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La razón por la cual se ha hecho una muy tardía secuela de Top Gun (bajo, como no podía ser de otra manera, los auspicios de Tom Cruise) no es otra que la de la nostalgia, y esto se puede percibir de principio a fin de una película que poco aporta a aquel clásico ochentero que sin ser ninguna maravilla supuso un estéticamente interesante filme de acción que además marcó a una generación de por entonces jóvenes espectadores, puso de moda el cargante subgénero de cine de academias militares y, por supuesto, lanzó al estrellato a su protagonista. 36 años después Cruise retoma el personaje de Pete “Maverick” Mitchell en un filme que prácticamente recurre a la misma fórmula que el anterior con su prota más maduro, responsable, sabio y tal y tal pero básicamente tratando de transmitir el mismo ímpetu y rebeldía del joven Maverick sin demasiada credibilidad. Un deja vu que solo consigue una película mediocre salvada a veces con momentos de lucidez como sus espectaculares escenas áreas (más logradas que en la Top Gun original) y hechas además analógicamente- al menos eso se dice- y algún apunte dramático. Por lo demás, la consabida americanada militarista ya conocida marcada por un guión-cliché flojísimo en donde la premisa de los enemigos rebeldes (¿tambien americanos?) es para mondarse de risa por lo bizarramente increíble que resulta. Eso si, hará taquilla.
Puede que de haber sido dirigida por Tony Scott (el director de la primera entrega fallecido en 2012) hubiésemos tenido otra cosa como mínimo más seria ya que un director del montón como Joseph Kosinski no se ha mostrado capaz de ofrecer algo más que el consabido despliegue de adrenalina de acción. Y tampoco ayuda demasiado un reparto que aunque voluntarioso lidia con personajes que no dan más de si, aunque el propio Tom Cruise se muestra muy seguro y convincente en el rol que el catapultó haciendo que el publico se encariña una vez más con Maverick, aquí un eterno capitán que no ha hecho carrera militar por su indisciplina y cabezonería que tiene que lidiar como instructor con un nueva generación de top guns ante el recelo de sus superiores. La baza dramática la juega el personaje de “Rooster” Bradshaw (Milles Teller), el retoño del Goose de la primera parte y miembro del nuevo escuadrón de Maverick cuyo choque con el protagonista se venía venir. Por otra parte la presencia de Jenniffer Connelly como Penny, un nuevo personaje antiguo amor del protagonista, no pasa casi de lo anecdótico como también el reducido papel de Ed Harris; algo que no se puede decir de la aparición de Val Kilmer repitiendo su papel de Iceman ahora un almirante aquejado de cáncer (como lo tuvo el actor en la vida real y que le ha quitado el habla), uno de los mejores momentos del filme. Pero por lo demás, más y más de lo mismo, aunque como ya se sabe este tipo de películas encantarán a los más acérrimos seguidores del cine bélico y de acción. Hasta repite también en la BS Harold Faltermeyer ayudado por todo un Hans Zimmer sin que la música logre desprenderse de cierto halo ochentero revisionista (hasta vuelve al sonar el Danger Zone de Kenny Loggins). Y es que gran parte del cine comercial de los ochenta funcionó e incluso ha envejecido bien gracias a que fue un hijo perfecto de su tiempo, pero intentar revitalizarlo cuatro décadas después recurriendo a lo mismo es bastante estéril.
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