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Es
una lástima que un filme que según parece retrata de una manera muy fiable la
realidad de los viajes especiales y de la profesión de astronauta no sea una
película redonda a pesar de su perfección técnica y de una historia sugerente y
con gran interés. Ahora que se ha puesto tan de moda el cine de astronautas más
o menos realista y con pocas dosis de ficción científica (véase Interestellar o Gravity) esta adaptación de la novela de Andy Weir, filmada por un
Ridley Scott que últimamente dirige con más frecuencia que Woody Allen,
prometía ser una película más o menos definitiva en ese campo (confiando sobre
todo el oficio de Mr. Scott aunque el hombre ya no da para mucho) pero se queda
a medio camino de casi todo. Muy bien
filmada, con excelentes efectos especiales y diseño de producción y con una
suntuosa fotografía de Darius Wolski The Martian plantea una interesante premisa al situar a un
astronauta “náugrago” en Marte tras una fallida misión científica en plena
lucha por la supervivencia en un planeta desértico y con los recursos limitados
en el tiempo que contiene su nave espacial averiada. Así mientras sus cuatro
compañeros emprenden el largo viaje de regreso a la tierra convencidos - al
igual que todo el mundo en el planeta azul- de que está muerto como
consecuencia de una tormenta de arena marciana que le hizo “desaparecer”, el
valiente Mark Watney (Matt Damon) no escatimará recursos en cultivar vegetales
y producir agua en pleno planeta rojo mientras trata de comunicarse con la
tierra para advertir su situación. En resumidas cuentas, una sugerente historia
de supervivencia ci-fi que sin embargo no sabe aprovecharse muy bien a si
misma.
Pese a que el trabajo del largo reparto es más que correcto- destacando la bella gran actriz en alza Jessica Chastain como la comandante de la misión a Marte-, el trabajo de documentación y asesoramiento para reproducir con fidelidad el mundillo de la NASA y de los viajes espaciales es encomiable y la recreación digital de un hermoso Marte es espectacular, el argumento no se encuentra a si mismo, el ritmo de la historia no parece el adecuado y toda la subtrama de los despachos de la NASA huele a telefilme y a tópicos del cine comercial. Hay buenos momentos sin embargo - especialmente en los últimos compases del filme- y recursos dramáticos muy bien llevados, elementos que hacen que la película pueda mantener el interés del espectador en todo momento, pero no hay ni emoción ni aristas que hagan salirse a al película de un filme que simplemente se limita a cumplir el expediente. Ridley Scout, que ya revolucionó la space opera con su legendario Alien (1979) ya ni se ve cómodo en la ficción científica pese a que filmes como Prometheus (2012) resultasen más que interesantes. Por cierto, Scott va a volver de nuevo al universo Alien como en aquella película, pero al verdad es que conviene no hacerse muchas ilusiones
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