** y 1/2
El cierto encasillamiento que ha experimentado Karra
Eljealde desde Ocho apellidos vascos parece
haber ocasionado un subgénero dentro de la comedia española, el de la comedia
vasca con Karra Elejalde. Allí podría adscribirse esta divertida aunque algo
irregular cinta en donde el intérprete gasteizarra es amo y señor echando mano
una vez más a su peculiar vís cómica pero repitiendo una vez más los tics de su
ya mítico personaje de Koldo Zugasti: un vasco maduro cascarrabias pero entrañable.
Sobra decir que este filme muy difícilmente hubiera podido ser concebido sin
Elejalde, pero sería injusto no admitir que la película atesora una cierta
personalidad propia con un humor inteligente entre Woody Allen y la comedia
francesa y buenos momentos cuando se inserta un componente melodramático de
inspiración familiar, especialmente en los compases finales. No obstante, su eusko
costumbrismo a veces ramplón, lo poco trabajado de varios aspectos claves de su
guión (obra del veterano Joaquín Oristerll), una dirección demasiado rutinaria y
su ya comentada supeditación a la interpretación de Karra malogran lo que podía
haber sido una más que aceptable comedia.
Pese a que muchas veces la película no facilita muchos momentos de excelso lucimiento actoral, el reparto funciona perfectamente - y no solamente su protagonista- con un Enric Auquer que demuestra ser un actor versátil y con futuro y un buen elenco de intérpretes (Megan Montaner, Maribel Salas, Gorka Aguinagalde, Lander Otaola), en su mayoría vascos, que consiguen momentos creíbles y algunas veces entrañables. La química entre Auquer y Elejalde funciona muy bien y en ella se basa la credibilidad del film, el primero como un joven y exitoso chef bilbaíno que con el restaurante heredado de su supuestamente fallecido padre parece haber tocado techo personal y el segundo como el increíblemente retornado progenitor que con una extraña amnesia parece haberse quedado estancado en el año de su desaparición (en 1990) y lo ve todo (la ciudad de Bilbao incluida) como si nada hubiese cambiado creyéndose aún el jefe de cocina de cocina del local. Entre la ternura, la ironía, el equívoco y la crítica social (la consabida cultura del éxito y el competitivo mundo de la alta cocina) el filme pese a no ser nada perfecto consigue entretener y generar sonrisa, al fin de cuentas el objetivo de cualquier comedia.
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