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El clásico de Jack London escrito en 1903 recibe una
enésima versión cinematográfica ahora que están tan de moda los filmes con
animales…generados por ordenador. En
efecto, el legendario Buck, el perro doméstico mimado que aprende mediante el
sacrificio y la interacción con el hombre a ser un can leal y heroico en las
frías tierras del norte de EEUU, Canadá y Alaska (además de entablar contacto
por vez primera con la olvidada naturaleza salvaje de los de su especie) es
ahora un animal obra de la infografía (como prácticamente todo el resto de
perros y animales que aparecen) y por primera vez y a diferencia de otras
adaptaciones es igual que como se describe en la novela: un cruce de San
Bernardo y Collie. Tanto Buck como el resto de cuadrúpedos están perfectamente
conseguidos en una película que se apoya principalmente, además de en al fuerza
de una historia que siempre será bellísima, en los hermosos paisajes y en su
vistosa fotografía, con los falsos perros tratando de robar escenas con
convicción pero delatando por lo poco creíble del estilo visual de sus acciones
- y aunque en la propia novela de London apareciesen un tanto humanizados-su
origen artifical. Y es que esta nueva versión dirigida con oficio pero de
manera muy rutinaria por Chris Sanders no pasará a la historia por ser de las
mejores. Muy abreviada con respecto a la fuente original y con bastantes
cambios significativos en su mayoría dispuestos para dar mayor protagonismo al
personaje de John Thorton, el último y mas devoto dueño de Buck, encarnado por
Harrison Ford con su buen hacer habitual. Eso si, el mensaje y clímax final se
mantienen en su esplendor: el regreso del perro doméstica a su condición de
animal en equilibrio con el hombre y la naturaleza, más que dependiente del ser
humano.
Aunque técnicamente el filme es impecable, las escenas
de los trineos están muy bien rodadas y la ambientación histórica es más que
correcta, falta más épica y más credibilidad en unos personajes presentados a
todo correr (en la historia hay que tener en cuenta que hay bastantes, tanto
humanos como perros) y en donde se han eliminado muchos con respecto al libro y
los que quedan algunos presentan cambios bastante notables: no se trata ya del
hecho de que en pos de la diversidad se haya cambiado de sexo o etnia a algunos
(los mensajeros quebequeses, el ejemplo más notable) sino a que otros se les ha
asignado ridículamente subtramas que nada aportan. Con todo, el mensaje no se
resiente y la película se deja ver haciendo las delicias de los amantes de la
naturaleza.
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