El Hombre Pez ha vuelto (2006), foto original de rayosc de la escultura en Liérganes, Cantabria
¿Ocurrió realmente? ¿Puedo un hombre haber permanecido cinco años viviendo en el mar? ¿Sufrió Francisco de la Vega en su periplo marítimo mutaciones que le convirtieron en una especie de pez humano? Y lo que es fundamental, ¿existió realmente Francisco, el joven de la localidad cántabra de Liérganes al que en el siglo XVII se dio por ahogado y que logró sobrevivir inexplicablemente en el medio marino? Esta leyenda ha llegado hasta nuestros días sazonada de elementos enigmáticos y fabulosos y con bastantes claroscuros, lo que hace pensar que gran parte de lo que se narra tal vez no fuese así. O quien sabe. Con todo, la leyenda del Hombre Pez de Liérganes continúa siendo una de las narraciones extraordinarias más sugerentes del más oscuro acervo cultural ibérico.
La fabulosa historia del hombre que quiso ser pez
Entre la leyenda popular y el enigma inexplicable ha venido discurriendo la extraña crónica del Hombre Pez, uno de los sucesos insólitos más conocidos de la historia de España. Liérganes, una pequeña localidad del interior de Cantabria que en la actualidad cuenta con poco más de 2.000 habitantes es conocida por muchos por ser la cuna de la leyenda del Hombre Pez, un hombre que al perecer vivió allí a finales del siglo XVII y que fue hallado sano y salvo tras cinco años de desaparecer en el mar. Lo más sorprendente es que el tal Francisco de la Vega -que es así como cuentan las crónicas que se llamaba el que mas tarde se conocería como Hombre Pez- desapareció en el norte de la península ibérica, en Bilbao y fue literalmente pescado en el sur de la misma, en la costa andaluza de Cádiz. Cuenta la historia, que en la actualidad pertenece al dominio público, que Francisco solo sobrevivió 9 años a su milagrosa reaparición y que durante ese tiempo se comportó de forma extraña, sin apenas hablar, con comportamiento pasivo y desinteresado por todo lo que le rodeaba; en una palabra, totalmente ido. Se dice que el joven Francisco desapareció un buen día y nadie volvió saber anda más de el. También se ha llegado a contar que cuando fue capturado en Cádiz en la mar por unos pescadores, Francisco tenía parte de su cuerpo cubierto por escamas, aunque estas se fueron perdiendo una vez pasó varios días en tierra firme.
¿Ocurrió realmente este suceso? ¿Cómo ha llegado a nuestros días? ¿Ocurrió realmente una mutación humana-animal en la persona de Francisco de la Vega? ¿Que hay de verdad y de invención en esta leyenda? Lo cierto es que el mito del Hombre Pez de Liérganes aún perdura en pleno siglo XXI y es el principal motivo por la que es conocida esta pequeña localidad montañesa. La historia, desde que se popularizó a mediados del siglo XIX, ha interesado a literatos, artistas, investigadores de lo paranormal, historiadores, médicos, folklorístas o a simples cuentistas. Sigue manteniendo su “aquel” incluso hoy en día, si nos atenemos a ensayos, investigaciones o adaptaciones literarias de la historia que han surgido últimamente. La leyenda del Hombre Pez, tal y como es conocida, contiene diferentes influencias y elementos, tanto de mitología antigua, como de cuento de hadas, estudio médico arcaico, superstición o relato terrorífico romántico, por no hablar de algunas reinterpretaciones propias de la ficción científica. Demasiados elementos dispares e inconexos para dotar de veracidad a un relato ya de por sí poco verosímil. No es intención nuestra hacer una investigación ni un estudio en profundidad sobre este fascinante relato, pero si desgranar algunas de sus claves y comprobar la certeza y consistencia de esta leyenda y todos los mitos que ha generado, así como presentar la significación de la historia y las fuentes de las que posiblemente haya bebido.
Benito jerónimo Feijoo: el primer cronista
De acuerdo con la crónica original que nos ha llegado escrita sobre el “caso” del Hombre Pez de Liérganes (compuesta por dos fuentes con un siglo de diferencia), los acontecimientos tuvieron lugar entre 1674 y 1689. En esa época, el reino de España se encontraba en franca decadencia con unos Austrias de capa caída y un antiguo imperio español que se desmoronaba bajo el reinado de Carlos II. En esa época vivió en se dice que vivió en Líérganes (su existencia real aún no ha sido comprobada) Francisco de la Vega, el muchacho que en 1674, a los 17 años de edad desapareció en aguas vizcainas para luego reaparecer en la costa gaditana cinco años después sano y salvo. No fue sin embargo hasta la primera mitad del siglo XVIII cuando apareció la primera crónica escrita de los hechos, la cual popularizó el relato entre el estamento científico en plena era de la ilustración. Es decir, un hecho científicamente improbable ocupó el análisis de los primeros grandes defensores de la razón, llegando en el caso de su primer cronista Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), a interesantes conclusiones. Feijoo fue un ensayista y polígrafo gallego, destacado impulsor de la Ilustración en España. Su obra se basa en la disertación sobre diversos temas humanísticos y científicos, mostrándose enemigo acérrimo de las supersticiones populares que aún impregnaban el pensamiento de la población española. Entre su producción mas destacada se encuentra Teatro crítico universal, obra compuesta por varios volúmenes publicados entre 1724 y 1739. En uno de ellos, el volumen sexto, reseñó por primera vez por escrito la historia del Hombre pez.
Feijoo comienza su crónica sobre el suceso con las siguientes palabras:
“El caso, que da materia a este Discurso, es tan extraño, tan exorbitante del regular orden de las cosas, que no me atrevería a sacarle a la luz en este Teatro, y constituirme fiador de su verdad, a no hallarle testificado por casi todos los moradores de una Provincia, de los cuales muchos, que fueron testigos oculares, y dignos de toda fe, aún viven hoy. La noticia se difundió algunos años ha a varias partes de España debajo de la generalidad, que un Mozo, natural de las Montañas de Burgos, se había arrojado al mar, y vivido en él mucho tiempo, como pez entre los peces; y confieso, que entonces no le di asenso, de que no estoy arrepentido; pues fuera ligereza creer un suceso de tan extraño carácter, sin más fundamento, que una voz pasajera. Añadíase, que esto había sido efecto de una maldición, que sobre dicho Mozo había fulminado su madre; pero esta circunstancia fue falsamente sobrepuesta a la verdad del suceso, como veremos después”.
Feijoo reconoce que al conocer la historia años atrás la consideró “una de tantas vulgares patrañas”, de las que el mismo era encarnizado detractor, aunque mas tarde una persona de su confianza le aseguró que el mismo conocía a personas originarias de la entonces conocida como “Montaña de Burgos” que llegaron a conocer al muchacho y que daban veracidad de la historia. Feijoo se desplazó a Cantabria y allí personalidades de relevancia que dijeron conocer el insólito acontecimiento, como el marqués de Valbuena, dieron testimonio a Feijoo, el cual lo transcribe en su obra.
Según la crónica que recoge Feijoo, Francisco de la Vega y Casar fue el segundo de cuatro hermanos, todos naturales de Liérganes. Francisco nació en 1657, y a los quince años marchó a Bilbao para aprender el oficio de carpintero. Dos años después, en 1674, Francisco junto con otros compañeros fue a bañarse a la ría de Nervión, pero sus amigos lo perdieron de vista tras observarle nadando ría abajo. Tras esperarle durante largo tiempo, intuyeron que se había ahogado. El joven fue dado por muerto, llegando la noticia a su familia.
Cinco años mas tarde, en 1679, en la costa de Cádiz unos pescadores divisan una figura que ellos creen un hombre “nadando sobre las aguas, y sumergiéndose en ellas a su voluntad”. El supuesto hombre desaparece al poco tiempo, pero en días siguientes los mismos pescadores vuelven a avistarlo en el mar. Un día, deciden dar “pesca” a la misteriosa aparición por medio de redes y lo consiguen, atrayéndole con pedacitos de mar arrojados al mar ante su presencia. Una vez en cubierta, los marineros comprobaron que no se trataba de ningún monstruo, como ellos habían supuesto al principio, sino de un ser humano, un hombre joven de seis pies de altura, corpulento, pelirrojo y con las uñas desgastadas por el salitre. No decía ni una sola palabra y no parecía comprender ningún idioma. Ya en tierra firme, se le llevó al convento de San Francisco en la provincia gaditana, donde al parecer se le practicó un exorcismo para ver si “le poseía algún espíritu maligno”. Allí pasó hospedado algunos días sin decir nada, hasta que un buen día pronunció la palabra “Liérganes”. Nadie sabía a lo que se refería hasta que un joven montañés que se encontraba trabajando en Cádiz, la reconoció. Averiguando posteriormente que el Secretario de la Inquisición, Domingo de la Cantolla, era originario del lugar, se le remitió el caso y este dio fe de la existencia de un joven de la localidad al que se había dado por ahogado en Vizcaya años atrás.
