****
La filmografía de Fernando Trueba puede que sea más irregular
de lo que suele parecer si se lleva a cabo un frío análisis de cada una de sus
películas, pero cuando el veterano realizador madrileño hace una buena película
esta siempre resulta una obra excepcional en todos los sentidos. En los últimos
tiempos con un pie en España y otro en las Américas, Trueba demuestra que las
coordenadas geográficas y culturales no suponen ninguna barrera para él y esto
bien se ve en esta coproducción hispanocolombiana que nos cuenta una historia
real entroncada con la Historia reciente de Colombia tratada con mimo y cuidado
por lo altamente sensible de su material de partida. Basada en la novela-recuerdo
del escritor y periodista Héctor Abad Faciolince sobre los últimos años de su padre el médico, profesor
y activista social Héctor Abad Gómez, El
olvido que seremos es un filme tan cálido e intimista como cruel en algunos
momentos y sobre todo rotundo en su planteamiento de reivindicación de una
persona injustamente tratada en su país en un momento político y social
convulso en Colombia (años 70 y 80 del siglo XX) que terminó asesinada por
paramilitares. Fernando Trueba como director y su hermano David como guionista
han plasmado estupendamente -en palabras del autor del libro y personaje también
de esta película- una historia de sentimientos de amor paternofilial (el que el
joven Héctor sentía por su admirado padre), de lucha por unos ideales insipirados
precisamente por el amor a las personas, y de maduración personal: la que el
hijo de Héctor Abad Gómez experimente bajo la sombra de su padre y de la triste
realidad de su país, algo que el personaje central de esta historia siempre
quiso cambar.
Ambientada en dos periodos diferentes de tiempo (principios
de los 70 rodados en color y mediados de los 80 filmados en blanco y negro) la
película desde el punto de vista narrativo transcurre impecablemente siempre
bajo la visión de Abad Faciolince, primero como un niño (Nicolás Reyes) y después
como un joven adulto (Juan Pablo Urrego). El doctor Abad, patriarca de una familia
numerosa de Medellín más o menos acomodada, no esta muy conforme con su sueldo
como profesor universitario pero trata de sacar adelante a su prole e
inculcarle sus valores mientras intenta llevar a cabo proyectos de salud pública
para los barrios más desfavorecidos de la ciudad y denuncia la poca atención
que los pobres reciben de los poderes del estado lo que le granjea mala fama entre
las esferas más conservadoras que le llegan a tachar de comunista. La figura de
Abad va evolucionando en su grado de compromiso con su sociedad ante la atenta
mirada del pequeño “Quiquín”, quien en un principio parece mantener sentimientos
encontrados hacia su padre pero que finalmente terminarán sublimándose. La interpretación
de Javier Cámara merece mención aparte ya que es notorio el esfuerzo del intérprete
riojano por parecerse al médico medellinense y plasmar todos sus matices, con
el esfuerzo añadido que ha supuesto calcar
el acento colombiano. Cámara se adueña de la película y ofrece momentos de
emotividad nada sentimentaloides y si muy efectivos secundado por un reparto
muy eficaz en su mayoría de intérpretes jóvenes como los que dan vida a los
hijos del protagonista, destacando obviamente los dos actores que interpretan al
joven Héctor en especial el pequeño Nicolás Reyes que atesora muy buenos
momentos.
Aunque a veces a los hermanos Trueba se les va un poco la mano en cuanto a lo sentimental en algunos momentos, el guión es un buen ejemplo de cómo se puede hacer un filme intimista sin exceso de almíbar y sin rehusar a mostrar (dignamente) momentos muy trágicos, y como se puede trazar una historia de reivindicación sin caer en el panfleto. Sin renunciar a elementos poéticos e incluso artys, la película resulta creíble y cercana en todo momento y consigue la complicidad emocional del espectador desde el primer instante, algo que no es nada sencillo. El olvido que seremos es un filme que cumple sus objetivos y nos regala más de dos horas de buen cine con una historia conmovedora que resulta un bello canto al amor entre padres e hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario