Es Félix María Samaniego (Laguardia 1745-1801) el más
notable escritor de fábulas en lengua castellana junto con Tomás de Iriarte y
una de las más importantes figuras de las letras hispánicas en el siglo XVIII,
siglo no muy prolífico en España en cuanto a literatura se refiere. Sus
célebres fábulas escritas en verso (publicadas en 1781 y conocidas como Fábulas Morales) han sido memorizadas,
aprendidas, estudiadas, disfrutadas y seguidas en sus moralejas (se supone) por
miles y miles de escolares durante más de dos siglos y aún permanecen
inmortales en la memoria colectiva tanto su texto exacto (a veces aprendido de
memoria) como las enseñanzas morales que trataban de transmitir con mezcla de ingenuidad,
sátira y crítica humanista. Aunque
muchas de las fábulas de Samaniego son adaptaciones de las del francés La Fontaine
(1621-1695) y las del griego Esopo (siglo VII a.c) además de otras fuentes
antiguas, lo cierto es que el corpus de las Fábulas Morales siempre ha tenido
ese entrañable carácter entre ditirámbico dieciochesco y de picardía ibérica
cargado de cinismo y crítica sociopolítica y humana de la época del escritor –
algo propio en la era de la Ilustración-
en la que fue su única obra literaria publicada en vida, aunque eso sí,
respetando el regusto clásico de sus fuentes originales griegas, latinas o
incluso orientales. Pero muy poco se sabe de la vida de Félix María Samaniego, salvo
que fue el prototípico ilustrado comprometido, liberal, activo y culto enemigo
de la ignorancia y la superstición y amigo del saber y la razón, pero también
el no menos estereotipado libertino del XVIII pendenciero y asaz canalla del
que se documentan casos realmente novelescos y quien sabe si exagerados. Tras su
muerte salió a la luz su hasta entonces oculta obra erótica, compuesta de
cuentos en verso y poemas que sorprenden por su orientación cuasi pornográfica
y que sitúan al autor como un precursor de la literatura erótica moderna en
castellano aunque aquí también su inspiración será clásica y extranjera.
Plasmador didáctico de valiosísimas y atemporales enseñanzas éticas y morales
mediante sus fábulas e inspirador de muchos valores humanos durante más de 200
años en diferentes generaciones de lectores que se aproximaron a él desde su
tierna infancia, el difusor de la ilustración para los niños españoles, el
hombre que hacía hablar en verso a los animales, el autor de fábulas tan
conocidas como La zorra y el busto, La mona, Congreso de los ratones, La zorra y las uvas, Las hormigas, La cigarra
y la hormiga o La Lechera
continua siendo más allá de su breve obra literaria y pese a los no demasiados
y a menudo contradictorios datos sobre su vida un personaje fascinante.
Las andanzas de un
ilustrado afrancesado
Félix María Serafín Sánchez de Samaniego Zabala nació el 12
de octubre de 1745 en Laguardia, Álava. Venía de una familia de pequeños nobles
con se supone varias posesiones de tierras en la zona conocida como la Rioja
Alavesa, una región vinícola en el sur de la provincia vasca de Álava limitando
con La Rioja. Su tío abuelo fue el conde de Peñaflorida, fundador de la Real
Sociedad Bascongada de Amigos del País en 1765 - la primera organización
ilustrada española- dedicada a la promoción económica y cultural. Al perecer
recibió una esmerada educación primaria y secundaria en Francia en donde empezó
a tener contacto con las ideas de la Ilustración. Comenzó a estudiar Leyes en
Valladolid pero abandonó sus estudios hacia 1765, viajando por Francia durante
varios años donde posiblemente frecuentase ambientes culturales, políticos y
literarios ilustrados y enciclopedistas. A su regreso se hizo miembro de la
Real Sociedad Bascongada y más tarde dirigió el Seminario de Nobles, un
organismo que la Real Sociedad estableció en al localidad guipuzcoana de
Bergara. Durante el periodo 1770-1780 el joven Samaniego fue uno de los más
notables e influyentes ilustrados políticos de las provincias vascas y pronto
de toda la península ibérica, admirado por sus valedores Peñaflorida y el conde
de Floridablanca (1728-1808), Secretario de Estado en el reinado de Carlos IV.
