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Otra nueva muestra de lo efectivo y sorprendente que
resulta muchas veces el cine de latitudes lejanas que llega a pantallas
occidentales, aunque como en el caso de este estupendo filme que nos ocupa se trate de una coproducción con un país
europeo. Queso de cabra y te con sal,
película mongola con parte de capital
alemán, navega entre el costumbrismo, la denuncia y la crónica de maduración
ofreciendo un relato relista y honesto en donde no cabe la sensiblería ni un
lirismo mal entendido al apostar por un enfoque antropológico y etnográfico que
siempre se agradece en películas asiáticas o africanas por su altísimo valor
informativo y pedagógico sobre la realidad de otros países y culturas más allá
de maniqueas e insípidas exposiciones turísticas. Con un niño de 12 años como
protagonista, el filme nos narra la realidad de los pastores nómadas de
Mongolia con un modo de vida, como en el caso de la película, al que es muy difícil
de dar continuidad en un mundo cambiante y globalizado y como siempre,
amenazado por una modernidad mal entendida y por los intereses económicos de
las grandes corporaciones.
El pequeño Amra (Bat-Ireedui Butmunkh) hijo de una familia de pastores de cabras en las estepas mongolas que también se dedica a otras ocupaciones (el padre es mecánico), vive desconcertado ante los múltiples y repentinos cambios que afectan a su familia y al resto de nómadas de la zona: al mismo tiempo que se le presenta la oportunidad de participar en un talent-show de cantantes infantiles nacional una corporación empresarial decide construir una mina de oro en las amplias tierras de pasto en donde trabaja su familia forzando a un cambio de vida de todos los pastores nómadas, los cuales debaten el hecho de tener que aceptar una indemnización con el padre de Amra en una postura negativa. La colisión una nueva realidad representada por los intereses económicos y lo que se ha conocido hasta entonces es lo que describe con tino este filme siempre con los ojos de un niño, feliz con su modo de vida y que idolatra a su padre, un ser que pese a su aparente aplomo se ve superado con la situación. Si el cambio será para mejor o para peor no queda claro para Amra, pero entiende que este será inevitable. Hecha con mimo, rigor documentalista (actores en su mayoría no profesionales) y con una cuidada fotografía, Queso de cabra y te con sal es una película pequeña y necesaria que desde el humanismo y el posicionamiento de personas no occidentales trata de dar respuestas y puntos de vista a problemas sociales universales.
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