Un franciscano dedicado a la peregrinación que había llegado a Cádiz por aquel tiempo, se ofreció para llevar al joven a su localidad natal. Fue en 1680, un año después de su reaparición. Tras amarrar en Santander (y supuestamente recorrer un buen trecho), Fray Juan Rosende dijo al joven que le guiase hasta su pueblo. Así lo hizo, y fue derecho a la casa de su madre, viuda, quien le reconoció como su hijo Francisco, dado por muerto cinco años atrás. Francisco se quedó entonces a vivir con su madre en Liérganes, pero no dio nunca ninguna muestra de afecto, ni de sociabilidad y siempre permanecía absorto y sin interés por nada, no hablando a penas. Iba descalzo, casi nunca pedía comida, aunque cundo le ofrecían alimento o bebida lo consumía de manera compulsiva, aunque había días en los que no probaba bocado. No respondía verbalmente a ninguna pregunta, pero cuando se le ordenaba hacer algo (recados para gentes del pueblo), los acometía puntualmente y de manera dócil, “de manera que parece entendía lo que se el decía; pero el por sí nada discurría”. Las únicas palabras que Francisco llegó a decir eran tabaco, pan y vino (a parte de Liérganes) pero sin propósito alguno. Solo iba vestido si alguien le ofrecía ropa, y le daba igual aparecer desnudo. La crónica transcrita por Feijoo cuenta que una vez le encargaron que llevase un mensaje escrito en papel a alguien en Santander y que fué a nado desde la cercana a la capital localidad de Pedreña, atravesando su ría. Feijoo también se hace eco de que en su infancia y adolescencia Francisco era considerado un gran nadador y que pasaba largo tiempo cerca del rio Miera, el cual baña Liérganes. Nueve años después de su regreso, Francisco de la Vega desapareció misteriosamente y desde entonces nada se volvió a saber de él, aunque según Feijoo se dijo que se le había visto en un puerto asturiano, hecho que según el escritor e intelectual gallego carecía de fundamento, lo mismo que la historia de que al ser rescatado del mar, Francisco tenía parte de su cuerpo cubierto de escamas y que una vez asentado en tierra firme las fuese perdiendo.
Hombres viviendo en el mar
La primera referencia escrita de la historia del Hombre Pez, a mediados del XVIII fue popularizando el prodigioso relato por toda España, una vez que todos sus testigos hubiesen fallecido ya. Hay que advertir que el relato de Fray Jerónimo Feijoo, si se lee bien, carece de elementos verdaderamente fantásticos, con los que muchos han querido adornar la historia del Hombre Pez. El propio autor rechaza la creencia que por entonces se tenía de que Francisco de La Vega había desarrollado escamas tras su estancia en el mar (algunas crónicas aseguran que poseía una cinta de escamas desde la garganta hasta el estómago y otra que le cubría todo el espinazo) y que esta mutación o adaptabilidad en al vida marina fue fruto de una maldición materna. Lo extraordinario que reseña el pensador y religioso es el hecho de que un hombre hubiese podido sobrevivir cinco años en alta mar y haya podido recorrer a nado un trayecto que va desde el norte de la península ibérica hasta el sur de la misma, atravesando todo el Atlántico. El escritor y pensador ilustrado incluso sugería que la aparente predisposición y habilidad de Francisco para la natación pudo facilitar de manera extraordinaria su adaptación al medio marino. En lo que respecta al hecho del extraño comportamiento del joven una vez rescatado de su prodigioso periplo marino, si que se puede considerar como otro hecho sin explicación, pero ¿realmente en la crónica de Feijoo se hace menciona en algún momento que Francisco era un joven mentalmente sano? El propio autor, por supuesto, lo desconocía. Con todo, la antisocial existencia de joven en su lugar, así como su extraña y repentina desaparición, son materia prima para todo tipo de conjeturas e interpretaciones románticas y legendarias.
Es preciso referirse a que todo lo referente con seres monstruosos marino y criaturas mitad humanas mitad pez es una constante en la mitología y en las leyendas de al humanidad. Sirenas, tritones, ondinas, dragones marinos… Literatos griegos como Plinio afirmaron haber sido testigos de esos prodigiosos seres, avistados por cierto en la bahía de Cadiz. En el siglo XVI varios autores españoles como Juan de Mediavilla o Antonio de Torquemada también mencionaron haber visto criaturas marinas extraordinarias. Hoy se sabe que muchas de esas criaturas eran manatíes o cetáceos por entonces desconocidos. El propio Feijoo, una vez conocida la leyenda del Hombre Pez, llegó a admitir que la existencia de “hombres marinos”, era posible, admitida la posibilidad de que humanos se apareasen con peces y diesen origen a sirenas, tritones o nereidas. Es conocida en le Europa de la Edad Moderna la leyenda de los “obispos de mar”, peces supuestamente humanoides que en realidad eran una variedad de raya. En Galicia existe además la leyenda de los mariños, criaturas mitad humanas y mitad pez. Es muy posible que en la mitificación de la historia de Francisco de la Vega hubiese influido todo ese corpus legendario de humanos anfibios, especialmente en lo concerniente a su “transformación” en hombre con características físicas de pez. La deformación de esta historia, de la que no se sabe a ciencia cierta su certeza, ha terminado por convertir por cierto al Hombre Pez de Liérganes en un ser mitológico, en una criatura fantástica mitad hombre y mitad pez, que como tal ya esta integrada en la relación de seres de la mitología de Cantabría, junto con el ojáncano, el trastolillo, o el trenti.
La siguiente crónica escrita de la historia del hombre Pez de Liérganes, tras la de Feijoo, tuvo lugar casi un siglo y medio más tarde, en 1879. Fue en la revista Semanario Pintoresco español. El 27 de enero de aquel año un artículo recordó la historia del Hombre Pez. En dicho artículo se reproduce casi al pie de al letra el relato reseñado por Feijoo, con algunas novedades significativas. Allí se manifiesta que el comportamiento de Francisco una vez de regreso en liérganes “se acercaba al idiotismo”, término este que se utilizaba en el siglo XIX para definir a los discapacitados mentales. Cuenta además que asistía a los oficios religiosos solo si se lo ordenaban o si veía a otros que así lo hacía, no prestando atención a la misa. Se vuelve a reseñar el episodio del recorrido a nado a Santander para hacer llegar el mensaje, añadiendo además el hecho d que tuvo que secar el papel que llevaba consigo, intacto pero algo mojado. No se menciona de donde se han averiguado dichos hechos, aunque es muy probable que viniesen de la rumorología y de al tradición oral. Resulta también curiosa la confusión de fechas, ya que la crónica del semanario afirma que Francisco desapareció en la ría de Nervión en 1764, y no en 1674, confundiendo el orden de las cifras.
No obstante, la aportación mas significativa de este artículo, es que da por sentada la veracidad del relato y establece que Francisco pudo finalmente adaptarse a la vida en el medio marino, aunque sin dar ninguna explicación del por que ni del como, ni de su milagrosa supervivencia. En el artículo (cuyo autor no consta) se afirma que su larga vida marina fue la causa de su comportamiento anormal, ya que trastocó todos los hábitos vitales ligados al ser humano. Incluso añade una explicación al hecho por el que Francisco opto por vivir largo tiempo en el mar, ya que podía tratarse de un sujeto intrépido y aventurero, lo que unido a su afición por nadar y por los peces (pescarlos, más bien), le llevó a esa determinación de abandonar la vida en la tierra firme. Además, resalta el hecho de que el Hombre pez, de acuerdo con el relato, tenía una gran memoria para los lugares, lo cual corroboraba ese carácter, no obstante, no hay ninguna constancia de que Francisco de La Vega tuviese ese carácter aventurero ni tan siquiera de que antes de irse a vivir a Bilbao hubiese salido de Liérganes y alrededores.