Aunque apenas ha quedado testimonio escrito directo de su ideario político y
económico, siempre se ha sabido que fue muy crítico con la política de su tiempo
y especialmente con los privilegios y con la sempiterna corrupción española. Su
crítica era irónica, ácida y a veces burlesca y arrogante lo que le creó
bastantes detractores y enemigos. Tampoco la religión (intocable en España) se
libró de sus sardónicos comentarios y esto empezó a traerle problemas con la
Inquisición que explotarían mas tarde. Su desencanto con la política se hizo
creciente y llegó a rechazar un cargo que le ofreció Floridablanca. No
obstante, su presencia en los principales círculos ilustrados españoles era
constante y pese a que al parecer casi siempre residió en el País Vasco. Samaniego
era un joven intelectual rebelde amado y odiado a partes iguales.
Se cuenta que Félix Samaniego era además un consumado músico
virtuoso del violín y la vihuela y un orador notable y ameno, centro de
atención de reuniones formales e informales en donde encandilaba al personal
con su rapidez de palabra y su ingenio irónico y agudo. En 1781 decidió
componer una serie de fábulas al estilo de La Fontaine para ilustrar ciertas
enseñanzas morales y virtudes (la honestidad, la perseverancia, la valentía…) y
mostrar las consecuencias de los vicios y defectos humanos (la envidia, la
vanidad, la holgazanería…) a los alumnos del Seminario de la Real Sociedad
Bascongada obteniendo un notable éxito bajo el título de Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado que
hizo que la colección de 157 fábulas fuese publicada aquel año en Valencia. La
Fábula, una breve composición literaria que narra una historia protagonizada
generalmente por animales humanizados (también objetos antropomorfos o
personas) que ilustra un consejo o aviso moral
resumido en una moraleja al final, tuvo su momento de florecimiento
literario en la época clásica especialmente con la obra del enigmático griego
Esopo (no se sabe a ciencia cierta si este personaje existió o no) y más tarde
con el latino Fedro (15 ac-55 dc) para en la Edad Media subsistir a duras penas
en composiciones en diferentes idiomas y en diferentes culturas a cargo de
autores como el castellano Arcipreste de Hita o la normanda María de Francia además
de en multitud de apólogos o cuentos orientales muchos adaptando fábulas de
Esopo y traducciones árabes y hebreas de estos que popularizaron por todo el
mundo las fábulas protagonizadas por animales parlantes y con conciencia
humana. Más tarde, en el renacimiento hubo intentos por resucitar el género
pero fue en el siglo XVII a partir del francés Jean de La Fontaine cuando se puede hablar de la resurrección de
la fábula en la edad moderna. Samaniego conoció la obra de La Fontaine durante
su estancia en Francia y probablemente consideró aquel estilo literario como
poseedor de una gran riqueza didáctica de enseñanzas éticas, cívicas y morales
que todo ser humano debería de aprender, siguiendo así preceptos básicos de la
Ilustración.
La lechera |
Aunque el éxito de sus Fábulas
Morales (con este título se publicaron definitivamente) capitalizaron todo
el éxito literario de Félix Samaniego en el siglo XVIII y fue su única obra
literaria editada en vida, el autor escribió otros muchos relatos, versos y
poemas algunos perdidos y otros publicados después de su muerte. Desde su
juventud fue muy aficionado a componer versos satíricos y muchos fueron
recitados en reuniones y tertulias (la mayor parte se encuentran perdidos ya
que muchos no fueron publicados). Debido a la ácida crítica que en ellos hacía
al estamento militar, a la clase política y sobre todo a la iglesia fue llevado
a juicio varias veces además de estar perseguido por la aún persistente
Inquisición española a causa de sus diatribas anticlericales. Durante la década
de 1790 escribió el corpus de sus versos y cuentos eróticos que en su mayoría saldrían
a la luz mucho después (algunos fueron publicados clandestinamente): los que
fueron hechos públicos le costaron serios problemas con la justicia y con la
Inquisición tal era el atrevimiento con el cual trataba el tema del sexo para
la época, inspirado en la obra erótica de, una vez más, La Fontaine. Con el
escritor y también fabulista Tomás de Iriarte (1750-1791) mantuvo muchas
disputas ocasionadas básicamente por la rivalidad de ambos en proclamarse el
mejor autor de fábulas de España, además de otras polémicas con personalidades
como Vicente García de la huerta y fray Diego González. Pese a ser durante un
tiempo amigo de Iriarte, Samaniego se enfrentó al escritor canario cuando en
1782 este publicó sus Fábulas Literarias
como la primera colección de fábulas originales escritas en español además de
autoproclamarse como el introductor del género en España, algo que irritó a
Samaniego que solo un año antes había publicado sus fábulas. Samaniego también
vio publicadas algunas de sus poesías satíricas y realizó crítica teatral.
