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Es extraño como un director como al que se le supone
perspicacia y eficiencia fruto de años y años de experiencia como es Pedro
Almodóvar desaprovecha- una vez más- una oportunidad de oro para hacer una obra
magna a partir de un planteamiento de argumento con a priori muchos elementos interesantes.
Parece que el director manchego no se encuentra especialmente cómodo cuando
trata de abordar una historia con tintes autobiográficos a pesar de que el
filme ha tratado de venderse como un testimonio del ajuste de cuentas de un
Almodóvar veterano con su pasado; en realidad Dolor y Gloria sólo traspone la figura del propio director de una
manera superficial para contar un correctamente llevada historia de
reconciliación con acontecimientos pretéritos y de reflexión sobre lo que pudo
ser y no fue con el trasfondo del sufrimiento interior de la conciencia. Sin
embargo, en ningún momento se llega a cotas de gran cine y todo el elemento
dramático de una historia que pretende ser trascendente y cruda se queda
siempre a medio gas. El recital interpretativo que da Antonio Banderas en el
papel de Salvador Mallo, un director de cine en decadencia profesional, física,
personal y emocional y que se supone que está inspirado en la figura del propio
Almodóvar, no es suficiente y la película no deja de ser un buen trabajo
cinematográfico pero sin ningún aliciente verdaderamente especial.
Si en algún aspecto la película triunfa es en la
conceptualización del personaje de Salvador, un hombre que conoció momentos
profesionales y personales mucho mejores y que con casi 60 años y con un cúmulo
de enfermedades y dolencias físicas que le hacen temer por su propia vida
decide encarar su pasado- algo que se le presenta de forma fortuita pero que él
no duda en aprovechar- tratándose de reencontrar físicamente o mediante
recuerdos con los que marcaron su vida. El miedo a encarar el presente sin
embrago será grande pero no menos será el vértigo que sentirá al rememorar
hachos claves de su vida. La utilización del flashback es bastante acertada-
algo ya muy habitual en el director- siendo las imágenes de la infancia de
Salvador en una aldea extremeña de lo más atractivo del filme si bien se cae de
nuevo tontamente en manidos tics del director que impiden que estas escenas
sean delicatessen: es de mencionar el buen trabajo que hace el joven Asier
Flores como el pequeño Salvador mientras que una previsible Penélope Cruz
interpreta a la madre del niño. De nuevo, las interpretaciones vuelven a ser el
fuerte en un film de Almodóvar con unos estupendos Nora Navas, Pedro Casablanc,
Raúl Arévalo, Leonardo Sbaraglia en una breve pero intensa intervención como un
antiguo amor de Salvador, el descubrimiento de César Vicente en un papel de las
secuencias extremeñas cansinamente almodovariano, y sobre todo una excelente Julieta Serrano
como la anciana madre del protagonista (otro personaje clave) y un Asier
Etxeandia que realiza su mejor interpretación hasta la fecha como Alberto
Crespo, un actor amigo de Salvador, aún mas derrotado que él, que será su
inesperado guía y cómplice en su remeomorandum vital. Pero en definitiva, más
de lo mismo dentro de la brillantez (e irregularidad) sostenida de Almodóvar en
donde cada vez sobran mas recursos reiterados como el trampantojo metacinematográfico
(que ya vimos en otra película suya) y alguna supuesta innovación como las
escenas de animación médicas, aunque como siempre brille la fotografía de José
Luis Alcaine y la música de Alberto Iglesias. Porque para bien o para mal,
Pedro Almodóvar siempre será demasiado previsible.
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