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y 1/2
La
ganadora sorpresa de este año al Oscar a mejor película ha logrado algo que
hasta hace no muchos años parecía imposible, que una película independiente,
con un director afroamericano (Barry Jenkis, un nombre a tener en cuenta) y un
argumento centrado en la marginalidad, la delincuencia, y el drama de las
clases desfavorecidas en toda su crudeza con el sempiterno fantasma de la droga
como telón de fondo, unas pinceladas de romance homosexual y todo con un
reparto casi exclusivamente de raza negra consiga ser considerada por la Academia como la película
del año. Pero es que un drama de alto calibre como este no merecía peor suerte
ya que, efectivamente, se trata de unas de las mejores películas estrenadas en
EEUU en 2016 y además no sólo triunfa en su propósito de ofrecer un drama
relista urbano con tintes de retrato generacional (la realidad de muchos
jóvenes afroamericanos de zonas marginales) y biográficos (es una historia
centrada en los 30 primeros años de la vida de un personaje), sino que logra
con convicción acercarse a los cánones del cine mainstream en su versión
dramática con lo cual su público potencial no será para nada exiguo. La
historia de Chiron, un joven negro que vive en un entorno marcado por una madre
yonki, un barrio en donde los traficantes de droga son el modelo a seguir y
unas compañías que tarde o temprano van cayendo en lo oscuro ante la
estupefacta mirada del protagonista, un sujeto sensible ye en realidad asustado
e inadaptado en medio de un entorno más que hostil y que apenas va cambiando a
lo largo del tiempo, produciendo en él cuando llega a la edad adulta una dual y
esquizofrénica situación de persona al margen de la ley y al mismo tiempo un
ser humano que trata de ser feliz y cuando puede ayudar y por que no amar a sus
semejantes. Tres actores dan vida a Chiron, Alex Hibbetrt como niño, Ashton
Sanders como el Chiron adolescente y
Trevante Rhodes como el personaje en su edad adulta, cada uno de ellos
con apodos y apelativos diferentes que en cierto modo describen con línea
intencionadamente gruesa la evolución-deriva de Chiron, cuya historia se nos
presenta de una manera tan arquetípica como abrumadoramente conmovedora.
Combinando
situaciones y escenas desgarradoras- sin caer en absoluto en el efectismo- y
otras de enorme belleza poética, es esta una película que hace pensar sobre lo
imperfecto que es el destino y sobre el poder devastador de los
encasillamientos y la imposibilidad- o falta de voluntad- de huida de ciertos
mundos. La fascinación por el mal y el lado oscuro de la vida es vivida por el
protagonista como algo que es lo que debe hacer porque para él es lo correcto,
aunque en su interior el desee vivir otra vida y ser otra persona. El personaje
del mentor de Chiron, el dealer
afrocubano Juan- interpretado por el más que merecido ganador del Oscar al
mejor actor secundario Mahershala Ali, aunque su intervención es muy breve-
cumple la figura paterna ausente del protagonista y se postula como figura
clave en todo el devenir de la historia. Un filme genial y emocionante que
demuestra nuevos y frescos modos de hacer del cine norteamericano.
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