Antes de que a mediados del siglo XIX Marx y Engels postulasen el socialismo científico, en el primer tercio de dicho siglo, una serie de pensadores y escritores comenzaron a preocuparse por los efectos negativos de la industrialización en la sociedad y en la economía y por la situación de los trabajadores que esto generaba. Así, anticipándose al surgimiento del socialismo tal y como lo conocemos, estos autores pusieron la base de la ideología creando una serie de doctrinas cuya finalidad no es muy diferentes de la que Karl Marx concibió años después: una reparto de los medios de producción más justo (en donde también era posible eliminar la propiedad privada) y una sociedad, en definitiva, mas igualitaria.
Aunque los distintos autores diferían en varios aspectos, el nexo común de estas teorías era el interés por conseguir un tipo de sociedad ideal, en donde se rompiese radicalmente con la nefasta situación social que había creado el surgimiento del capitalismo a finales del siglo XVIII y se caminase hacia una especie de mundo feliz en donde la economía, el mercado, la producción fuesen positivos y beneficiosos para absolutamente todo el mundo. A esta escuela de pensamiento se le conoce hoy día como Socialismo Utópico, en contraposición al Socialismo Científico de Marx y Engels. La un tanto ingenua creencia en un futuro mejor y en una sociedad perfecta que debería surgir de la ruptura el curso natural de la historia y de la creación de nuevas comunidades sociales y económicas, era claramente algo utópico por la gran dificultad en extender estas comunidades ideales en todas y cada una de las parcelas de la sociedad y por la falta real de medios para conseguir sus objetivos. Es por ello que Friedrich Engels, popularizador del término Socialismo Utópico, tachase a esta escuela, en su obra Del socialismo utópico al socialismo científico, de anticientífica (sin un análisis meticuloso previo de la sociedad y de la economía) y propugnadora de ideales irrealizables, aunque reconocía ciertamente que dicha escuela fue precursora del socialismo moderno. La vida del socialismo utópico fue como doctrina desde luego que muy breve, y ya a mediados del XIX el socialismo científico había desplazado al utópico como el ideal principal de la élite intelectual defensora de un reparto más justo de la riqueza convirtiéndole en poco menos que una pintoresca ideología romántica, aún cuando los “experimentos” sociales del socialismo utópico siguieron teniendo lugar durante varios años. A parte de ser el embrión del socialismo, muchos autores posteriores señalarán acertadamente que el socialismo utópico influyó en el surgimiento del cooperativismo y de la socialdemocracia, así como también es evidente que muchas de las ideas del ecologismo y el feminismo ya aparecieron tempranamente en el socialismo utópico.
En busca de una sociedad perfecta
En definitiva, el legado del socialismo utópico es más grande de lo que a simple vista parece, ya que su impronta se deja ver en los siglos XX y XXI en conceptos tales como las ecoaldeas, las comunas hippis, en diferentes movimientos pacifistas, y en cierta concepción contemporánea de la ética en la política y en la sociedad, a veces tendente al buenismo naïf.
Los teóricos del socialismo utópico procedían de Francia y el Reino Unido, países que a principios del siglo XIX no solo eran los más industrializados de Europa, sino que intelectual y políticamente eran la vanguardia de la humanidad. No era de extrañar pues que este pensamiento hiciese aparición en esos dos países, aunque la intención de estos pensadores era extender sus teorías y aplicaciones prácticas en todo el mundo. Porque, pese a las acusaciones que el socialismo científico hizo de estas teorías tachándolas de irrealizables -ya que según ellos eran fruto de un análisis económico y social mínimo- en realidad estos pensadores no solo estaban convencidos de la aplicación práctica de sus postulados, sino que no dudaron en introducir el método científico en sus teorías, experimentando con nuevas formas de sociedad y convivencia testando así la consistencia de sus teorías, aunque los resultados no fuesen los esperados. Por otra parte, también se achacó a los socialistas utópicos en el siglo XIX el desear introducir cambios forzados en el curso natural de la historia, algo que los marxistas veían como innecesario e improcedente ya que la propia historia según ellos confrontarían a la clase obrera con la burguesía y entonces surgiría la sociedad socialista. Ciertamente, los socialistas utópicos no contemplaban ninguna lucha de clases y no veían necesaria ninguna dramática pérdida de poder económico en las clases altas, su finalidad no era otra que la de mejorar las condiciones de vida de todas las capas sociales, aunque esto no fuese sobre el papel algo muy consistente.
