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Disney, que saca
jugo a todo lo que puede, incluido su inabarcable legado en el mundo del
entretenimiento desde hace más de un siglo, descubrió con Piratas del Caribe (2003) (y
sus secuelas) que incluso las atracciones de sus míticos parques temáticos
pueden ser una fuente de inspiración de largometrajes con vocación comercial y
familiar además de cumplir función promocional de dichas atracciones y de los
resorts recreativos donde se encuentran. Esta vez le ha tocado el torno al
Jungle Cruise, una mítica atracción presente desde 1955 en la primera
Disneyland y que ha servido a la productora como excusa perfecta apara
embarcarse- nunca mejor dicho- en un homenaje al cine clásico de aventuras y a
los cómics de epopeyas exóticas de los 30-50. Como cabía esperar, esta
aproximación es más manierista que otra cosa y supeditada a todos los clichés
de la casa dentro de su cine familiar. Estética más engolada que otra cosa
merced al abuso de las imágenes generadas por ordenador, una historia previsible
y plana y personajes estereotipados no son elementos que de por si puedan
lograr anda de relieve, pero sería injusto pasar por alto una excelente puesta
en escena y un ritmo trepidante propio del cine de aventuras de toda la vida, y
en definitiva, la mano maestra del director catalán establecido en EEUU Jaume
Collet-Serra que sin ser un cineasta fuera de serie logra salirse en algunos
momentos de lo más previsible y cinematográficamente plano añadiendo una acción
(y cierta violencia) a veces un poco salida de madre y demasiado cartoon pero
con cierto tono siniestro que unido a efectos especiales a veces algo de Body
Horror otorgan un leve tono adulto a una película que pese a todo decididamente
no lo es. Pero el problema es que el guión y la premisa no dejan de ser
refritos-homenajes y al final da la sensación de haber visto o leído esta historia antes.
Algunas
de las referencias manejadas son filmes como La Reina de África, El
Secreto de los Incas, y por supuesto la saga de Indiana Jones, las novelas
de H. Ridder Haggard o Emilio Salgar y, comics como Terry and the Pirates, Tim
Tyler´s Luck o The Phantom.
Incluso un personaje histórico como Lope de Aguirre aparece aquí como
transtemporal villano con una historia de fondo reimaginada para la ocasión en
la que no se hace referencia a El Dorado. La acción se desarrolla en los años
10 en plena Gran Guerra y tiene como protagonista a una heroína de corte
feminista llamada Lilly Houghton (Emily Blunt), una intrépida botánica inglesa
que desea encontrar en la selva amazónica un mítico árbol con propiedades
curativas. Junto con su hermano McGregor (Jack Witehall) parte desde Brasil a
bordo de un pequeño barco a vapor conducido por el fornido americano Frank
Wollff (Dwayne Johnson, además productor del filme) con el que Lilly tendrá su
consabida química y encuentros-desencuentros románticos. Tampoco falta un
absurdo villano de opereta, el noble alemán príncipe Joachim (Jesse Plemons)
quien rivaliza con los héroes en la conquista del árbol mágico. Los gags más o
menos chorras y los diálogos idem resultan cansinos pero por fortuna no logran
empañar buenos momentos de aventura en un interesante espectáculo para el
público más joven aunque el sentido de la proporción muchas veces brille por su
ausencia. Los bonitos paisajes y unos efectos especiales de recibo son también
puntos a favor en un producto decididamente mediocre pero con su punto. Resulta
muy curios ver el debut en todo un Blockbuster internacional de los españoles
Quim Gutiérrez y Dani Rovira en la piel de dos conquistadores españoles de la
expedición de Aguirre (el venezolano Edgar Ramírez) la cual “resucita”
convertida en monstruos fusionados con la naturaleza. Si, se repiten muchas
cosas de otros filmes Disney como Piratas
del Caribe sin ir más lejos y como pretendido homenaje a ciertas fuentes el
filme es chapucero y pobre, pero su función es la de entretener al público (en
especial niños y adolescentes) y aunque a trancas y barrancas la cumple
ciertamente.
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