*** y 1/2
Un más que prometedor debut el de Alejandro Suárez
Lozano con este drama-comedia que consigue su propósito de conmover y al mismo
tiempo hacer crítica social humanista, todo ello con un tono homenaje (al mundo
de la ciencia ficción) y renovando el mito de Don Quijote en su personaje
central con los rasgos del gran Karra Elejalde. El actor vasco encarna a un hombre
en torno a los setenta años que en su demencia senil cree ser un astronauta de
la NASA que lleva años en una misión en el ficticio planeta Kepler,
convirtiendo su piso en una nave especial. Jonás Martínez, un encargado del mantenimiento
de un planetario jubilado y aparentemente
sin familia parece vivir feliz en su propio mundo con su “misión” mientras los
vecinos del inmueble, ajenos a todo lo que hay en si piso, están hartos de su
reclusión y el impago del alquiler al tiempo de que pende sobre él una
inmediata orden de desahucio. A su vida demencial llega inesperadamente su
vecina Zaida (Daniela Pezzoti), una adolescente absentista escolar y solitaria que
huye de los maltratos de su padrastro y de sus recuerdos que establece una
alianza con el “comandante” al tiempo que intenta ayudarle en la reconstrucción
de su memoria y sus recuerdos reales.
El filme es la crónica de la relación dos personajes, a priori muy diferentes, que huyen de la negatividad de su presente y de su pasado, una relación marcada por el engaño piadoso, la comprensión y la ternura en donde una joven llena de problemas trata de redimirse a si misma ayudando a un ser tan insólito como Jonás siguiendo su juego de existencia “intergaláctica”. El guión, pese a algunas irregularidades perdonables en un director y guionista novel, es una pequeña delicia modelando excelentemente lo crudo, la anécdota costumbrista, la melancolía, la emotividad y la ternura en una historia muy bien construida, obra del director junto con Grete Suárez. La combinación entre lo cotidiano (el inmueble y el barrio donde viven los protagonistas y la fauna de vecinos- algunos indeseables- que pulula alrededor; los diferentes conflictos que se presentan en la historia como los desahucios, la situación de las personas mayores, el consumo de drogas o el maltrato a menores ) y el elemento de space-opera y ficción científica en el pequeño mundo del protagonista con una curiosa escenografía de la “nave Orión” casera y algunos insertos con efectos especiales provenientes de la imaginación de J. Martínez, no puede estar mejor conseguida. Elejalde y el descubrimiento de Daniela Pezzoti realizan un tandem interpretativo magistral con momentos de mucha emotividad que no resultan ni excesivos ni forzados. Múltiples homenajes al cine, la literatura y la televisión sci-fi (ese ordenador “Super” que resulta una versión home made del Hal de 2001) así como a “El Pirincipito” en una película a la que tal vez le haya faltado más de metraje y situaciones para ser redonda. Pero casi todo lo que aparece en los 97 minutos de filme es sencillamente oro líquido.
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