La fábrica textil de New Lanark, en Escocia. La industria ideal creada por Robert Owen
Los teóricos del Socialismo utópico fueron, por orden de nacimiento, el conde Henri de Saint-Simon (1760-1825), Robert Owen (1771- 1858), Charles Fourier (1772- 1837) y Etienne Cabet (1788-1856). Todos ellos tuvieron sus seguidores y la mayoría la oportunidad de experimentar la aplicación práctica de sus teorías en la primera mitad del siglo XIX. Es necesario señalar que el ideario del socialismo utópico, además de en los ideales nacidos de
Saint-Simon (1760-1825), el socialismo industrial y cristiano
El francés Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, fue tal vez el primer teórico de la sociedad industrial, además de ser precursor de la sociología moderna y ser el primer socialista utópico, y por lo tanto, el primer socialista. Fue un crítico de la sociedad surgida en su país tras
Saint-Simon veía pues que el gobierno ideal era aquel que producía (industria, bienes materiales, obras públicas) y administraba, dedicándose en cuerpo y alma con sus obras, productos y bienes conseguidos, al beneficio de la sociedad. Eran necesarias pues grandes “empresas” acometidas por el Estado. La industria sería pues la base de una sociedad donde no existiría la herencia (y por consiguiente no habría acumulación desmedida de bienes), aunque persistiría la propiedad privada y el capitalismo, si bien este sería más igualitario, ya que el trabajador cobraría según su productividad. El socialismo de Saint-Simón sería, por así decirlo, “industrialista”, y pese a que deseaba una sociedad sin clases, estaba claro que ponía a los industriales en un peldaño mas arriba de los trabajadores.
El pensamiento de Saint-Simon se encuentra en obras como La industria, el sistema (1823) o El Nuevo Cristianismo (1825). El propio Saint-Simon no llegó a liderar la materialización de ninguno de los cambios que él propugnaba, aunque sus seguidores, los sansimonistas, lo intentaron tras la muerte de su maestro en 1825. La inspiración religiosa cristiana del pensamiento del filósofo y sociólogo francés hizo que el sansimonismo derivase tras la revolución de 1830 en una especie de movimiento religioso de carácter más bien sectario el cual llegó a organizarse durante dos años, aunque en 1832 el gobierno francés llevó a cabo una persecución contra el colectivo que originó su desaparición. No obstante, algunos sansimonistas lograron posteriormente importantes hitos en el mundo empresarial y político, sin que en ningún caso se llevasen a cabo los ideales propugnados por su maestro intelectual. Con todo, esta claro que el pensamiento de Saint-Simon fue decisivo para el desarrollo del socialismo moderno y para la lucha por las mejoras de la situación de la clase trabajadora; así, el antiguo sansimonista Louis Blanc propuso tras la revolución de 1848 una nueva organización del trabajo y la creación de los célebres Talleres Nacionales en Francia; otro discípulo de Saint-Simon, Pierre Leloux, creó el término “socialismo” y desarrolló el concepto humanista de la ideología; mientras que Buchez fue uno de los padres del cooperativismo, y Eugenie Niboyet, Pauline Roland y Flora Tristán postularon la emancipación femenina. En el nacionalismo italiano, Garibaldi y Mazzini también tomaron nota del sansimonismo. En resumidas cuentas, se puede decir que Sant-Simón creó el socialismo y fue uno de los introductores del componente ético en la política.
Robert Owen (1771- 1858) y las comunidades cooperativas
Robert Owen, galés, no era un intelectual propiamente dicho sino un hombre de negocios de gran inteligencia y bastante preocupado por el factor humano del trabajo en todos sus sentidos. En 1799 se estableció en Glasgow tras casarse con la hija del propietario de los molinos de algodón de New Lanark, cerca de la gran ciudad escocesa. Años más tarde, Owen era co-propietario de dichos molinos, una de las industrias textiles mas prosperas de Escocia. El industrial galés era en aquel tiempo seguidor de Jeremy Bentham, uno de los teóricos del utilitarismo, y de cuyo pensamiento estaba fuertemente influenciado; de hecho desde su llegada a New Lanark estaba convencido en los principios del utilitarismo, pero al realidad que vió Owen en la fabrica le llevó no solo a eso, sino a adoptar medidas mas drásticas.
