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Más allá de los comentarios sobre los efectos posibles
del discurso de la película y sobre su posicionamiento ante la violencia y en
definitiva toda la (exagerada) controversia que ha creado especialmente en
EEUU, Joker es ante todo una gran película. Su gran acierto es - por fin- trascender
completamente su condición de adaptación de cómic dentro del tan manoseado
últimamente por el mundo del cine género de superhéroes para erigirse como un
thriller psicológico con elementos políticosociales que funciona perfectamente
de forma independiente fuera del universo de Batman, cómic en el que surgió el
personaje de Joker, además de situarse lejos de las coordenadas genéricas del cine
fantástico o de acción. Incluso parece borrarse cualquier conexión con otras
adaptaciones que Warner y DC Films han hecho en los últimos años de personajes
de catálogo de superhéroes de la viñeta (Superman, Batman, Wonder Woman, La
Liga de la Justicia) lo que no quita para que este filme pueda ser la precuela
de otro con el hombre murciélago como protagonista. Estamos ante una obra
maestra del neo noir y ante un thriller que puede marcar una época, y gran
parte de ello y sin restar ningún mérito a otros muchos elementos sublimes a la
extraordinaria interpretación de Joaquin Phoenix, camaleónico e imprevisible
actor cuya progresión película a película va in crescendo y mira que ha hecho
actuaciones memorables y calificadas de “su mejor interpretación”: esta vuelve
a serlo, y es muy probable que ya él mismo no pueda superarla. Francamente
espléndido.
Al no pretender ser una mera precuela al uso comercial
o una película sobre el origen del personaje de Joker, uno de los mejores
villanos de la historia de la ficción (ideado en 1940 como archienemigo de
Batman por los creadores de dicho personaje Bob Kane y Bill Finger más Jerry
Robinson y cuyos orígenes han sido reinventados varias veces en diferentes
medios), este filme ha tenido total libertad para ser lo que ha querido ser, un
drama-thriller psicológico adulto y sombrío con varias (aunque escasas) escenas
de violencia sanguinolenta desatada y personajes torturados al borde de la
locura y la psicopatía, como ejemplifica su protagonista. En esta reinvención
en clave totalmente realista del personaje la influencia de Martin Scorsese-
que al principio iba a ser el productor ejecutivo- es totalmente clara: Joker
toma no pocos elementos del universo de violencia y sordidez callejera con
contenido social del primer Scorsese convenientemente actualizados en el
momento actual (influencia alienante de de los medios de comunicación y la telebasura , desprecio a
los diferentes, enriquecimiento de una parte de la población frente a al
depauperación de otra, corrupción política, dominación de als grandes
corporaciones) y se plantea como una efectiva mezcla de dos obras maestras del
genio italoamericano como son Taxi Driver
y El Rey de la Comedia haciéndo
además un homenaje a ambas con la presencia de Robert de Niro como el
carismático y arrogante presentador televisivo Murray Franklin, al que el
personaje de Arthur Fleck/Jocker admira obsesivamente (efectivamente, esto
recuerda mucho a la última película citada). Por otro lado, aunque la película
toma en su premisa elementos del cómic The
Killing Joke (1987) de Alan Moore y Brian Bolland que contaba precisamente
el origen de Joker la historia es completamente original y diferente si bien
aquí la influencia del gran Alan Moore también es notable. El director Todd Phillips, conocido
principalmente por comedias desatadas se reivindica aquí como un director más
que competente
Joker
es la historia de un hombre, Arthur Fleck, cuya dualidad de enfermo mental con
trastornos varios (incluyendo una risa incontrolable) y perdedor de clase baja le
hace ser un sujeto especialmente vulnerable. Payaso callejero de profesión
(oficio que se le da bastante mal) y dedicado al cuidado de su madre enferma (Frances
Conroy) Fleck lucha como puede contra sus paranoias, su pobreza y sueña con
convertirse en un cómico del circuito de clubes dentro de la corrupta y marcada
por la violencia ciudad de Gotham. Su admiración por Murray Franklin y la
sombra del hombre más poderoso de Gotham, candidato a la alcaldía y para quien
su madre estuvo trabajando, Thomas Wayne (Brett Cullen) empieza a ejercer sobre
el una extraña influencia al tiempo que su estado mental va deteriorándose por
momentos. Es esta una desasosegante reflexión sobre posibles orígenes del mal
en una persona y sobre como se puede llegar a la amoralidad más absoluta,
dejando un reguero de hipótesis y causas de todo tipo que van desde lo innato
hasta el ambiente externo; al fin y al cabo nada nuevo pero contado y llevado
al extremo. La película consigue plantear inquietantes interrogantes y no deja
títere con cabeza en su crítica a un mundo occidental corrupto en diferentes
niveles y donde la línea entre el héroe y el villano esta decididamente
borrosa. Porque este Joker es presenta por primera vez como un antihéroe tal
vez contra su voluntad y con no pocas características de un héroe épico al uso.
Sin necesidad de escenas de acción y si con largas secuencias sin diálogo que
van mostrando el devenir mental y existencial del protagonista y momentos un
tanto gore y ultraviolentos el mensaje que deja el filme es inquietante pero
oportuno. Con una fotografía gastada y granulosa y una ambientación más bien
atemporal (es difícil saber si estamos a finales del siglo XX o a principios
del XXI pese a que el tono vintage noventero domina el filme), Joker es un filme oscuro pero delicioso que
por fortuna a recuperado sin cortapisas y sin autocensura los elementos más genuinos del thriller
psicológico más crudo. Imprescindible.
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