Expediente Hombre pez
De considerarse cierta la historia de Francisco de La Vega, ¿pudo un hombre vivir en alta mar cinco años? La razón parece dar una respuesta negativa. Entonces, ¿es cierta la historia? ¿Existió realmente Francisco de la Vega y tuvo lugar todo lo que se menciona en la historia del Hombre Pez? Este debate se ha abierto últimamente por parte de no pocos autores y estudiosos, y es que, entre otras cosas, se carece de la partida de nacimiento de Francisco de la Vega. Lo que es evidente es un si en un principio, la historia del Hombre Pez durante el siglo XIX y buena parte del XX nunca traspasó la berrera del cuento de hadas, lo folklórico y lo pintoresco (aunque ya en el siglo anterior la singular leyenda se había extendido tanto hasta el punto de que el Hombre Pez pasó a convertirse en el símbolo de Liérganes), en los últimos años parece haber suscitado con fuerza la curiosidad de investigadores y estudiosos de lo paranormal. Un expediente X con claro sabor ibérico en donde se trata de averiguar principalmente si lo legendario tiene un sustento real. Esta reciente reinterpretación del caso del Hombre Pez en clave de enigma sobrenatural peca de torpe al tratar de averiguar algunos hechos del relato que se han demostrado que no son ciertos, como el de la transformación de Francisco en un pez humano, algo que pese a la falta de pruebas mas allá de la tradición oral (recordemos que Feijoo ya descartaba este hecho como patraña), muchos se empeñan en afirmar que fue así. Más justificado es el interés por saber como una persona pudo sobrevivir en el mar, aunque por ahora, de darse por cierto este acontecimiento no hay ninguna respuesta. ¿Mutó Francisco, adaptó su cuerpo a la vida marina? El tema de las transformaciones humanas en animales ha apasionado siempre a al imaginación del hombre, muchas veces afirmando que de las relaciones de hombres con animales surgían aberraciones de la naturaleza o sosteniendo que por motivos sobrenaturales un hombre podía transformarse en animal (los licántropos, por ejemplo). La transformación, aunque sea solo parcial o simbólica de Francisco de la Vega en Pez es la base en la que se ha edificado dicha leyenda, aunque en la tradición popular siempre tuvo más predicación la “hazaña” de sobrevivir cinco años a nado en alta mar. Esta visión, que la propia localidad de Liérganes en el siglo XX explotó en su día para homenajear a su leyenda local, era la más correcta más correcta por el hecho de que no atentaba contra la fe cristiana proponiendo una transformación sobrenatural de connotaciones brujeriles y paganas.
Si se analizan diversas fuentes sobre la historia del Hombre Pez, se contemplan diversas lagunas, incongruencias y contradicciones. Es perfectamente creíble la existencia de un pobre muchacho con alguna discapacidad mental en una aldea del siglo XVII y que cuyo comportamiento suscitaba la extrañeza entre sus vecinos. El hecho de si Francisco de la Vega pudo ser deficiente psíquico es un debate que surgió ya desde el inicio de la popularización de la leyenda en toda España y que hoy en día estaría aceptada no ya solo como hipótesis sino como realidad sino fuera por el hecho de el extraordinario suceso que vivió el personaje, anterior a la crónica de su desvarío mental y comportamental, y por el hecho de que nada se dice si antes de trasladarse a Bilbao para dedicarse a al carpintería Francisco era ya un “pobre idiota” . El hecho de que el joven comenzase a aprender el oficio de carpintero, tal y como se dice en la tradición, descartaría en un principio que Francisco padeciese alguna deficiencia psíquica ya que por aquel entonces no se integraba laboralmente a los “anormales”, de aquella manera. Se ha dicho también, como hemos visto, que Francisco quedó así afectado por su experiencia marina. Es precisamente este hecho (el defendido también por los investigadores de lo paranormal) el que ha otorgado a la historia un halo romántico y sugestivo, unido la misteriosa desaparición del joven, que muchos han explicado con un regreso a su verdadero hogar, el mar. Una reinterpretación romántica de hechos en si nada poéticos (la enfermedad mental de un joven de un pueblo rural en la España de los Austrias decadentes de finales del XVII), siempre da mucho juego. Lo malo es cuando se toma a pies juntillas.
Entre las variaciones y añadidos que encontramos de la historia del Hombre Pez tal y como al contó Feijoo, algunas son anecdóticas (la edad en al que el joven Francisco marchó a Bilbao, por ejemplo), pero otras son significativas. Se dice que Francisco desapareció en la localidad vizcaina de Las Arenas, perteneciente al municipio de Getxo, cerca de Bilbao, en lugar de esta última ciudad. Se dice también que una vez avistado nuestro hombre pez en las costas andaluzas se organizaron batidas pesqueras para capturarlo y que sus dedos estaban palmeados por una especie de membrana. Estos acontecimientos, no tiene fundamentación alguna y pertenecen al terreno de la imaginación, lo mismo que el añadido a la historia de que Francisco fue interrogado hábilmente por el tribuna de al inquisición una vez fue capturado en Cádiz o que solo se alimentaba de pescado. La supuesta desaparición del hombre pez también ha estimulado bastante la imaginación: en Cantabria se ha llegado a asegurar que el Hombre pez se sumergió en el río Miera y pese que muchos vecinos trataron de impedírselo, nadó supuestamente hacia el mar. También se dice que desapareció en un recado que se el encomendó, sumergiéndose en la bahía santanderina. Estos finales pertenecen al terreno de la deformación de un relato oral.
Verdad y mito
Abajo: El mito griego de Glauco guarda similitud con la historia del Hombre pez
Es lícito dudar de la veracidad de esta historia, sobre todo cuando parece muy dudoso que en aquellos años existiese un sujeto llamado Francisco de la Vega y Casar en Liérganes, ya que no se ha encontrado partida de nacimiento. Hace unos años, un conocido periodista español especializado en misterios aseguró haber en un convento de Cantabria la partida de nacimiento de Francisco de la Vega, así como posteriormente su partida de defunción, en donde había una incluso una anotación que ponía “hombre pez”, realizado por algún juez o eclesiástico. Posteriormente, se ha podido comprobar que en la partida de nacimiento, de 1658, no pone Francisco sino Juan, y que la supuesta partida de defunción había experimentado demasiados tachones y cambios a lo largo de los años sucesivos, lo que muy posiblemente había afectado a las fechas que allí se ponían, al nombre del finado, además de haberse añadido muy posteriormente al palabra “hombre pez”, escrita allí para indicar posiblemente una localización geográfica (en Liérganes, en la actualidad, existe un paseo llamado “del Hombre Pez”). Y claro, está, tampoco se debe pasar por alto que el hecho de que existiese una presunta partida de defunción de de La Vega, invalidaría la hipótesis de la misteriosa desaparición, algo a lo que el periodista no dio excesiva importancia. No obstante, es cierto que se ha llegado a aportar un acta de bautismo del 22 de octubre de 1658 de un tal Francisco de la Vega, pero ese apellido era muy común en esa zona de Cantabria.
Otras circunstancias dudosas son las referidas a la pronunciación de Francisco de la palabra “tabaco”. Si bien dicho producto se difundió ampliamente en Europa a principios del siglo XVII, procedente de América un siglo atrás, su consumo en la época en la que desapareció el hombre pez entre solo estaba relativamente extendido en ambientes urbanos y aristocráticos, consumido en pipa, por lo que parece poco probable que nuestro protagonista conociese someramente el consumo de dicho producto, por lo menos al mismo nivel que podía significar para un habitante de una aldea rural española del siglo XVII el consumo de pan o de vino, las otras palabras que según el texto del Teatro Crítico Universal de Feijoo, Francisco decía. Ya a principios del siglo XVIII, fecha en la que el pensador gallego escribió dicha obra, el consumo de tabaco estaba más extendido en la España de Felipe V; da la impresión de que las escasas palabras que según las primeras crónicas el Hombre pez pronunciaba son una invención de aquella época, imaginada por parte de aquellos que decían haber conocido los sucesos y que sirvieron de fuente a Feijoo. Hay que advertir que estas tres palabras expresan tres “necesidades” que un ciudadano español de la época podía sentir, o más bien algún burgués o aristócrata, ya que el tabaco aún era casi de exclusivo patrimonio de las capas sociales altas. El valor simbólico de dichas palabras, como expresiones de necesidad de consumo humano, parece más bien una licencia dramática que trata de embellecer la historia.
Las dudas sobre la veracidad de la historia del Hombre Pez se sustentan en los argumentos que acabamos de ver, pero no por ello se debieran descartar elementos de ella que pueden ser perfectamente reales y que de alguna manera se malinterpretaron o exageraron. No hay que olvidar que el relato se extendió desde un entorno rural y campesino en una época precisamente no demasiado luminosa de la historia de España, y que el desconocimiento y la tendencia a los chismes y las habladurías de la gente de aldea pudo haber construido una especulación fabulosa a partir de hechos no muy usuales para ellos pero perfectamente asumibles para la mentalidad moderna, como era el hecho de la existencia de un sujeto con una discapacidad mental grave residiendo en la aldea
Siguiendo la hipótesis de Fray Jerónimo Feijoo, compartida por los autores del artículo del Semanario Pintoresco, de que Francisco de la Vega pudo adaptar su metabolismo al medio marítimo gracias a su habilidad para la natación, esto parece totalmente descartado siguiendo un criterio científico racional. Pero, ¿pudo ser Francisco de la vega, en el caso de haber existido, un sujeto excepcional? Desde un punto de vista paracientífico, esto abriría un apasionante debate que sin duda hará las delicias (y de hecho las hace) de los investigadores de lo paranormal y de la medicina actual, como muestra de una anomalía física y biológica extraordinaria, de no ser, por las sombras que rodean a la misma existencia del Hombre Pez, a los inciertos detalles de la historia, que antes hemos expuesto y a una explicación de carácter racional que se aportó en el siglo XX.
