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Se
echaba en falta películas como Argo,
todo un ejercicio de buen cine: fluctuante entre varios géneros, un guión
inteligente y sólido, y una intencionalidad divulgativa y documental completa y
sin fisuras entre la denuncia y la crónica histórica épica. Y es que el tercer
filme del actor Ben Affleck como director es un peliculón que sin ser una total
obra maestra sabe ofrecer un relato apasionante, muy matizado y con multitud de
registros. Basado en un suceso real acaecido en 1979-1980 perteneciente a los
archivos de la CIA y desclasificado en
1997, Argo cuenta un rocambolesco
capítulo en la historia de la política exterior de EEUU con la famosa crisis de
la embajada de Irán de 1980 como telón de fondo, cuando seis de los rehenes
hechos por iraníes partidarios de los ayahtolas que irrumpieron en la embajada
reteniendo a 52 funcionarios estadounidenses, lograron huir refugiándose en la
residencia del embajador de Canadá. Tony Mendez (el propio Ben Affleck), un
agente de la CIA, se puso al mando de la complicada misión del Gobierno
norteamericano para devolverlos a EEUU sin que la vida de estos seis refugiados
- cuatro hombres y dos mujeres- corriese peligro en un entorno totalmente
hostil a USA. La tapadera- el auténtico McGuffin de la película- fue cuanto
menos pintoresca: hacer pasar a los seis refugiados como el equipo de rodaje de
una película inexistente (una producción de ciencia ficción, concretamente) que
debía regresar a EEUU tras haber estado buscando localizaciones en Teherán.
Obviamente, esto era un material de órdago para hacer una buena película y así
lo entendió Affleck, con un resultado que no ha defraudado en absoluto las
expectativas.
Argo apuesta por una crónica lineal y un guión claro y conciso para mostrar
con precisión y detalle la crónica de unos acontecimientos reales mostrándonos
además con maestría todas las claves y hechos fundamentales del mismo sin
ningún adorno dramático accesorio. Una puesta en escena espectacular y un ritmo
absolutamente perfecto que sabe conjugar a la perfección la tensión, el
dramatismo y los apuntes realistas consiguen elevar a la excelencia a una
película que pese a su tono predominante de thriller-drama no rehúye de
elementos de comedia, sátira, denuncia, y por supuesto de crónica histórica,
esto último con marcado tono documentalista incluyendo reconstrucciones exactas
de imágenes reales de archivo cuando no se emplean en algunos momentos imágenes
documentales de los acontecimientos de 1979-1980. La película además se
ramifica genialmente en varias direcciones narrativas: la planificación de la
trama desde los cuarteles de la CIA y el gobierno norteamericano, la situación
de los seis estadounidenses en la embajada de Canadá en Teherán, el fresco sociológico
del nuevo Irán islámico de Jomeini con odio visceral al depuesto Sha y a EEUU,
y como nota comediática el retrato entre crítico, cínico y cariñoso que se hace
del mundillo de Hollywood, representado por los personajes reales del aclamado
maquillador de efectos especiales John Chambers (interpretado por John Goodman)
y el productor Lester Siegel (Alan Arkin), ambos claves en la trama de rescate
poniendo su espíritu de embaucadores y fabricantes de ilusiones a favor de una
buena causa: en ese sentido, el homenaje a Hollywood y al mundo del cine en
general es claro y con un mensaje de lo más estimulante como es el poder de la
fabulación.
Ben
Affleck se está postulando como un gran director y es muy posible que en el
futuro nos regale otras películas valiosas aunque sea a costa de sacrificar su
carrera como intérprete. Y mientras tanto, Argo
es una de las películas que más merece la pena ser vista de las que actualmente
se encuentran en cartelera.
Entretenida, con ritmo, a la vieja usanza, también previsible y superficial, 'Argo' sin embargo es una prueba más del talento narrativo de Affleck. Un buen rato de cine, que es mucho, pero tampoco nada más. Saludos!!!!
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