravagante resulta sanamente desconcertante para los amantes del buen cine más
intrincado. Detalles inquietantes, momentos a priori descontextualizados,
personajes y situaciones sin explicación aparente y una enorme voluntad por hacer
romperse la cabeza al espectador son argumentos tan apasionantes como difíciles
a veces de digerir para hacer un gran filme que trata de ir más allá de
cualquier convención. La idea de mezclar a una extraña joven a veces presentada
como una diosa y otras como una muchacha real con personajes salidos de filmes
de Ken Loach es una idea brillante en su excentricidad, como otras en esta película.
Actores amateurs secundan a la actriz estadounidense, entre ellos el ya profesional
Adam Pearson, un valiente actor con el rostro desfigurado por
neurofibromatosis. Una película que debe verse cuanto antes ya que en el momento
actual se está exhibiendo muy limitadamente
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