Gregorio Marañón y las razones de la ciencia
Sea como fuere, todo un ilustrado y defensor de al razón como Feijoo terminó admitiendo la existencia de seres humanos marinos adaptados al mar y de aberraciones icto-humanas, siguiendo en buena parte las creencias mitológicas grecolatinas sobre estos seres. En base a esos postulados, el insigne médico psiquiatra del siglo XX Gregorio Marañón (1887- 1960), escribió un ensayo titulado Las ideas biológicas del padre Feijoo, en donde entre otros mitos, trata de hallar una explicación científica al caso del Hombre Pez de Líérganes. Pese a la total credibilidad de los datos aportados, el médico e intelectual madrileño no anduvo avispado al dar explicación, entre otras cosas, a un hecho que el propio Feijoo descartaba: el que el cuerpo de de La Vega era escamoso, y que el doctor Marañón atribuía a una ictiosis. No obstante, los datos que arrojó, bien podrían dar una explicación científica sobre buena parte del caso. Marañón defendió que Francisco padecía cretinismo, enfermedad en donde el paciente padece desarrollo físico y mental y algunas deformaciones. Esta tesis, descartaba por tanto que el joven fuese enviado por su madre viuda a Vizcaya a aprender un oficio, ya que según el médico y pensador en realidad lo que ocurrió es que el joven deficiente hubiese abandonado su localidad en una de sus erráticas excursiones propias de esa enfermedad y que volviese al cabo de unos años o que desapareciese tras bañarse en Bilbao o en algún otro lugar, y cinco años después de un vagabundo por toda España apareciese bañándose en la costa de Cádiz , urdiéndose luego en las gentes de aldea de la comarca (cerca de la vega de Pas) la leyenda del muchacho que sobrevivió en el mar. Francisco, jamás pudo dar explicación a lo que le ocurrió, lo que haría que se desarrollasen todo tipo de especulaciones. Marañón además señala que la mayoría das extravagancias conductuales del joven no son sino síntomas de cretinismo, enfermedad que en aquel tiempo era muy común en la Cantabria montañosa. El Dr. Marañón también añade una explicación a la habilidad marina del joven montañés, ya que la ictiosis que también supuestamente padecía nuestro protagonista, otorga resistencia en las inmersiones. Sería esa habilidad acuática lo que hizo imaginar que el joven, incapaz de comunicarse, pudiese haber vivido largo tiempo en el mar
Aunque la explicación de Marañón es totalmente asumible, existen algunas lagunas, como por ejemplo, por que se consideró que Francisco era perfectamente normal antes de ser hallado en la costa andaluza. Siguiendo las tesis del Dr. Marañón, podríamos asumir que la transmisión oral del “hecho extraordinario”, transformó el periplo del joven en una historia fabulosa y exagerada, en donde el boca a boca omitió que el muchacho siempre había sido un “idiota”. La explicación del médico es verdaderamente convincente y podríamos estar en disposición de asumirla como la explicación oficial del extraño caso del Hombre Pez. No obstante, si nos atenemos al hecho de que aún hoy en día al existencia de un tal Francisco de la Vega y Casar en Liérganes por esos años es más que dudosa, podríamos estar ante un enriquecimiento y fabulación de un relato real aún mayor del que en un principio parece.
Construyendo una leyenda
Efectivamente, el hecho que ya desde principios del siglo XVIII se puso nombre y apellidos al Hombre Pez, de alguna manera no ya solo reforzaría la veracidad del relato, sino que añadiría un elemento de trascendencia que conseguiría que la historia fuese irrefutable. El propio Feijoo afirmaba en el tiempo de su escrito sobre el caso que aún sobrevivía un hermano de de La Vega, aunque esto lo conocía gracias a informantes secundarios. También se aluden en la narración que se le suministró a Feijoo nombres de personajes de existencia real que tuvieron que ver con los hechos, como el secretario de la inquisición Domingo de la Cantilla, aunque al parecer no hay documentación sobre las intervenciones de estos personajes ni tan siquiera, y esto es lo más significativo, sobre el hallazgo del joven en Cádiz y su recogida por los franciscanos, más allá de la crónica de Feijoo.
Es muy posible que existiese en aquel tiempo un joven enfermo o deficiente en Liérganes, cuya falta de comunicación y su extraño comportamiento pudo hacer imaginar extrañas historias y fomentar habladurías entre sus paisanos, pero es muy posible que no se llamase Francisco de la Vega, a tenor de la falta de datos reales sobre el nombre del personaje. Siguiendo la hipótesis de Gregorio Marañón, no es probable ni que el joven fuese a residir a Bilbao ni que, por supuesto, hubiese pasado cinco años viviendo en el mar: todo hubiese sido una invención popular, la primera, imaginada bastantes años después de la desaparición del Hombre Pez como elemento dramático que explicase la falsa historia de idiotización de un hombre normal, y la segunda posiblemente surgiese en vida del propio sujeto tras ser hallado al cabo de un tiempo tras haberse extraviado, no sabemos realmente si cinco años o cuanto. Un joven con rara habilidad para pasar largo tiempo en el agua pudo haber suscitado en al imaginación de las gentes que hubiese estado viviendo en el mar, habiendo desaparecido o no en las aguas. El supuesto cambio de personalidad del muchacho no hubiese sido tal, siempre habría sido deficiente, pero tras su desaparición se expandiría la leyenda de que fue la vida marina lo que le provocó dicho comportamiento. Con todo, parece evidente que la historia del hombre pez pronto se expandió no ya solo en Cantabria sino por toda España en un contexto histórico de cambios para el país como fue la pérdida del imperio Habsburgo y una época de crisis, muy proclive para desarrollar relatos extraordinarios.
Y es evidente que la leyenda del Hombre Pez tuvo mucho eco años después entre las altas capas de al sociedad y entre la Ilustración española, como pone en evidencia que Feijoo la conociese desde antes de reseñarla. La imaginación popular posiblemente añadiese los detalles de la maldición materna y el cuerpo cubierto de escamas (que Feijoo descartaba, no así muchos estudiosos posteriores, significativamente), además de que el joven desapareciese en Vizcaya y que fue hallado en Cádiz (aunque fue posible que esto ocurriese, aunque no en los términos que dice la leyenda); pero también es muy probable que los informantes de Feijoo sobre el caso fuesen los responsables de añadir un nombre al protagonista, posiblemente un sujeto anónimo del que no llegó el nombre ni siquiera treinta años después, y que inventasen algunos detalles como el aprendizaje en Bilbao, lo referente al hallazgo en Cadiz y su estancia en e convento franciscano, su prodigioso regreso a Liérganes (que pudo ser real, pero no acompañado por el religioso) y las únicas palabras que era capaz de pronunciar, cometiendo allí el error de bulto de citar “tabaco”, algo que muy dudosamente pudo conocer nuestro protagonista. La desaparición del joven, que tal vez sea cierta, da lugar además para cualquier interpretación romántica. Pero, ¿realmente el marqués de Valbuena, el informante principal de Fray Jerónimo sobre el caso, inventó junto con otros notables santanderinos buena parte de la leyenda ya existente? No lo sabemos a ciencia cierta, pero parece probable. ¿Se urdió una especie de “trampa” a Feijoo por parte de algunos “amigos” y conocidos que trataban de pone en jaque sus ideas racionalistas y todo lo que la Ilustración representaba, haciéndole creer que una habladuría fantástica pudo ser real? Desde aquel momento, Feijoo creyó en la existencia de “hombres marinos” -cuya existencia fue discutida incluso en el renacimiento- contraviniendo la esencia misma de la Ilustración que el profesaba, que no era otra que el culto a la razón. El pensador cita a un amigo (anónimo) que el aseguraba que conocía a personas que trataron al Hombre Pez, y que le sugirió que se entrevistase con ilustres montañeses que podían conocer detalles sobre el caso, entre los que cita al Marqués de Valbuena. La hipótesis de que estos personajes rediseñaron y “al ser de confianza” se la hicieron creer a Feijoo, esta ahí. Sería un ataque entre inocente y malicioso al propio Feijoo y a la ilustración, insertando un relato popular fantástico como veraz en el pensamiento de un racionalista y enemigo de la superstición. No hay que olvidar que en la España de los primeros borbones la ilustración aún suscitaba rechazo en diferentes sectores de al sociedad, muchos vinculados a la iglesia, pero también por parte de cierta nobleza.
