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Entre la fábula, el cine bélico, el drama social y la
historia de maduración navega este sorprendente y crudo filme, una coproducción
entre Colombia y otros países europeos y sudamericanos rodada en el primer
territorio por un cineasta que puede dar cosas muy interesantes, Alejandro Landes.
Sin apostar por el tremendismo, el sensacionalismo o por los clichés del cine
comercial estadounidense la película es capaz de adentrarse en sórdidos
terrenos con convicción y consiguiendo narrar una historia fascinante, sólida y
poderosa. La crónica de un grupo de ocho adolescentes miembros de una guerrilla
paramilitar en una recóndita e indeterminada jungla latinoamericana (probablemente
queriendo representar a Colombia pero en realidad no se específica el marco geográfico
de la historia como tampoco el móvil exacto de la guerrilla) que lidian con el
fanatismo, la confusión mental de la pubertad y la adolescencia, la obediencia
militar y sus propios sentimientos es algo más que un relato sobre la pérdida
de la inocencia, es una disección de los sentimientos humanos y la maduración
personal en un entorno algo más que extremo, casi mortal e infernal. Unas
criaturas que han interiorizado que la violencia es su único modo de vida y su
forma de actuar tratan a duras penas de ser niños humanos en un ambiente
salvaje y fanático. En ese sentido, los muy jóvenes intérpretes resultan
totalmente creíbles en este imponente fresco que entre el naturalismo y el simbolismo
con pinceladas equívocas de realismo mágico atrapa al espectador enfrentándole
con sentimientos extremos. Con elementos cinematográficos y literarios de Akira
Kurosawa, Joseph Conrad, Perez-Reverte, Coppola, el binomio Jodorowsky-Arrabal
y sobre todo William Golding a cuyo Lord
of the Flies se homenajea, pese a irregularidades varias la película
resulta una pequeña gema que puede convertirse en filme de culto.
Los ocho chavales guerrilleros mantienen
secuestrada a una ingeniera norteamericana, la
doctora (Julianne Nicholson) mientras esperan pacientemente las órdenes de
sus superiores, se entrenan militarmente, luchan cainitamente entre ellos, se
odian, se enamoran y en definitiva viven un sórdido y forzado crecimiento personal
aunque algunos se resisten a perder la inocencia y la bondad. El reparto funciona
a las mil maravillas con sus jóvenes intérpretes más que brillantes y muchos
enfrentándose a difíciles escenas de drama, muerte y violencia. El más conocido
de los Monos del comando es Moisés
Arias (que encarna al líder Patagrande), establecido en USA y conocido por sus intervenciones
en Disney Chanel, pero el resto del reparto teenager -en total cinco chicos y
tres chicas- hace también
interpretaciones memorables, en especial el más pequeño Deiby Rueda como Pitufo,
un crío que es el primero en sentir remordimientos sobre sus acciones, Karen
Quintero como Leidy, que encarna uno de los dos puntos de vista femeninos y con
un papel significativo, y Sofía Buenaventura encarnando magistralmente un papel
masculino, Rambo, otro de los chavales más pequeños. Escenas Impactantes,
momentos oníricos y ambigüos que muestran lo irreal pero cierto de la situación
y secuencias de alta tensión dramática - en especial las relativas a los avatares
de la gringa secuestrada, quien llega
a ejercer de inesperada catalizadora moral de los chicos- engrandecen una película
con muchísimos matices y que ha supuesto una garata sorpresa para nuestras
pantallas.
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