**** y 1/2
La España rural en su vertiente más negativa; oscura,
siniestra, irracional, salvaje, absurda. Mucho se ha escrito sobre la barbarie
de la España profunda y ha inspirado notables obras de ficción en cualquier
medio y es que el salvajismo rural forma parte de la cultura española y de su
historia. Resulta plenamente creíble por ello el argumento de esta película dirigida
por Rodrigo Sorogoyen en lo que es hasta el momento su mejor trabajo, un argumento
basado libremente en hechos reales (el crimen de Santaolalla) en donde con una
estructura y hechuras de western (idóneas para la historia que narra) nos
sumergimos en una alucinante mixtura de elementos psicológicos, thriller y drama
que da resultado prácticamente un filme de terror. Terror, si, pero no hay ni
asesinos slasher (aunque si un asesinato), ni elementos sobrenaturales, ni
criaturas monstruosas, ni tan siquiera sangre: lo que da miedo es la realidad,
una realidad cotidiana y que tiene al propio ser humano como la gran amenaza
para otros de especie, un ser humano corroído por el odio, la codicia, la
ignorancia, la violencia, al envidia y en definitiva lo peor de si mismo. As Bestas retrata muy bien las bajezas del
Homo Sapiens enmarcándolas en un entorno apartado de la “civilización” (en este
caso una remotísima aldea de la montaña ourensana) en donde se enaltecen y
terminan por mostrar su poder destructor. La metáfora presentada en el prólogo
de la película, por otra parte, mostrándonos la polémica “Rapa das Bestas” adquiere
su significado en una escena clave del filme constituyendo la esencia del mensaje
del filme.
El excelente guión escrito por Sorogoyen e Isabel Peña,
sin desdeñar los otros géneros que antes hemos mencionado, aprovecha enormemente
las potencialidades del western en su vertiente más metafórico-esquemática: forasteros
que son ciudadanos honestos contra intransigentes (y asilvestrados) lugareños que
harán todo lo posible por desbaratar sus (honrados) planes y expulsarlos
llevando todo a una espiral de odio y violencia aunque en realidad poco hay de explícitamente
violento en esta cinta (y se agradece). El escenario es una perdida aldea
gallega en pleno monte en donde desde hace un año un matrimonio francés de
mediana edad, Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Fois) lleva instalado con
el fin de instaurar una gran huerta ecológica y restaurar unas viviendas abandonadas
para crear negocio de turismo rural, pero tanto sus propósitos como el hecho de
no haber accedido a que una empresa de energía instalase en la zona un parque eólico
e impidiendo así el enriquecimiento de la aldea a ojos de los escasos vecinos,
les ha hecho ganar el odio de los locales, especialmente de los hermanos
ganaderos Xan (Luis Zahera) y Lorenzo (Diego Anido). Pero incluso el hecho más
trágico no parece que vaya a cambiar las
pretensiones y los sueñas de los visitantes, cuyo idealismo y fidelidad esta concentrado
en el personaje de Olga, una mujer coraje cuya actitud ante lo trágico parece
desconcertante pero en realidad tiene toda su profunda justificación.
Unas interpretaciones de enmarcar - los intérpretes galos están formidables mientras que Luis Zahera hace una composición merecedora del Goya- otorgan muchísima credibilidad a un filme que pretende ser inmediato, creíble y real, algo conseguido por su tono antropológico y naturalista, tomado sin duda del mundo gallego de Pardo Bazán, Valle Inclán o incluso el Cela de La Familia de Pascual Duarte. Y por supuesto, ahí están cosas como Solo ante el peligro o por que no, Perros de Paja. Un filme apasionante y rico que ya es uno de los mejores realizados en España en 2022.
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