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Pequeñas películas que dicen mucho. Iker Elorrieta, director debutante, se ha bastado de 84 minutos para contar una historia sensible y emotiva sobre la búsqueda: de la aceptación, de la felicidad y de un sueño. Con el autismo como telón de fondo, El Radioficionado es claro en su parábola: tenemos muchas dificultades para aceptar e integrar a los diferentes, y esas personas muchas veces buscan su lugar en la vida y el sentirse normales pero el entorno circundante (las demás personas) no cesa de ponerles trabas. Niko (inconmensurable Falco Cabo, también debutante) es un veinteañero autista que huyendo de su centro de acogida llega a su localidad natal en la costa vizcaina para cumplir el sueño de su madre fallecida, que es navegar en alta mar. Gracias a su afición por captar ondas de radio conoce la existencia de un puesto marítimo y de su operadora, que resulta ser una conocida de la infancia, Ane (Usue Álvarez) la cual consciente de su problema tratará de ayudarle. Nico consigue ser contratado como pintor de barcas en el puesto marítimo pero los problemas comportamentales y de relación derivados de su enfermedad pronto empezarán a generarle problemas.
La relación entre Ane y Niko, un intento de amistad con muchas dificultades, guía buena parte del peso dramático del filme. Los esfuerzos del muchacho por valerse por si mismo y la obsesión de Ane con que su recuperado amigo se sienta feliz y aceptado son dos pretensiones que chocan contra una realidad cruel e intolerante, representado por sus indeseables compañeros de trabajo. También la ayuda institucional recibe su crítica en esta película por su posible sobreproteccionismo, un hecho que a Niko no le gusta y que trata de evitar a toda costa. Que nadie se espere una película con grandes diálogos, situaciones dramáticas muy marcadas y en definitiva una aproximación manida del autismo: El Radioaficionado apuesta por la sencillez, el minimalismo descriptivo y de imágenes y por la emoción más contenida pero enormemente evocadora y cargada de sensibilidad. Hay momentos sobrecogedores mostrados con naturalidad en su carga de amargura y que por ello resultan más efectivos a la hora de transmitir emociones. Una pequeña gema que puede ser en un futuro película de culto.
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