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Intento de hacer ciencia ficción inteligente y con mensaje que se queda a medio camino de una obra redonda por culpa de un desarrollo de guión un tanto gélido y con interesantes premisas de las que no llega a explotar casi ninguna. Utilizando el recurso de la invasión extraterrestre y bajo el ropaje de política-ficción la película podría ser más interesante si estuviese disfrazada de trampantojo de serie b y lo cierto es que estamos ante una película de presupuesto limitado pero se toma demasiado en serio y para colmo ese tono no es constante ya que con facilidad se salta de la distopía política con tintes dramáticos al cine de acción (aunque aquí acción en realidad haya la justa) o al thriller bélico más tópico. Eso si, la película se esfuerza en tener su moraleja y en mostrar su parábola de lucha contra un poder dictatorial además extraño al entorno cercano (en este caso seres extraterrestres que invaden la tierra y la someten con al colaboración de un amplio sector terrícola) aunque al final no sea más que un pretexto para centrarse en una historia de los vaivenes de un movimiento de resistencia y todas sus cuitas y avatares internos tomando como referencia el personaje central del joven Gabriel Drummond (Ashton Sanders), un muchacho de Chicago que quiere continuar el legado de su hermano mayor, el miembro de la resistencia desaparecido Rafe (Jonathan Majors) al tiempo que es tutelado y vigilado por un antiguo conocido ahora colaborador de los alienígenas, el comandante William Mulligan (John Goodman)
Las referencias históricas a la invasión nazi en Europa (especialmente en Francia) y la lucha entre colaboradores y resistentes es más que evidente, aunque en ese sentido la fuente de la analogía es tan manida que hace que todo sea más o menos previsible en el desarrollo de ciertos aspectos de la historia. Los extraterrestres, que son llamados “legisladores” y son idolatrados por los colaboracionistas viviendo un hábitat oculto subterráneo que los humanos tienen que construirles, tienen la apariencia de insectos gigantes y sus intenciones no son claramente especificadas: otro recurso tomado del lore de la ciencia ficción que no lleva a ninguna parte. Pero sería injusto no reconocer en Nación cautiva su efectivo manejo e los tiempos y el montaje, su sugerente estilo visual realista y callejero, el buen hacer de sus intérpretes, su maestría a la hora de elaborar la inquietud ante la distopía y lo efectivo de ciertos momentos, aunque se eche en falta emoción y credibilidad. El cómic y la literatura de ciencia ficción (aquí habría que citar a autores como Alan Moore o Philip K. Dick) son referencias correctamente manejadas que harán las delicias de los amantes de la ficción científica, el público que más disfrutara con este filme. El resto tendrá opiniones encontradas
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