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No resulta nada nuevo decir que una vez más la campaña
de marketing de la nueva entrega de Star Wars ha sido mucho más que agresiva,
algo que confirma- por si quedaba alguna duda- la conversión de la en otro
tiempo mucho más sugerente que ahora saga espacial en una máquina de hacer
dinero a espuertas. George Lucas, que hace 6 años vendió su productora
Lucasfilm (y con ella claro está la franquicia Star Wars) a la cada vez más
poderosa y omnipresente Disney posiblemente no esté muy de acuerdo con todo lo
que ha hecho esta compañía con su creación especialmente en lo tocante a la
nueva e innecesaria trilogía, una tardía continuación de la saga genuina de
1977-1983, pero sus seguidores continúan pasándolo en grande con cada nuevo
filme de la marca Star Wars y no hay que olvidar que a día de hoy este
colectivo es demográficamente hablando intergeneracional: ¿Cómo ha conseguido
una serie de filmes - junto con sus numerosos productos relacionados- creada en
1977 sobrevivir más de 40 años continuando siendo una de las ficciones más
sugerentes y queridas por el público? La respuesta requeriría un análisis
aparte, por ahora vamos a centrarnos en la maquiavélicamente presentada como
entrega final de la serie, al menos en lo que a la historia de los Skywalker se
refiere, ya que Disney parece tener la intención de seguir explotando de la franquicia
por cientos de vías.
En la valoración de The Rise of Skywalker se hace necesario volver a los dos filmes
anteriores de 2015 y 2017, un ejercicio que en las anteriores trilogías no era
tan fundamental pero que ahora se hace inevitable principalmente por los
cientos de problemas habidos con directores en los tres nuevos filmes, por los múltiples
cambios de guión, y por el simple hecho de que con un tiempo menor entre filme
y filme en un principio esta nueva triada debería ser más unitaria que nunca y
no ha sido así. JJ Abrams al igual que en El
Despertar de la Fuerza (2015) vuelve a ocuparse de la dirección y el guión
esta vez circunstancialmente tras el despido de Colin Trevorrow y la verdad es
que se nota la circunstancialidad de un guión que parece descontextualizado del
devenir -un tanto incierto y soso- de las anteriores entregas pero que no ha
repercutido en el excelente acabado formal del filme que se puede decir que
atesora algunos de las mejores escenas de acción de toda la saga así como un
estilo visual que trata de ser deudor de la atmosfera de la primera trilogía más
que en los dos capítulos previos. No obstante falla toda la coherencia en si en
una historia que, si bien es la más estimulante de la trilogía de la era Disney,
sigue resultando errática añadida a los otros dos filmes, los cuales si bien
podían ser valorados positivamente en su momento viendo este quiero y no puedo
final caen también en la mediocridad y convierten a este nuevo tríptico de los
2010 en una continuación forzada y sobrante.
Pese a que en definitiva la presentación de la
nueva protagonista, la joven Jedi Rey (Daisy Riley), ha sido esforzada y se ha
conseguido por fin un personaje femenino de Star Wars a la altura de los
tiempos que corren (con permiso claro está de la princesa Leia), tanto su
historia como la de el resto de los nuevos personajes es desdibujada y morosa
incluso en los momentos supuestamente sorprendentes de este filme que si bien
añaden por fin un cariz mas definido y trascendente al personaje se encuentran
a la años luz de aquel relato épico que se desprendía de Luke Skywalker, Leia,
Han Solo o Obi Wan Kenobi. La película arranca con un interesante punto de partida
para los seguidores de la saga: el siniestro emperador Palpatine (Ian McDarmind,
de nuevo en la serie) no está muerto y escondido en un recóndito planeta donde
parece que está armando un ejercito –que tiene algo que ver con la malvada
Primer Orden- con el que quiere
conquistar la galaxia al tiempo que reclama la presencia de Rey y de Kylo Ren
(Adam Driver), quien sigue con su pretensión de eliminar a Rey y también de
dominar la galaxia. El filme, en su afán por ser una memorable coda de la saga
oficial (algo que ya hizo El Retorno del Jedi
en 1983 y por cierto no hubo tanta jilipollez ni histrionismo en los
espectadores como ahora) trata de sorprender al público con giros de guión,
regreso de personajes legendarios como ese Lando Carlissian de nuevo
interpretado por Billy Dee Williams, guiños facilones y una épica y emotividad torpísimamente
tratadas consiguiendo finalmente un episodio final redundante e hirsuto. No
ayuda tampoco que como en las anteriores entregas la acción en ocasiones sea de
videojuego y la proliferación de personajes y cameos fugaces a lo que hay que añadir
que los errores de Rian Johnson en la anterior entrega en cuanto a personajes y
guión siguen ahí. El trabajo interpretativo es desigual con unos nuevos
caracteres realmente olvidables pero con un importante esfuerzo de las nuevas
incorporaciones de esta trilogía incluyendo también a Oscar Isaacs, John Boyega
y Domhnall Gleason, quienes comparten protagonismo con las ya míticos Anthony
Daniels (el único actor en los 9 filmes, interpretando a un C3PO que esta vez sí,vuelve
a resultar simpatiquísimo); Mark Hamill, Harrison Ford y una Carrie Fisher que
interviene años después de su fallecimiento por medio de imágenes descartadas
de los anteriores filmes: se intuye que esta circunstancia a alterado para mal
el desarrollo del guión. La verdad es que no fue una muy buena decisión revivir
una saga que nos ha hecho soñar y disfrutar durante muchos años, pero lo hecho,
hecho está.
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