Pero, en definitiva, así nos ha llegado la leyenda del Hombre pez de Liérganes. Sugestiva, romántica, fabulosa. Puede que no sepamos nunca la verdad. Continua aún despertando interés y fascinación (en fechas recientes se ha editado un libro que mezcla cómic y narrativa), y su inmortalidad esta asegurada.La verdad sobre el caso, puede que no fuese tan bonita, pero nos gusta creer que fue así. Lo extraordinario nos sigue fascinado al género humano, que le vamos a hacer
Entre la leyenda popular y el enigma inexplicable ha venido discurriendo la extraña crónica del Hombre Pez, uno de los sucesos insólitos más conocidos de la historia de España. Liérganes, una pequeña localidad del interior de Cantabria que en la actualidad cuenta con poco más de 2.000 habitantes es conocida por muchos por ser la cuna de la leyenda del Hombre Pez, un hombre que al perecer vivió allí a finales del siglo XVII y que fue hallado sano y salvo tras cinco años de desaparecer en el mar. Lo más sorprendente es que el tal Francisco de la Vega -que es así como cuentan las crónicas que se llamaba el que mas tarde se conocería como Hombre Pez- desapareció en el norte de la península ibérica, en Bilbao y fue literalmente pescado en el sur de la misma, en la costa andaluza de Cádiz. Cuenta la historia, que en la actualidad pertenece al dominio público, que Francisco solo sobrevivió 9 años a su milagrosa reaparición y que durante ese tiempo se comportó de forma extraña, sin apenas hablar, con comportamiento pasivo y desinteresado por todo lo que le rodeaba; en una palabra, totalmente ido. Se dice que el joven Francisco desapareció un buen día y nadie volvió saber anda más de el. También se ha llegado a contar que cuando fue capturado en Cádiz en la mar por unos pescadores, Francisco tenía parte de su cuerpo cubierto por escamas, aunque estas se fueron perdiendo una vez pasó varios días en tierra firme.
¿Ocurrió realmente este suceso? ¿Cómo ha llegado a nuestros días? ¿Ocurrió realmente una mutación humana-animal en la persona de Francisco de la Vega? ¿Que hay de verdad y de invención en esta leyenda? Lo cierto es que el mito del Hombre Pez de Liérganes aún perdura en pleno siglo XXI y es el principal motivo por la que es conocida esta pequeña localidad montañesa. La historia, desde que se popularizó a mediados del siglo XIX, ha interesado a literatos, artistas, investigadores de lo paranormal, historiadores, médicos, folklorístas o a simples cuentistas. Sigue manteniendo su “aquel” incluso hoy en día, si nos atenemos a ensayos, investigaciones o adaptaciones literarias de la historia que han surgido últimamente. La leyenda del Hombre Pez, tal y como es conocida, contiene diferentes influencias y elementos, tanto de mitología antigua, como de cuento de hadas, estudio médico arcaico, superstición o relato terrorífico romántico, por no hablar de algunas reinterpretaciones propias de la ficción científica. Demasiados elementos dispares e inconexos para dotar de veracidad a un relato ya de por sí poco verosímil. No es intención nuestra hacer una investigación ni un estudio en profundidad sobre este fascinante relato, pero si desgranar algunas de sus claves y comprobar la certeza y consistencia de esta leyenda y todos los mitos que ha generado, así como presentar la significación de la historia y las fuentes de las que posiblemente haya bebido.
Benito jerónimo Feijoo: el primer cronista
De acuerdo con la crónica original que nos ha llegado escrita sobre el “caso” del Hombre Pez de Liérganes (compuesta por dos fuentes con un siglo de diferencia), los acontecimientos tuvieron lugar entre 1674 y 1689. En esa época, el reino de España se encontraba en franca decadencia con unos Austrias de capa caída y un antiguo imperio español que se desmoronaba bajo el reinado de Carlos II. En esa época vivió en se dice que vivió en Líérganes (su existencia real aún no ha sido comprobada) Francisco de la Vega, el muchacho que en 1674, a los 17 años de edad desapareció en aguas vizcainas para luego reaparecer en la costa gaditana cinco años después sano y salvo. No fue sin embargo hasta la primera mitad del siglo XVIII cuando apareció la primera crónica escrita de los hechos, la cual popularizó el relato entre el estamento científico en plena era de la ilustración. Es decir, un hecho científicamente improbable ocupó el análisis de los primeros grandes defensores de la razón, llegando en el caso de su primer cronista Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), a interesantes conclusiones. Feijoo fue un ensayista y polígrafo gallego, destacado impulsor de la Ilustración en España. Su obra se basa en la disertación sobre diversos temas humanísticos y científicos, mostrándose enemigo acérrimo de las supersticiones populares que aún impregnaban el pensamiento de la población española. Entre su producción mas destacada se encuentra Teatro crítico universal, obra compuesta por varios volúmenes publicados entre 1724 y 1739. En uno de ellos, el volumen sexto, reseñó por primera vez por escrito la historia del Hombre pez.
Feijoo comienza su crónica sobre el suceso con las siguientes palabras:
“El caso, que da materia a este Discurso, es tan extraño, tan exorbitante del regular orden de las cosas, que no me atrevería a sacarle a la luz en este Teatro, y constituirme fiador de su verdad, a no hallarle testificado por casi todos los moradores de una Provincia, de los cuales muchos, que fueron testigos oculares, y dignos de toda fe, aún viven hoy. La noticia se difundió algunos años ha a varias partes de España debajo de la generalidad, que un Mozo, natural de las Montañas de Burgos, se había arrojado al mar, y vivido en él mucho tiempo, como pez entre los peces; y confieso, que entonces no le di asenso, de que no estoy arrepentido; pues fuera ligereza creer un suceso de tan extraño carácter, sin más fundamento, que una voz pasajera. Añadíase, que esto había sido efecto de una maldición, que sobre dicho Mozo había fulminado su madre; pero esta circunstancia fue falsamente sobrepuesta a la verdad del suceso, como veremos después”.
Feijoo reconoce que al conocer la historia años atrás la consideró “una de tantas vulgares patrañas”, de las que el mismo era encarnizado detractor, aunque mas tarde una persona de su confianza le aseguró que el mismo conocía a personas originarias de la entonces conocida como “Montaña de Burgos” que llegaron a conocer al muchacho y que daban veracidad de la historia. Feijoo se desplazó a Cantabria y allí personalidades de relevancia que dijeron conocer el insólito acontecimiento, como el marqués de Valbuena, dieron testimonio a Feijoo, el cual lo transcribe en su obra.
Según la crónica que recoge Feijoo, Francisco de la Vega y Casar fue el segundo de cuatro hermanos, todos naturales de Liérganes. Francisco nació en 1657, y a los quince años marchó a Bilbao para aprender el oficio de carpintero. Dos años después, en 1674, Francisco junto con otros compañeros fue a bañarse a la ría de Nervión, pero sus amigos lo perdieron de vista tras observarle nadando ría abajo. Tras esperarle durante largo tiempo, intuyeron que se había ahogado. El joven fue dado por muerto, llegando la noticia a su familia.
Abajo: relieve en el primer monumento al Hombre pez en Liérganes
Cinco años mas tarde, en 1679, en la costa de Cádiz unos pescadores divisan una figura que ellos creen un hombre “nadando sobre las aguas, y sumergiéndose en ellas a su voluntad”. El supuesto hombre desaparece al poco tiempo, pero en días siguientes los mismos pescadores vuelven a avistarlo en el mar. Un día, deciden dar “pesca” a la misteriosa aparición por medio de redes y lo consiguen, atrayéndole con pedacitos de mar arrojados al mar ante su presencia. Una vez en cubierta, los marineros comprobaron que no se trataba de ningún monstruo, como ellos habían supuesto al principio, sino de un ser humano, un hombre joven de seis pies de altura, corpulento, pelirrojo y con las uñas desgastadas por el salitre. No decía ni una sola palabra y no parecía comprender ningún idioma. Ya en tierra firme, se le llevó al convento de San Francisco en la provincia gaditana, donde al parecer se le practicó un exorcismo para ver si “le poseía algún espíritu maligno”. Allí pasó hospedado algunos días sin decir nada, hasta que un buen día pronunció la palabra “Liérganes”. Nadie sabía a lo que se refería hasta que un joven montañés que se encontraba trabajando en Cádiz, la reconoció. Averiguando posteriormente que el Secretario de la Inquisición, Domingo de la Cantolla, era originario del lugar, se le remitió el caso y este dio fe de la existencia de un joven de la localidad al que se había dado por ahogado en Vizcaya años atrás.