En New Lanark trabajaban cerca de 2000 personas, 500 de ellas niños, en penosísimas condiciones y sin recibir apenas salario en moneda, ya que muchas veces se cobraba en especies. La situación de insalubridad y miseria en los trabajadores, especialmente en los niños, era insostenible. La primera media de Owen, cuando en 1810 se hizo cargo de la gestión de la fábrica, fue primero vender bienes sobrantes de la empresa obteniendo con ellos ganancias con las que aumentar el miserable salario de los obreros y después eliminar el mercadeo de trueque que se había establecido entre los trabajadores ante la imposibilidad de comprar con dinero estableciendo tiendas para los trabajadores en donde se vendiesen artículos a precio de coste. Owen se interesó especialmente por la situación de los niños obreros, huérfanos salidos de hospicios, y creó un servicio de vigilancia a la infancia en Escocia.
Pese a que en sus primeros años al frente de New Lamark el negocio siguió siendo próspero, sus socios le acusaban de encarecer los gastos con sus medidas. Owen deseaba introducir más cambios en la empresa, pero estos se lo impedían, por lo que decidió comprar New Lamark en 1813 junto con otros inversores entre los que estaba su maestro ideológico Jeremy Bentham. Ese mismo año publica el primero de sus escritos, Una nueva visión de la sociedad o Ensayos sobre el principio de formación del carácter humano. La visión de Robert Owen era que el hombre no era responsable de sus acciones, ya que este era producto del entorno, no existiendo comportamiento humano prefijado o absoluto. Este pensamiento le llevó a postular la necesidad de una profunda reforma laboral, social y educacional que mejorase las condiciones de vida del ser humano, que muchas veces eran infrahumanas, como el mismo pudo comprobar. También es de destacar el hecho de que era un furibundo antirreligioso que afirmaba que la religión en un animal débil e imbécil y en un miserable hipócrita. La principal preocupación de Owen se convirtió en la reforma del sistema de educación para mejorar al ser humano (el capital humano), a la cual dedicó bastantes esfuerzos durante su vida.
Residencia de Owen en New Lanark
Owen siguió introduciendo mejoras para en las condiciones de sus empelados en New Lamark, como jornadas de trabajo mas cortas, escuelas para los niños trabajadores, viviendas obreras más dignas, eliminación de tareas penosas, mantenimiento del salario en época de reducción de ventas y todo con sustanciosas ganancias empresariales. La motivación en la labor del obrero, también fue una de las más significativas aportaciones de Owen a la eliminación de la penosidad del trabajo en aquellos primeros años de la revolución industrial. Robert Owen había convertido a New Lamark en no solo una de las fábricas más ricas del Reino Unido, sino en un ejemplo de bienestar y de felicidad en el trabajador.
En 1817, Robert Owen estableció su gran aportación al socialismo utópico propiamente dicho, las granjas cooperativas. En aquel tiempo posterior a las guerras napoleónicas, la pobreza había aumentado espectacularmente en Europa y la llegada de las maquinas a la industria dibujaba un panorama incierto para la clase obrara y para la sociedad en su conjunto. Owen propuso como medida para erradicar la pobreza la creación de ocupación en una comunidades de su creación llamadas aldeas cooperativas (villages of cooperation). Las aldeas cooperativas estarían dedicadas principalmente a la producción agrícola aunque también albergarían industrias. Owen estableció que ocuparían terrenos de
New Harmony
La idea de las aldeas cooperativas de Owen inicialmente no tuvo éxito en su Reino Unido natal debido al nulo interés de inversores y del gobierno, pero en 1825 pudo fundar una cerca de Glasgow y en 1826 otra en EEUU, la llamada comunidad New Harmony, en Indiana. No obstante Owen no ejerció sobre ellas ninguna supervisión directa y las dos fueron un rotundo fracaso, quebrando a los dos años de inaugurarse. Esto se debió también en gran parte a que los miembros de ambas comunidades no eran precisamente trabajadores vocacionales -muchos eran aristócratas curiosos, aventureros, teóricos intelectuales o gente poco apta para la producción- y a que los intereses particulares de los cooperativistas terminaron por desechar cualquier aceptación de la propiedad común (en New Harmony se dio además el hecho de que William Allen, colaborador de Owen en el proyecto, huyó con las ganancias). Owen, que había permanecido en Norteamerica durante toda la experiencia de New Harmony, decidió establecerse en Londres en 1828, abandonando también New Lamark. Durante el periodo 1831-1839 creó experiencias de intercambio laboral en la capital británica y en Birmingham que fracasaron, y puso en marcha nuevas comunidades owenitas en Irlanda y en el RU que también fracasaron por diversos motivos al poco tiempo de inaugurarse. No obstante, la figura de Robert Owen era ya admirada por la clase obrera británica (el owenismo inspirará al cartismo y al movimiento obrero inglés en general a partir de la década de 1830) y lo siguió siendo hasta su muerte en 1858.
