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El Western, siempre y cuando le dejan, sobrevive. Ya
no se trata de hacer nuevas obras maestras en este género (el filón está prácticamente
agotado) ni tan siquiera explorar nuevas vías en un nicho cinematográfico en
donde también se ha experimentado con fruición, sino saber contar buenas
historias; claro está dentro de las coordenadas de dicho estilo. El que esta
curiosa propuesta dentro del cine western provenga de Europa (Francia
concretamente) y de la mano de un director tan versátil como Jacques Audiard (De Óxido y hueso, Dheepan) es un indicador de la universalidad y el globalismo a la
que ha llegado el séptimo arte en lo que respecta tanto a géneros estilísticos como
a la capacidad de cualquier cineasta dotado sea cual sea su procedencia de
hacer grandes filmes en estilos genuinos que hasta hace poco tiempo parecían
algo exclusivo de realizadores de determinados entornos geográficos. Así, con
apariencia de superproducción Hollywoodiense, este The Sisters Brothers adaptación de una novela de Patrick de Witt es
un western-drama-comedia intenso, engañoso y con multiples mensajes que desde
el primer momento se manifiesta como lo que es en realidad, una historia más
psicológica que de acción, más comedia irónica que drama, y más crítica que
complaciente que tan solo utiliza el marco del salvaje oeste como metáfora de
la evolución de sentimientos y emociones humanas al límite y en un entorno
natural alejado no ya solo de la “civilización” sino de cualquier atisbo de
cordura o sensatez, un maremagnum de emociones que en el filme aparecen
contenidas y más insinuadas que explícitas pero que terminan por adueñarse de
la historia, mostradas mediante al dialéctica entre sus dos protagonistas, los hermanos
el título. John C. Reilly y Joaquin
Phoenix, dos consumados especialistas en personajes complejos y contradictorios,
bordan sus papeles de Eli y Charlie Sisters, dos pistoleros a sueldo en plena
fiebre del oro volcados con su trabajo pero cada una visión diferente del mismo
y de la vida y con diferentes aspiraciones.
Esta producción francesa con participación de EEUU,
España, Rumania y Bélgica se esfuerza en plantear una historia que resulta
universal más allá de sus coordenadas espacio-temporales (y es que hay que tener
en cuenta que el western es un género ideal
para mostrar sentimientos humanos extremos) en donde dos asesinos buscan una
finalidad, un algo que de sentido definitivo a su existencia y que se
manifiesta en la oportunidad de su vida cuando al tratar de liquidar por
encargo a un científico que ha descubierto una prodigiosa fórmula se les ofrece
ser participes de ese asombroso descubrimiento, una sustancia para detectar oro
en los ríos. Naturalmente, este será el mcguffin de una road movie llena de
sobresaltos, muertes, disparos, discusiones y aparición de curiosos personajes mientras
Charlie, que desea abandonar su profesión, se enfrenta con su hermano Eli, que
no quiere que la debilidad de Charlie sea un obstáculo para conseguir el
negocio de sus vidas. Morris (Jake Gyllenhaall), un colaborador de los Sisters
de ambiguas intenciones que es quien les debe poner en bandeja su víctima, y Warm
(Riz Ahmed), el químico descubridor de la fórmula prodigiosa, acompañarán a los
hermanos en su extraña y un tanto tragicómica aventura en una historia donde es
preciso no perderse ningún detalle de los diálogos para captar lo alambicado de
su propuesta. Con referencias estilísticas de Scorsese, Sergio Leone,
Tarantino, los Coen, Sam Peckimpah o el Dennis Hopper de Easy Rider, estos Hermanos Sisters resultan una auténtica delicia
tanto para los aficionados al Far West como para los que no lo sean en
absoluto.
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