Un franciscano dedicado a la peregrinación que había llegado a Cádiz por aquel tiempo, se ofreció para llevar al joven a su localidad natal. Fue en 1680, un año después de su reaparición. Tras amarrar en Santander (y supuestamente recorrer un buen trecho), Fray Juan Rosende dijo al joven que le guiase hasta su pueblo. Así lo hizo, y fue derecho a la casa de su madre, viuda, quien le reconoció como su hijo Francisco, dado por muerto cinco años atrás. Francisco se quedó entonces a vivir con su madre en Liérganes, pero no dio nunca ninguna muestra de afecto, ni de sociabilidad y siempre permanecía absorto y sin interés por nada, no hablando a penas. Iba descalzo, casi nunca pedía comida, aunque cundo le ofrecían alimento o bebida lo consumía de manera compulsiva, aunque había días en los que no probaba bocado. No respondía verbalmente a ninguna pregunta, pero cuando se le ordenaba hacer algo (recados para gentes del pueblo), los acometía puntualmente y de manera dócil, “de manera que parece entendía lo que se el decía; pero el por sí nada discurría”. Las únicas palabras que Francisco llegó a decir eran tabaco, pan y vino (a parte de Liérganes) pero sin propósito alguno. Solo iba vestido si alguien le ofrecía ropa, y le daba igual aparecer desnudo. La crónica transcrita por Feijoo cuenta que una vez le encargaron que llevase un mensaje escrito en papel a alguien en Santander y que fué a nado desde la cercana a la capital localidad de Pedreña, atravesando su ría. Feijoo también se hace eco de que en su infancia y adolescencia Francisco era considerado un gran nadador y que pasaba largo tiempo cerca del rio Miera, el cual baña Liérganes. Nueve años después de su regreso, Francisco de la Vega desapareció misteriosamente y desde entonces nada se volvió a saber de él, aunque según Feijoo se dijo que se le había visto en un puerto asturiano, hecho que según el escritor e intelectual gallego carecía de fundamento, lo mismo que la historia de que al ser rescatado del mar, Francisco tenía parte de su cuerpo cubierto de escamas y que una vez asentado en tierra firme las fuese perdiendo.
Hombres viviendo en el mar
La primera referencia escrita de la historia del Hombre Pez, a mediados del XVIII fue popularizando el prodigioso relato por toda España, una vez que todos sus testigos hubiesen fallecido ya. Hay que advertir que el relato de Fray Jerónimo Feijoo, si se lee bien, carece de elementos verdaderamente fantásticos, con los que muchos han querido adornar la historia del Hombre Pez. El propio autor rechaza la creencia que por entonces se tenía de que Francisco de La Vega había desarrollado escamas tras su estancia en el mar (algunas crónicas aseguran que poseía una cinta de escamas desde la garganta hasta el estómago y otra que le cubría todo el espinazo) y que esta mutación o adaptabilidad en al vida marina fue fruto de una maldición materna. Lo extraordinario que reseña el pensador y religioso es el hecho de que un hombre hubiese podido sobrevivir cinco años en alta mar y haya podido recorrer a nado un trayecto que va desde el norte de la península ibérica hasta el sur de la misma, atravesando todo el Atlántico. El escritor y pensador ilustrado incluso sugería que la aparente predisposición y habilidad de Francisco para la natación pudo facilitar de manera extraordinaria su adaptación al medio marino. En lo que respecta al hecho del extraño comportamiento del joven una vez rescatado de su prodigioso periplo marino, si que se puede considerar como otro hecho sin explicación, pero ¿realmente en la crónica de Feijoo se hace menciona en algún momento que Francisco era un joven mentalmente sano? El propio autor, por supuesto, lo desconocía. Con todo, la antisocial existencia de joven en su lugar, así como su extraña y repentina desaparición, son materia prima para todo tipo de conjeturas e interpretaciones románticas y legendarias.
Abajo: Sirena y tritón
Es preciso referirse a que todo lo referente con seres monstruosos marino y criaturas mitad humanas mitad pez es una constante en la mitología y en las leyendas de al humanidad. Sirenas, tritones, ondinas, dragones marinos… Literatos griegos como Plinio afirmaron haber sido testigos de esos prodigiosos seres, avistados por cierto en la bahía de Cadiz. En el siglo XVI varios autores españoles como Juan de Mediavilla o Antonio de Torquemada también mencionaron haber visto criaturas marinas extraordinarias. Hoy se sabe que muchas de esas criaturas eran manatíes o cetáceos por entonces desconocidos. El propio Feijoo, una vez conocida la leyenda del Hombre Pez, llegó a admitir que la existencia de “hombres marinos”, era posible, admitida la posibilidad de que humanos se apareasen con peces y diesen origen a sirenas, tritones o nereidas. Es conocida en le Europa de la Edad Moderna la leyenda de los “obispos de mar”, peces supuestamente humanoides que en realidad eran una variedad de raya. En Galicia existe además la leyenda de los mariños, criaturas mitad humanas y mitad pez. Es muy posible que en la mitificación de la historia de Francisco de la Vega hubiese influido todo ese corpus legendario de humanos anfibios, especialmente en lo concerniente a su “transformación” en hombre con características físicas de pez. La deformación de esta historia, de la que no se sabe a ciencia cierta su certeza, ha terminado por convertir por cierto al Hombre Pez de Liérganes en un ser mitológico, en una criatura fantástica mitad hombre y mitad pez, que como tal ya esta integrada en la relación de seres de la mitología de Cantabría, junto con el ojáncano, el trastolillo, o el trenti.
La siguiente crónica escrita de la historia del hombre Pez de Liérganes, tras la de Feijoo, tuvo lugar casi un siglo y medio más tarde, en 1879. Fue en la revista Semanario Pintoresco español. El 27 de enero de aquel año un artículo recordó la historia del Hombre Pez. En dicho artículo se reproduce casi al pie de al letra el relato reseñado por Feijoo, con algunas novedades significativas. Allí se manifiesta que el comportamiento de Francisco una vez de regreso en liérganes “se acercaba al idiotismo”, término este que se utilizaba en el siglo XIX para definir a los discapacitados mentales. Cuenta además que asistía a los oficios religiosos solo si se lo ordenaban o si veía a otros que así lo hacía, no prestando atención a la misa. Se vuelve a reseñar el episodio del recorrido a nado a Santander para hacer llegar el mensaje, añadiendo además el hecho d que tuvo que secar el papel que llevaba consigo, intacto pero algo mojado. No se menciona de donde se han averiguado dichos hechos, aunque es muy probable que viniesen de la rumorología y de al tradición oral. Resulta también curiosa la confusión de fechas, ya que la crónica del semanario afirma que Francisco desapareció en la ría de Nervión en 1764, y no en 1674, confundiendo el orden de las cifras.
No obstante, la aportación mas significativa de este artículo, es que da por sentada la veracidad del relato y establece que Francisco pudo finalmente adaptarse a la vida en el medio marino, aunque sin dar ninguna explicación del por que ni del como, ni de su milagrosa supervivencia. En el artículo (cuyo autor no consta) se afirma que su larga vida marina fue la causa de su comportamiento anormal, ya que trastocó todos los hábitos vitales ligados al ser humano. Incluso añade una explicación al hecho por el que Francisco opto por vivir largo tiempo en el mar, ya que podía tratarse de un sujeto intrépido y aventurero, lo que unido a su afición por nadar y por los peces (pescarlos, más bien), le llevó a esa determinación de abandonar la vida en la tierra firme. Además, resalta el hecho de que el Hombre pez, de acuerdo con el relato, tenía una gran memoria para los lugares, lo cual corroboraba ese carácter, no obstante, no hay ninguna constancia de que Francisco de La Vega tuviese ese carácter aventurero ni tan siquiera de que antes de irse a vivir a Bilbao hubiese salido de Liérganes y alrededores.
Expediente Hombre pez
De considerarse cierta la historia de Francisco de La Vega, ¿pudo un hombre vivir en alta mar cinco años? La razón parece dar una respuesta negativa. Entonces, ¿es cierta la historia? ¿Existió realmente Francisco de la Vega y tuvo lugar todo lo que se menciona en la historia del Hombre Pez? Este debate se ha abierto últimamente por parte de no pocos autores y estudiosos, y es que, entre otras cosas, se carece de la partida de nacimiento de Francisco de la Vega. Lo que es evidente es un si en un principio, la historia del Hombre Pez durante el siglo XIX y buena parte del XX nunca traspasó la berrera del cuento de hadas, lo folklórico y lo pintoresco (aunque ya en el siglo anterior la singular leyenda se había extendido tanto hasta el punto de que el Hombre Pez pasó a convertirse en el símbolo de Liérganes), en los últimos años parece haber suscitado con fuerza la curiosidad de investigadores y estudiosos de lo paranormal. Un expediente X con claro sabor ibérico en donde se trata de averiguar principalmente si lo legendario tiene un sustento real. Esta reciente reinterpretación del caso del Hombre Pez en clave de enigma sobrenatural peca de torpe al tratar de averiguar algunos hechos del relato que se han demostrado que no son ciertos, como el de la transformación de Francisco en un pez humano, algo que pese a la falta de pruebas mas allá de la tradición oral (recordemos que Feijoo ya descartaba este hecho como patraña), muchos se empeñan en afirmar que fue así. Más justificado es el interés por saber como una persona pudo sobrevivir en el mar, aunque por ahora, de darse por cierto este acontecimiento no hay ninguna respuesta. ¿Mutó Francisco, adaptó su cuerpo a la vida marina? El tema de las transformaciones humanas en animales ha apasionado siempre a al imaginación del hombre, muchas veces afirmando que de las relaciones de hombres con animales surgían aberraciones de la naturaleza o sosteniendo que por motivos sobrenaturales un hombre podía transformarse en animal (los licántropos, por ejemplo). La transformación, aunque sea solo parcial o simbólica de Francisco de la Vega en Pez es la base en la que se ha edificado dicha leyenda, aunque en la tradición popular siempre tuvo más predicación la “hazaña” de sobrevivir cinco años a nado en alta mar. Esta visión, que la propia localidad de Liérganes en el siglo XX explotó en su día para homenajear a su leyenda local, era la más correcta más correcta por el hecho de que no atentaba contra la fe cristiana proponiendo una transformación sobrenatural de connotaciones brujeriles y paganas.