Charles Fourier (1772- 1837); la quimera de los Falansterios
Este filósofo y pensador francés nacido en Besançon tuvo mayor influencia que Owen en la teorización y popularización del concepto de las comunidades de trabajadores, llevando a cabo experiencias de este tipo años después de que Owen iniciase las suyas. Las comunidades de Fourier eran de carácter mucho más comunista que las del galés y su puesta en marcha fue algo más exitosa. Fourier además consiguió un legado de muchísimos seguidores que pudieron desarrollar las teorías de su inspirador años después de su muerte.
Charles Fourier, pese a no tener formación intelectual, fue el más teórico de los socialistas utópicos. Durante gran parte de su vida residió en diversas ciudades francesas y desempeñó varias profesiones, entre ellas las de viajante y empelado de correos. Tuvo oportunidad de conocer las necesidades de las nuevas clases trabajadoras y la cicatería de muchos empresarios, lo que el llevó al deseo de obrar en beneficio de la nueva sociedad que la revolución industrial estaba formando. A principios del siglo XIX, comienza a teorizar sobre las causas del progreso social, llegando a la conclusión de que la libertad de las mujeres es el principio general de todo progreso social. A Fourier se le considera un precursor del feminismo, término que el mismo acuñó. Poco después, estableció que la cooperación era la base del éxito social, ya que según el podía mejorar la productividad y la situación de los trabajadores, los cuales serían pagados de acuerdo a su contribución. En base a esto, en la década de 1820 propuso su propio modelo de comunidad, los Falansterios. Estos serían enormes edificios de cuatro plantas que podrían albergar a casi 2000 personas, tanto ricas como humildes. La riqueza de las personas residentes en los falansterios estaría determinada por el tipo de trabajo que desempeñase cada uno, el cual además sería asignado en base a los intereses de la persona concreta, y si una persona terminaba realizando un trabajo que no le gustaba, recibiría un mayor salario. Fourier pretendió desarrollar en los falansterios la idea del trabajo y paga según talento defendida por Owen, pero además implantó el concepto del “trabajo atractivo”, el cual incrementaría además la productividad. Las ganancias de la comunidad serían compartidas por los miembros de la misma.
Los Falansterios serían creados por inversiones privadas a las que se les devolvería el dinero y en ellos toda la comunidad residente tendría sus servicios garantizados y todos, hombres, mujeres e incluso niños trabajarían. Al igual que Owen, previó que en el futuro todo el mundo se llenaría de Falansterios (él vaticinó la cifra de seis millones) regidos por una autoridad suprema llamada Congreso Mundial de Falanges. Fourier estaba convencido de que el hecho de que el dinero ganado se invirtiese principalmente en garantizar todos los servicios de los habitantes de la comunidad (comida, ropa) haría que en definitiva las ganancias fuesen enormes. La visión de este autor, como se ve, era demasiado idílica, y dentro de los servicios de estas comunidades incluyó no pocos elementos pintorescos o disparatados como un cuerpo de esclavas sexuales (“hadas”, las llamó él) para satisfacer a los miembros masculinos mas fogosos de los Falansterios o una especie de servicio de contactos para establecer cuales serían dentro de los miembros de la comunidad las uniones sexuales idóneas. También declaró que no quería a ningún judío en los falansterios.
