jueves, mayo 18, 2023

20.000 ESPECIES DE ABEJAS

 


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Triunfadora en el Festival de Málaga y con el Oso de Plata de la Berlinale a la mejor interpretación protagonista para la debutante de 8 años Sofía Otero, 20.000 Especies de Abejas esta siendo la más agradable sorpresa del cine español en lo que llevamos de año. Una historia basada en la mirada infantil dentro de un entorno de adultos que pululan alrededor de los niños en un principio casi ajenos a su visión del mundo o de alguna situación concreta es algo que bien tratado suele devenir en un relato maravilloso y en eso como bien es sabido el mundo del cine no ha sido ajeno: serían muchas las referencias pero si tuviésemos que quedarnos con una como referencia más o menos inmediata a este filme ahí está El Espíritu de la Colmena (1973) de Víctor Erice. En 20.000 Especies de Abejas además de recurrir a la metáfora del mundo de estos insectos (y esta vez no solamente en el título) no son pocas las concomitancias con aquella obra maestra de los 70, empezando por el intimismo casi poético de la visión de una niña, aunque aquí el elemento costumbrista tiene un papel mayor; pero lo más importante es que este es un excelente filme con personalidad propia y que además toca de forma muy convincente la situación y problemática de los niños y niñas transgénero desde el antes comentado prisma lírico e intimista pero sin despegar los pies del suelo.

El debut en el largo de Estíbaliz Urresola Solaguren no ha podido ser mejor y confirma el momento de gracia en el que se encuentran las realizadoras dentro del cine ibérico y también el extraordinario momento del cine vasco. El guión firmado por la propia Urresola es inteligente, deslumbrante y sólido no dejando prácticamente ninguna puntada sin hilo dentro de un contexto realista y costumbrista presentado con un realismo exorbitante que refuerza los momentos de mayor intensidad dramática, dispuestos en la historia de manera muy meditada y siempre teniendo como epicentro a su pequeña protagonista. Aitor junto con sus dos hermanos y su madre Ane (Patricia López Arnaiz, una vez más excelente) pasa el verano en el pueblo de la madre de Ane (Itziar Lazkano), pero lo que en un principio debiera ser un verano feliz no lo esta siendo para él ya que no se siente niño: en realidad es una niña, que comienza rechazando su nombre de nacimiento para ponerse primero el más neutro y ambiguo Cocó y posteriormente el nombre por el que quiere que la llamen: Lucía. Lógicamente no serán días fáciles para ella por la incomprensión de amigos, vecinos e incluso de su propia abuela, que ve en ella una obra fracasada más de su poco apreciada hija, una mujer también llena de dudas y contradicciones.  La apicultura, el arte de la escultura en cera y todo lo relacionado con las abejas en general es un elemento simbólico que sobrevuela el filme y que tiene en el personaje de la tía abuela, interpretada por Ane Gabarain, su catalizador.

Y obviamente hay que referirse al grandísimo trabajo interpretativo de Sofía Otero, quien borda su complicado papel (es una niña que interpreta a una niña que ha nacido con cuerpo de niño) y que consigue adueñarse con su encanto de la película irradiando la mezcla perfecta de inocencia, melancolía y miedo infantil con momentos dramáticamente casi perfectos.

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