Si se analizan diversas fuentes sobre la historia del Hombre Pez, se contemplan diversas lagunas, incongruencias y contradicciones. Es perfectamente creíble la existencia de un pobre muchacho con alguna discapacidad mental en una aldea del siglo XVII y que cuyo comportamiento suscitaba la extrañeza entre sus vecinos. El hecho de si Francisco de la Vega pudo ser deficiente psíquico es un debate que surgió ya desde el inicio de la popularización de la leyenda en toda España y que hoy en día estaría aceptada no ya solo como hipótesis sino como realidad sino fuera por el hecho de el extraordinario suceso que vivió el personaje, anterior a la crónica de su desvarío mental y comportamental, y por el hecho de que nada se dice si antes de trasladarse a Bilbao para dedicarse a al carpintería Francisco era ya un “pobre idiota” . El hecho de que el joven comenzase a aprender el oficio de carpintero, tal y como se dice en la tradición, descartaría en un principio que Francisco padeciese alguna deficiencia psíquica ya que por aquel entonces no se integraba laboralmente a los “anormales”, de aquella manera. Se ha dicho también, como hemos visto, que Francisco quedó así afectado por su experiencia marina. Es precisamente este hecho (el defendido también por los investigadores de lo paranormal) el que ha otorgado a la historia un halo romántico y sugestivo, unido la misteriosa desaparición del joven, que muchos han explicado con un regreso a su verdadero hogar, el mar. Una reinterpretación romántica de hechos en si nada poéticos (la enfermedad mental de un joven de un pueblo rural en la España de los Austrias decadentes de finales del XVII), siempre da mucho juego. Lo malo es cuando se toma a pies juntillas.
Entre las variaciones y añadidos que encontramos de la historia del Hombre Pez tal y como al contó Feijoo, algunas son anecdóticas (la edad en al que el joven Francisco marchó a Bilbao, por ejemplo), pero otras son significativas. Se dice que Francisco desapareció en la localidad vizcaina de Las Arenas, perteneciente al municipio de Getxo, cerca de Bilbao, en lugar de esta última ciudad. Se dice también que una vez avistado nuestro hombre pez en las costas andaluzas se organizaron batidas pesqueras para capturarlo y que sus dedos estaban palmeados por una especie de membrana. Estos acontecimientos, no tiene fundamentación alguna y pertenecen al terreno de la imaginación, lo mismo que el añadido a la historia de que Francisco fue interrogado hábilmente por el tribuna de al inquisición una vez fue capturado en Cádiz o que solo se alimentaba de pescado. La supuesta desaparición del hombre pez también ha estimulado bastante la imaginación: en Cantabria se ha llegado a asegurar que el Hombre pez se sumergió en el río Miera y pese que muchos vecinos trataron de impedírselo, nadó supuestamente hacia el mar. También se dice que desapareció en un recado que se el encomendó, sumergiéndose en la bahía santanderina. Estos finales pertenecen al terreno de la deformación de un relato oral.
Verdad y mito
Abajo: El mito griego de Glauco guarda similitud con la historia del Hombre pez
Es lícito dudar de la veracidad de esta historia, sobre todo cuando parece muy dudoso que en aquellos años existiese un sujeto llamado Francisco de la Vega y Casar en Liérganes, ya que no se ha encontrado partida de nacimiento. Hace unos años, un conocido periodista español especializado en misterios aseguró haber en un convento de Cantabria la partida de nacimiento de Francisco de la Vega, así como posteriormente su partida de defunción, en donde había una incluso una anotación que ponía “hombre pez”, realizado por algún juez o eclesiástico. Posteriormente, se ha podido comprobar que en la partida de nacimiento, de 1658, no pone Francisco sino Juan, y que la supuesta partida de defunción había experimentado demasiados tachones y cambios a lo largo de los años sucesivos, lo que muy posiblemente había afectado a las fechas que allí se ponían, al nombre del finado, además de haberse añadido muy posteriormente al palabra “hombre pez”, escrita allí para indicar posiblemente una localización geográfica (en Liérganes, en la actualidad, existe un paseo llamado “del Hombre Pez”). Y claro, está, tampoco se debe pasar por alto que el hecho de que existiese una presunta partida de defunción de de La Vega, invalidaría la hipótesis de la misteriosa desaparición, algo a lo que el periodista no dio excesiva importancia. No obstante, es cierto que se ha llegado a aportar un acta de bautismo del 22 de octubre de 1658 de un tal Francisco de la Vega, pero ese apellido era muy común en esa zona de Cantabria.
Otras circunstancias dudosas son las referidas a la pronunciación de Francisco de la palabra “tabaco”. Si bien dicho producto se difundió ampliamente en Europa a principios del siglo XVII, procedente de América un siglo atrás, su consumo en la época en la que desapareció el hombre pez entre solo estaba relativamente extendido en ambientes urbanos y aristocráticos, consumido en pipa, por lo que parece poco probable que nuestro protagonista conociese someramente el consumo de dicho producto, por lo menos al mismo nivel que podía significar para un habitante de una aldea rural española del siglo XVII el consumo de pan o de vino, las otras palabras que según el texto del Teatro Crítico Universal de Feijoo, Francisco decía. Ya a principios del siglo XVIII, fecha en la que el pensador gallego escribió dicha obra, el consumo de tabaco estaba más extendido en la España de Felipe V; da la impresión de que las escasas palabras que según las primeras crónicas el Hombre pez pronunciaba son una invención de aquella época, imaginada por parte de aquellos que decían haber conocido los sucesos y que sirvieron de fuente a Feijoo. Hay que advertir que estas tres palabras expresan tres “necesidades” que un ciudadano español de la época podía sentir, o más bien algún burgués o aristócrata, ya que el tabaco aún era casi de exclusivo patrimonio de las capas sociales altas. El valor simbólico de dichas palabras, como expresiones de necesidad de consumo humano, parece más bien una licencia dramática que trata de embellecer la historia.
Las dudas sobre la veracidad de la historia del Hombre Pez se sustentan en los argumentos que acabamos de ver, pero no por ello se debieran descartar elementos de ella que pueden ser perfectamente reales y que de alguna manera se malinterpretaron o exageraron. No hay que olvidar que el relato se extendió desde un entorno rural y campesino en una época precisamente no demasiado luminosa de la historia de España, y que el desconocimiento y la tendencia a los chismes y las habladurías de la gente de aldea pudo haber construido una especulación fabulosa a partir de hechos no muy usuales para ellos pero perfectamente asumibles para la mentalidad moderna, como era el hecho de la existencia de un sujeto con una discapacidad mental grave residiendo en la aldea
Siguiendo la hipótesis de Fray Jerónimo Feijoo, compartida por los autores del artículo del Semanario Pintoresco, de que Francisco de la Vega pudo adaptar su metabolismo al medio marítimo gracias a su habilidad para la natación, esto parece totalmente descartado siguiendo un criterio científico racional. Pero, ¿pudo ser Francisco de la vega, en el caso de haber existido, un sujeto excepcional? Desde un punto de vista paracientífico, esto abriría un apasionante debate que sin duda hará las delicias (y de hecho las hace) de los investigadores de lo paranormal y de la medicina actual, como muestra de una anomalía física y biológica extraordinaria, de no ser, por las sombras que rodean a la misma existencia del Hombre Pez, a los inciertos detalles de la historia, que antes hemos expuesto y a una explicación de carácter racional que se aportó en el siglo XX.
