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Aunque no arriesga mucho, hace justicia a la figura de
los irrepetibles cómicos cinematográficos Stan Laurel y Oliver Hardy este
biopic centrado en sus últimos años como pareja artística, ya que el propósito
de la película no era otro que el de mostrar el fin de los días gloriosos de el
Gordo y el Flaco tratando de reflejar como (esquemáticamente) después del éxito
es muy difícil gestionar el legado que se deja y por otro lado el deterioro de
una exitosa relación profesional y personal que pese a todo logró mantenerse
con el paso del tiempo y hasta que la muerte separó a la entrañable pareja. Y
es que este filme partía con una enorme responsabilidad al versar sobre un
tándem que lo ha sido todo en el mundo de la comedia y que no ha dejado de
inspirar a humoristas de todas las generaciones, un dúo casi mitológico en el
mundo del cine que era preciso tratar con reverencia, con honestidad y también
con honestidad y que resucita en esta película de la mano de dos actores que se
han esforzado en ser unos auténticos clones de Laurel y Hardy en todos los
aspectos: Steve Coogan (Stan) y John C. Reilly (Oliver) no solamente están
clavados física y gestualmente sino que realizan unas soberbias
interpretaciones en donde tratan de imbuir a unos personajes que siempre han
aparecido como bufos y risibles toda una ristra de matices comportamentales-
los que tenían en su vida real- que tocan la admiración mutua, los celos, la
sensación de fracaso, el cansancio, el peso de la edad, la ternura, la
desconfianza y en definitiva todo sentimiento y experiencia tanto individual y
sobre todo de relación derivada de largo tiempo de convivencias y aventuras
conjuntas.
La focalización de la historia en la gira que en 1953
realizó el ya maduro dúo -ya casi inactivo desde el fin de la
II Guerra Mundial y lejos de su estrellato
en los años 30- en el Reino Unido e Irlanda es el mejor escenario para mostrar un
momento clave como es el de la valoración de toda una vida profesional, algo
que Laurel y Hardy hicieron en una
tourné que pese a un comienzo titubeante se convirtió en un gran éxito pero que
al mismo tiempo hizo salir a la superficie las rencillas entre ambos actores.
Especialmente en la segunda parte del filme vemos como los dos luchan por la
reivindicación de su propio papel en una larga carrera artística tratando de
resaltar su individualidad pero al mismo tiempo llegan a la conclusión de que
cada uno sin el otro no hubiesen conseguido llegar a ser lo que fueron y en ese
sentido los mejores momentos dramáticos son en esa parte de la película,
culminando todo con una contenida emotividad aunque a lo largo de al película
se caiga a veces en el sentimentalismo. Mención especial para la recreación del
ambiente teatral de la época (el Gordo y el Flaco actuaron en todo tipo de
teatros en aquel 1953) así como de los gags de la pareja, magistralmente
interpretados por Coogan y Reilly. De todas formas, la mejor sensación que uno
se queda con la película es captar el verdadero propósito de la misma, que no
es otro que hacer un canto a la amistad.
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