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Alex De la Iglesia últimamente tiene problemas con la
comedia. Ya no se ve a aquel cineasta que manejando la ironía, el costumbrismo
ibérico, la cultura pop y los guiños cinéfilos hacía reír inteligentemente al público
con obras tales como El día de la Bestia, Muertos de risa, La Comunidad o 800 Balas.
De acuerdo, aquello era hibridación con cine de género (y otros estilos), pero
básicamente eran comedias. Tal vez la clave está en que a la hora de hacer comedias
más en el sentido estricto el director bilbaino se pierde a la hora de culminar
situaciones y perfilar personajes que muchas veces no salen del estereotipo,
premisas básicas de cualquier comedia que se precie y en el que De la Iglesia
no anda últimamente muy entonado. Con El
Cuarto Pasajero, De la Iglesia acomete una road movie en clave de sátira y
crítica social con resultados irregulares: a veces con gags entonados y
perfectos, otras con situaciones más bien tópicas y forzadas y veces pueriles y
fáciles, pero eso si casi siempre con
buenos diálogos y una esforzada dirección de actores, algo en lo que el
director vizcaíno sigue siendo un maestro. No obstante el flojo guión cofirmado
junto con su inseparable Jorge Guerricaechevarría se muestra sinuoso y la mayor
parte de las veces no convincente lastrando una premisa bastante original tanto
en el aspecto técnico como en guionístico. Hacer una película en el que casi
todo se desarrolla en algo más de 24 horas en un coche que hace el trayecto Bilbao-Madrid
y con gran parte de las escenas desarrolladas en el interior del vehículo constituye
un esfuerzo cinematográfico considerable que el realizador consigue culminar más
que satisfactoriamente, lo malo es que casi todo lo demás no está a la misma
altura.
Cuatro personas salen de Bilbao rumbo a Madrid en un vehículo compartido propiedad de Julián (Alberto San Juan) un ejecutivo cincuentón con ínfulas de galán que acostumbra a llevar a gente en su coche compartiendo gastos. Además de llevar a una pasajera habitual, su amor platónico Lorena (Blanca Suárez), una atractiva treintañera, Julián también recoge a dos desconocidos, Sergio (Rubén Cortada) un joven músico bohemio de aparentemente plácido carácter, y el cuarto pasajero Rodrigo (Ernesto Alterio) un tipo intrigante de excéntrico comportamiento que no tardará en hacer del viaje una pesadilla de tintes surrealistas, esperpénticos y con vicisitudes inesperadas de todo tipo. Slapstick, violencia a veces un tanto salida de madre, ingenio verbal, enredos y malentendidos se dan cita con mucha rapidez para regocijo inicial del espectador pero al final todo resulta tan embarullado y apresurado que el sentido de la medida y la coherencia brillan por su ausencia y la decepción y el hastío no tardan en aparecer. Falta coherencia y verdadera convicción en todo lo que se cuenta, ya que el exceso de momentos caricaturescos no ayuda a la credibilidad de esta road comedy. Nada reprochable en cambio para sus intérpretes especialmente para un Ernesto Alterio magistral con un curioso personaje que es lo mejor de la función. ¿Puede haber entrado Alex De la Iglesia definitivamente en crisis creativa? Tal vez, pero con los grandes directores nada esta dicho hasta el último minuto.
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