Gregorio Marañón y las razones de la ciencia
Sea como fuere, todo un ilustrado y defensor de al razón como Feijoo terminó admitiendo la existencia de seres humanos marinos adaptados al mar y de aberraciones icto-humanas, siguiendo en buena parte las creencias mitológicas grecolatinas sobre estos seres. En base a esos postulados, el insigne médico psiquiatra del siglo XX Gregorio Marañón (1887- 1960), escribió un ensayo titulado Las ideas biológicas del padre Feijoo, en donde entre otros mitos, trata de hallar una explicación científica al caso del Hombre Pez de Líérganes. Pese a la total credibilidad de los datos aportados, el médico e intelectual madrileño no anduvo avispado al dar explicación, entre otras cosas, a un hecho que el propio Feijoo descartaba: el que el cuerpo de de La Vega era escamoso, y que el doctor Marañón atribuía a una ictiosis. No obstante, los datos que arrojó, bien podrían dar una explicación científica sobre buena parte del caso. Marañón defendió que Francisco padecía cretinismo, enfermedad en donde el paciente padece desarrollo físico y mental y algunas deformaciones. Esta tesis, descartaba por tanto que el joven fuese enviado por su madre viuda a Vizcaya a aprender un oficio, ya que según el médico y pensador en realidad lo que ocurrió es que el joven deficiente hubiese abandonado su localidad en una de sus erráticas excursiones propias de esa enfermedad y que volviese al cabo de unos años o que desapareciese tras bañarse en Bilbao o en algún otro lugar, y cinco años después de un vagabundo por toda España apareciese bañándose en la costa de Cádiz , urdiéndose luego en las gentes de aldea de la comarca (cerca de la vega de Pas) la leyenda del muchacho que sobrevivió en el mar. Francisco, jamás pudo dar explicación a lo que le ocurrió, lo que haría que se desarrollasen todo tipo de especulaciones. Marañón además señala que la mayoría das extravagancias conductuales del joven no son sino síntomas de cretinismo, enfermedad que en aquel tiempo era muy común en la Cantabria montañosa. El Dr. Marañón también añade una explicación a la habilidad marina del joven montañés, ya que la ictiosis que también supuestamente padecía nuestro protagonista, otorga resistencia en las inmersiones. Sería esa habilidad acuática lo que hizo imaginar que el joven, incapaz de comunicarse, pudiese haber vivido largo tiempo en el mar
Aunque la explicación de Marañón es totalmente asumible, existen algunas lagunas, como por ejemplo, por que se consideró que Francisco era perfectamente normal antes de ser hallado en la costa andaluza. Siguiendo las tesis del Dr. Marañón, podríamos asumir que la transmisión oral del “hecho extraordinario”, transformó el periplo del joven en una historia fabulosa y exagerada, en donde el boca a boca omitió que el muchacho siempre había sido un “idiota”. La explicación del médico es verdaderamente convincente y podríamos estar en disposición de asumirla como la explicación oficial del extraño caso del Hombre Pez. No obstante, si nos atenemos al hecho de que aún hoy en día al existencia de un tal Francisco de la Vega y Casar en Liérganes por esos años es más que dudosa, podríamos estar ante un enriquecimiento y fabulación de un relato real aún mayor del que en un principio parece.
Construyendo una leyenda
Efectivamente, el hecho que ya desde principios del siglo XVIII se puso nombre y apellidos al Hombre Pez, de alguna manera no ya solo reforzaría la veracidad del relato, sino que añadiría un elemento de trascendencia que conseguiría que la historia fuese irrefutable. El propio Feijoo afirmaba en el tiempo de su escrito sobre el caso que aún sobrevivía un hermano de de La Vega, aunque esto lo conocía gracias a informantes secundarios. También se aluden en la narración que se le suministró a Feijoo nombres de personajes de existencia real que tuvieron que ver con los hechos, como el secretario de la inquisición Domingo de la Cantilla, aunque al parecer no hay documentación sobre las intervenciones de estos personajes ni tan siquiera, y esto es lo más significativo, sobre el hallazgo del joven en Cádiz y su recogida por los franciscanos, más allá de la crónica de Feijoo.
Es muy posible que existiese en aquel tiempo un joven enfermo o deficiente en Liérganes, cuya falta de comunicación y su extraño comportamiento pudo hacer imaginar extrañas historias y fomentar habladurías entre sus paisanos, pero es muy posible que no se llamase Francisco de la Vega, a tenor de la falta de datos reales sobre el nombre del personaje. Siguiendo la hipótesis de Gregorio Marañón, no es probable ni que el joven fuese a residir a Bilbao ni que, por supuesto, hubiese pasado cinco años viviendo en el mar: todo hubiese sido una invención popular, la primera, imaginada bastantes años después de la desaparición del Hombre Pez como elemento dramático que explicase la falsa historia de idiotización de un hombre normal, y la segunda posiblemente surgiese en vida del propio sujeto tras ser hallado al cabo de un tiempo tras haberse extraviado, no sabemos realmente si cinco años o cuanto. Un joven con rara habilidad para pasar largo tiempo en el agua pudo haber suscitado en al imaginación de las gentes que hubiese estado viviendo en el mar, habiendo desaparecido o no en las aguas. El supuesto cambio de personalidad del muchacho no hubiese sido tal, siempre habría sido deficiente, pero tras su desaparición se expandiría la leyenda de que fue la vida marina lo que le provocó dicho comportamiento. Con todo, parece evidente que la historia del hombre pez pronto se expandió no ya solo en Cantabria sino por toda España en un contexto histórico de cambios para el país como fue la pérdida del imperio Habsburgo y una época de crisis, muy proclive para desarrollar relatos extraordinarios.
Y es evidente que la leyenda del Hombre Pez tuvo mucho eco años después entre las altas capas de al sociedad y entre la Ilustración española, como pone en evidencia que Feijoo la conociese desde antes de reseñarla. La imaginación popular posiblemente añadiese los detalles de la maldición materna y el cuerpo cubierto de escamas (que Feijoo descartaba, no así muchos estudiosos posteriores, significativamente), además de que el joven desapareciese en Vizcaya y que fue hallado en Cádiz (aunque fue posible que esto ocurriese, aunque no en los términos que dice la leyenda); pero también es muy probable que los informantes de Feijoo sobre el caso fuesen los responsables de añadir un nombre al protagonista, posiblemente un sujeto anónimo del que no llegó el nombre ni siquiera treinta años después, y que inventasen algunos detalles como el aprendizaje en Bilbao, lo referente al hallazgo en Cadiz y su estancia en e convento franciscano, su prodigioso regreso a Liérganes (que pudo ser real, pero no acompañado por el religioso) y las únicas palabras que era capaz de pronunciar, cometiendo allí el error de bulto de citar “tabaco”, algo que muy dudosamente pudo conocer nuestro protagonista. La desaparición del joven, que tal vez sea cierta, da lugar además para cualquier interpretación romántica. Pero, ¿realmente el marqués de Valbuena, el informante principal de Fray Jerónimo sobre el caso, inventó junto con otros notables santanderinos buena parte de la leyenda ya existente? No lo sabemos a ciencia cierta, pero parece probable. ¿Se urdió una especie de “trampa” a Feijoo por parte de algunos “amigos” y conocidos que trataban de pone en jaque sus ideas racionalistas y todo lo que la Ilustración representaba, haciéndole creer que una habladuría fantástica pudo ser real? Desde aquel momento, Feijoo creyó en la existencia de “hombres marinos” -cuya existencia fue discutida incluso en el renacimiento- contraviniendo la esencia misma de la Ilustración que el profesaba, que no era otra que el culto a la razón. El pensador cita a un amigo (anónimo) que el aseguraba que conocía a personas que trataron al Hombre Pez, y que le sugirió que se entrevistase con ilustres montañeses que podían conocer detalles sobre el caso, entre los que cita al Marqués de Valbuena. La hipótesis de que estos personajes rediseñaron y “al ser de confianza” se la hicieron creer a Feijoo, esta ahí. Sería un ataque entre inocente y malicioso al propio Feijoo y a la ilustración, insertando un relato popular fantástico como veraz en el pensamiento de un racionalista y enemigo de la superstición. No hay que olvidar que en la España de los primeros borbones la ilustración aún suscitaba rechazo en diferentes sectores de al sociedad, muchos vinculados a la iglesia, pero también por parte de cierta nobleza.
Pero, en definitiva, así nos ha llegado la leyenda del Hombre pez de Liérganes. Sugestiva, romántica, fabulosa. Puede que no sepamos nunca la verdad. Continua aún despertando interés y fascinación (en fechas recientes se ha editado un libro que mezcla cómic y narrativa), y su inmortalidad esta asegurada.La verdad sobre el caso, puede que no fuese tan bonita, pero nos gusta creer que fue así. Lo extraordinario nos sigue fascinado al género humano, que le vamos a hacer
Francisco de la Vega... sea o no el nombre verdadero.. una persona que simplemente se dejo llevar por lo que lo pasionaba el mar.... M@be
ResponderEliminarosea que kieren desir que es to es falso que en realidad no selllama francisco de la veja si no juan y diganme por que estudiar este caso ya que todos los que partisiparon en este ayasgo estan muertos y no sacar la verdad ala luz
ResponderEliminarVeasé la explicación científica de los posibles hechos respecto a las enfermedades cretinismo e ichtiosis en el centro de información del mismo Liérganes, pueblo muy boníto que merece una visíta aún sin tener en cuenta la leyenda del "hombre pez".
ResponderEliminarEl centro de información se encuentra al lado del puente viejo.
Por otro lado yo creo ser posible que un individuo vaya nadando de roca en roca y de playa en playa hasta llegar de Cantabria a Cádiz, alimentándose de lo que pille, y que el trayecto tarde cinco años. Quizás las corrientes marinas y la costa ayudáran a mantener el rumbo. A cualquiera que lo dude le recomiendo que haga la prueba, los mas valientes sin neopreno, lo que no quiere decir que de verdad ocurriera en el siglo XVII.