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El Oscar a la mejor película extranjera por segundo año consecutivo ha viajado a Alemania, lo que confirma el buen momento que vive el cine germano en los últimos años. Las oscuras sombras de la historia de Alemania en el siglo XX continúan siendo un filón inagotable para los propios alemanes a la hora de presentar relatos de alto interés dramático y que cinematográficamente funcionan a la perfección. En esta ocasión la mirada se vuelve a detener -como tantas veces en la historia del cine- en uno de los momentos más terribles de la trayectoria de la humanidad, como es el nazismo. Se nos cuenta la historia real de Salomon Sorovitch (Karl Marcovics), un falsificador de etnia judía que tras una delictiva carrera de falseador de documentos oficiales en los años 30 es detenido por las SS tanto por su condición de judío, aunque oficialmente se le otorgue el status de preso “criminal”. Tras una breve estancia en el campo de concentración de Mathausen, es trasladado por sus dotes artísticas y falsificatorias al campo de Sachsenhausen, en donde el hombre que lo detuvo, el Inspector Herzog (Devid Striesow), que se encuentra cargo de los prisioneros listos para el exterminio (en su mayoría judíos), le pone al mando de un sofisticado taller de falsificación en donde los nazis, utilizando a habilidosos prisioneros, pretenden hacer réplicas perfectas de libras esterlinas y dólares para ponerlas en circulación y hundir la economía enemiga. Recibiendo estos prisioneros – y en especial Sorovitch por su condición de as y maestro de la falsificación- un trato algo mas light que en otros campos de concentración, intentan hacer su trabajo lo mejor que pueden en medio de un ambiente de constante miedo y terror y con la esperanza de poder huir gracias a su buen hacer en este cometido de una muerte segura. Sorovitch así lo cree, y no escatimará ningún esfuerzo, aunque pronto se dará cuenta de que la situación, pese a todo, es de un dramatismo atroz, una lucha total por la supervivencia.
La película esta muy bien planteada y resulta en todo momento perfectamente creíble y sobre todo muy realista: verdaderamente, es una de las películas sobre campos de concentración nazis mas reales que se hayan hecho jamás, sin abusar del drama fácil y recreándose mas bien en una ambientación sumamente cuidada y en una atmósfera asfixiante y de pesadilla. Pero sobre todo la película triunfa mostrando todos los matices del sufrimiento humano ante tan trágica experiencia, principalmente mediante el punto de vista del personaje de Sorovitch, magníficamente interpretado por Karl Marcovics, cuyos miedos y angustias se reflejan en imágenes concretas muy bien escenificadas y recursos como ausencias de sonido en algún determinado momento: casi se puede leer la mente del personaje. El desesperado paisaje humano que conforman los diferentes prisioneros-falsificadores también resulta perfectamente logrado, así como el muestrario de las diferentes modalidades de la crueldad e hipocresía nazi.
Una fotografía granulosa y con colores muy tenues parece dar al filme un cierto aire documental, reforzado por unos naturales movimientos de cámara. La música, en cambio, no parece muy apropiada para esta película. Una película genial y sobrecogedora, con profundas reflexiones éticas, de visión muy recomendable.
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