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Terry Gillian, el único estadounidense de los carícatos británicos Monty Python siempre ha sido un director fuera de serie, aunque en esta década de 2000 parecía gafado. Rompe por fin el maleficio con The Imaginarium of Dr. Parnassus, pequeña gran maravilla que devuelve al cineasta sus mejores épocas, como en Brazil (1984), su obra maestra, o El Rey Pescador (1991). En películas como la misma Brazil, Los Ladrones del Tiempo (1981), 12 Monos (1995) o Las Aventuras del Barón Munchäussen (1989), Gillian hizo gala de un extraño barroquismo fantástico visual surrealista, heredero de su época de autor de secuencias de animación y diseño de producción en las creaciones de Monty Python, que dejó embelesados a público y crítica y que influyó decisivamente en la cultura audiovisual de finales del siglo XX (y principios del XXI). Este sello que parecía en los últimos años perdido, vuelve a recuperarse en la mejor película de Gillian en mucho tiempo, y con mucha, muchísima fuerza. Con este nuevo esfuerzo creativo, ha quedado atrás una larga etapa de sinsabores, que comenzó con el fallido proyecto (rodaje interrumpido) de The Man who killed Don Quixote (2002), el fracaso artístico y comercial de Los Hermanos Grimm (2005) y el desastre total con Tideland (2005), que ni tan siquiera se ha estrenado en España.
Es que Dr. Parnassus no solo es una película fantástica de muchos quilates, sino es la película más autobiográfica y poética del propio director , un homenaje a su propio mundo y a las influencias que han forjado su poderosa imaginación, a través de un extraño y desconcertante personaje central, el Dr. Parnassus (un inconmensurable Cristopher Plummer), un anciano de más de 1000 años y aparente inmortalidad que parece haber estado antes de que el mundo era el mundo y haber habitado en extraños universos paralelos. Su poder es el de poder materializar la imaginación de las personas y hacerlas vivir oníricos pasajes de sueño o de pesadilla, según las personalidades y deseos de estos; todo ello a través de un barroco e inquietante teatrillo ambulante que pulula en los lugares más insospechados de Londres. Una serie de personajes bizarros y asaz irreales, marca de la casa Gillian, colaboran con el anciano en su empresa de materializar la imaginación de los mortales…y enseñarles el camino a la ¿verdad?, inmortalidad?, ¿el Cielo? El mismísimo diablo, con el nombre de Mr. Nick y encarnado por el músico Tom Waits, es el más encarnizado rival del Doctor, quien lucha por hacerse con las almas de las personas que Parnassus y su pintoresca troupe invitan a penetrar en el “espejo mágico”. La irrupción de la escena de Tim, un misterioso joven suicida con amnesia que termina uniéndose a la compañía del Imaginario, da un vuelco a la historia.
Esta película tiene además una extraña y trágica singularidad, y es que es el último film (y póstumo) de Heath Ledger, quien falleció estando rodando la peli. La ausencia del actor en casi la mitad del filme, obligó a Gillian a utilizar un curioso recurso que modificó algunos aspectos del guión y que insólitamente ha terminado por enriquecer la película: el personaje de Tim sufre cambios de imagen/persona una vez entra en el mundo onírico del Imaginarium: Otros tres actores, de la talla de los Johnny Deep, Jude Law, y Colin Farrell, interpretan al “mutado” Tim, en algunas de las mejores secuencias del filme, por cierto. Los tres no cobraron nada por su trabajo, ya que el sueldo fue para la hija de Ledger, a cuya memoria va dedicada la película.
¿Y que decir de el poderío visual del fime? Pues que es sencillamente exultante, sorprendente. En ese aspecto, es la película de Terry Gillian más redonda y perfecta. Una iconografía y un universo conceptual que remiten a los cómics de Little Nemo, a la Papperland de Yellow Submarine, a Alejandro Jodorowsky, a Lewis Caroll, y, cómo no, a las idas de olla de Monty Python, quienes también tiene su momento de homenaje. Una gran idea la de combinar el realismo cotidiano del Londres actual con un mundo de fantasía que parece chirriar de manera escandalosa y terrorífica cada vez que llega a cualquier esquina de la capital inglesa. Verne Troyer (el miniyó de Austin Powers ), y los jóvenes Lily Cole y Andrew Garfield completan el plantel estelar del reparto de este retorcido y simbólico cuento de hadas, tal vez de difícil comprensión (ni el propio Gillian sabe quién es el Dr. Parnassus), pero enormemente sugerente y evocador. Una delicatesen y un regalo para la vista.
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