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El western no solo tiene señales de supervivencia,
sigue siendo inspiración para grandes películas forjadas con la base de
historias curiosas, emotivas, contradictorias y en definitiva, apasionantes
como la que nos ofrece el director y guionista británico Martin McDonagh (Escondidos en Brujas, 2008), quien en su
tercera película ha decidido probar suerte en el cine estadounidense con una
historia no sólo localizada en Norteamérica sino totalmente impregnada del
espíritu más subyacente de la
América profunda y rural (en definitiva, el verdadero
espíritu originario americano) y por supuesto con un tono totalmente deudor del
western más genuino con ecos tanto de John Ford como de Sam Peckinpah. Porque
Tres anuncios en las afueras (el título original es aun mas largo, como puede
comprobarse), ambientada en un pequeño pueblo de Missouri en nuestros días, es
una película visceral, dramática, a ratos salvaje, a otros surrealista y con un
tono de mala leche que critica abiertamente los enormes prejuicios y el retraso
moral e ideológico de muchos estadounidenses del oeste rural pero siempre con
ese irónico tonillo de comedia que desdramatiza - si se puede decir así- muchos
de los acontecimientos de esta película. En ese sentido, también nos
encontramos con cierta influencia de Tarantino o los primeros hermanos Coen. Precisamente
una actriz fetiche de los hermanos de Minnesota, Frances McDormand, es la
protagonista de esta enorme y esforzada película haciendo una de las mejores
interpretaciones que se recuerdan de esta actriz. Aunque a decir verdad, todo el extenso
reparto está excelente y cada uno de los intérpretes aporta personajes
complejos e inolvidables en medio de una historia ambigua, a veces incómoda, y
contradictoria que nos enseña el lado más violento e irracional del ser humano
por muy nobles y justificables que sean los motivos de rebelión, así como
también se hace una crítica despiadada a la corrupción, la violencia gratuita de
los que tienen armas y la desidia institucional y policial
Frances McDormand se mete en la piel de Mildred Hayes,
una mujer que hace poco ha perdido a su hija adolescente Angela víctima de una
violación y brutal asesinato. Ante la pasividad de la policía local por
resolver el caso, en manos de Willoughby (Woody Harrelson), un sheriff perezoso
pero estricto y que se lleva a matar con Mildred, la mujer decide instalar con
la ayuda de una empresa de publicidad local tres grandes carteles en sendas
vallas publicitarias semiabandonadas en las afueras del pueblo en donde
denuncia a la policía por no haber resuelto el caso de su hija ni detenido al
culpable. Pero Mildred no es solo una madre coraje, es una mujer que tal vez
contagiada del ponzoñoso y violento ambiente donde se mueve toma decisiones
puntuales en los que desata su lado más amoral y destructivo; en ese sentido
Mildred no parece ningún ejemplo a seguir, es más bien una antiheroína
dispuesta a todo. Este complejo desdibujamiento moral también se percibe en
varios de sus vecinos, en el propio Willoughby, que al fin de cuentas tampoco
parece tan villanesco, en el ayudante del Sheriff Dixon (Sam Rockwell) un
sujeto tan racista, violento y brutal como en realidad inmaduro y que termina
experimentando un curioso viraje o en Charlie (John Hawkes) el ex marido
maltratador de Mildred. Un maremagnum de situaciones, emociones y dilemas
morales que desfilan ante nosotros y que al final trazan un panorama poco
confortante pero enormemente interesante por lo bien estructurada y presentada
que está una narración tan compleja y variable que sabe combinar perfectamente
la comedia con el drama más descarnado y la violencia a veces más exagerada.
Tres anuncios es una película cien por cien recomendable, que no deja indiferente
y cuya perfección milimétrica se extiende hasta un extraño y ambigüo final.
Imprescindible.