Fourier poseía una visión de la historia que en cierto modo resultaba dialéctica y pre-marxista: la era del capitalismo del siglo XIX (denominado por autor “era de la civilización”) sería sucedida por la era del apogeo de los Falansterios (el “Garantismo”, los cuales lucharían contra capitalismo individual. Cuando ya solo existan los falansterios, llegaría entonces la culminación de la humanidad y de la libertad auténtica de las gentes, la era de
Otra de las aportaciones de Fourier más interesantes fue su defensa de los derechos de la mujer como trabajadora, aunque sus ideas sobre el sexo no fuesen muy feministas precisamente. Defendía que la mujer podía llevar a cabo los trabajos más estimables (y mejor remunerados) y no tenía que circunscribirse necesariamente a labores tradicionalmente reservadas para mujeres. También teorizó vagamente sobre el sistema educativo ideal, basándose en la premisa de que los niños podían ser laboralmente útiles desde muy temprana edad y que los intereses activos y manualmente creativos mostrados desde los dos o tres años de edad debían de ser potenciados y canalizados.
Al contrario que Owen, Fourier y sus seguidores pudieron poner en marcha bastantes comunidades de trabajadores, pero casi todas ellas fracasaron al poco tiempo. En 1832 nace en Francia el primer Falansterio, Condé-sur-Vesgre, que se clausura tres años más tarde. Este sería el único Falansterio que llegara a ver Fourier, quien falleció en 1836. En años posteriores, los fourieristas inauguraron falansterios en Francia, como el de Boussac (1843) fundado por el ex sansimoniano Paul Leroux, la escritora George Sand, y
Pese a que el concepto de Falansterio ya en la segunda mitad del XIX había fracasado, las ideas de Fourier y su figura siguieron teniendo bastante éxito hasta principios del siglo XX, aunque fuese en muchos casos fuese tan solo inspiración romántica.
Etienne Cabet (1788-1856) y el sueño de Icaria
El último de socialistas utópicos cronológicamente hablando, tampoco consiguió- ni él ni sus seguidores- llevar a buen puerto sus ideas. Este pensador y político francés, siendo miembro del Congreso en
En 1839 regresa a Francia donde defiende la creación de comunas y la importancia de que la sociedad alberge comunidades de trabajo y vida y de que la educación forme moralmente a los hombres. Las influencias de Cabet estaban más basadas en el cristianismo, en contraposición a su maestro Owen, quien aborrecía las religiones. En 1840 publica una novela de ficción titulada Voyage et aventures de lord William Carisdall en Icarie (Viajes y Aventuras de lord William Carisdall en Icaria, más conocida como Viaje a Icaria) en donde describe Icaria, un ficticio país utópico en donde existe un gobierno elegido por el pueblo que controla tanto la economía como los servicios a la comunidad de habitantes. Esta obra fue muy influyente en su tiempo y creó una nueva corriente de cooperativismo de colonias, el Movimiento Icariano. La idea de la comunidad y país ideal descrita por Cabet influyó decisivamente en laconcepción de la sociedad comunista descrita por Marx y Engels
El sueño de Cabet era reformar la sociedad francesa, y durante la década de 1840 trató de promover sin éxito sus proyectos de colonias, aunque este tipo de comunidades ya se habían mostrado inviables en dicho país tras las experiencias de los fourieristas. No obstante, en 1848 ya había conseguido convencer a bastantes empresarios e intelectuales y tenía gran número de seguidores fuera de su país, pero ante la imposibilidad de llevar a cabo su propósito en Francia, marcha a EEUU. En 1849 funda una colonia-comuna en Nauvoo, Illinois, al cual permanecerá hasta 1855 con algo más de medio centenar de trabajadores, muchos de ellos niños. También creó otra en el Estado de Iowa llamada Icaria la cual tuvo incluso menos suerte. Cabet morirá en San Luis en 1856, pero sus seguidores norteamericanos siguieron intentando crear nuevas colonias icarianas durante la segunda mitad del siglo XIX, la última de ellas clausurada en 1898.
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