En 1793 el Tribunal de la Inquisición de Logroño consideró
parte de sus escritos satíricos y “obscenos” como indecentes, anticlericales y
licenciosos y le condenó a confinarse en un convento de Portugalete, Bizkaia,
castigo que sufrió durante varios meses. Gracias a la intervención de algunos
amigos suyos consiguió ser liberado pero se cree que al poco tiempo sufrió una
nueva condena derivada de una denuncia por “su irreverencia” que le valió un
nuevo confinamiento, esta vez en el convento carmelita de El Desierto en Bilbao
(se supone que a mediados de la década de los 90). Durante sus retiros
forzosos, Samaniego escribió algunos versos satíricos que aún se conservan como
el dedicado al refectorio de los padres carmelitas. Poco se sabe de los últimos
días del escritor. Falleció en su Laguardia natal en agosto de 1801 a los 56 años.
El fabulista rebelde
Las Fábulas Morales (1781) de Samaniego siguen siendo
consideradas una obra fundamental de las letras castellanas y un genuino
ejemplo de la literatura española del siglo XVIII que ha puesto al autor en el
panteón de los grandes literatos españoles del dicho siglo como José Cadalso,
Leandro Fernández de Moratín o el mismo Tomás de Iriarte en una época no
excesivamente brillante de las literatura ibérica. Estas 157 fábulas que
componen la obra están divididas en nueve libros con un número variable de
fábulas cada uno que van desde las 25 del libro cuarto y quinto hasta las nueve
del libro octavo. Todas las fábulas están escritas en verso y tienen también un
número variable de versos. En ellas el autor se inclinó por la ironía y la
crítica velada a los vicios, defectos y actitudes humanas de su tiempo y por
una también oculta crítica a la sociedad y la política españolas de la época y
muchos de sus protagonistas. Samaniego convirtió sus fábulas en alegorías a
situaciones politicosociales y humanistas del siglo XVIII así como, siguiendo
el ejemplo de las fábulas clásicas, en metáforas de la condición humana.
Aunque creó un buen número de nuevas fábulas más o menos la
mitad de las Fábulas Morales son adaptaciones de Esopo y Fedro vía La Fontaine
(o de este) aún eran aplicables a la situación moral del hombre, tal era y es
la atemporalidad de estas deliciosas composiciones de la época antigua (El león y el ratón, La cigarra y la hormiga, La
tortuga y el águila) En las fábulas creadas por él (Las moscas, La cierva y el
cervato, El cazador y el ratón, La mona) es donde se aprecia en mayor
medida la crítica social propia de la ilustración, aunque sin perder el tono
universal de didáctica sobre los defectos del hombre y los consejos para
evitarlos o corregirlos (la holgazanería española, la cobardía, el oportunismo,
la envidia). Samaniego no quiso que sus fábulas fuesen ingenuas ni fácilmente
comprensibles (su naturaleza altamente crítica con la sociedad española, si
bien clara, tampoco debía de ser muy explícita en las analogías con
determinadas situaciones) y para ese fin las dotó de un tono poético sublime y
un tanto culterano pero llano al mismo tiempo con estilo alegórico inspirado en
la poesía renacentista y del siglo de oro gracias a una poderosa utilización
del castellano con un vocabulario muy rico. Es notable también el tono
filosófico y metafísico de muchas de estas composiciones, especialmente las de
los últimos libros. El carácter lírico de muchas fábulas es notable en El Joven filósofo y sus compañeros, El poeta y la rosa o la breve fábula La alforja. Hay también homenajes a
Esopo como Esopo y un ateniense y un
ataque directo a Tomás de Iriarte (nombrando al autor) en El águila y el ciervo, además de fábulas “de elogio” dedicadas a
personajes como el conde de Peñaflorida con
referencias a Lafontaine y Fedro (El
león con su ejército). Algunas de las fábulas están inspiradas en textos ya
por entonces muy conocidos en la literatura castellana como es el caso de La lechera, adaptación del cuento Doña Truhana de Los Cuentos del Conde Lucanor de Don Juan Manuel o El ratón de la corte y el del campo con
un tema extraído de El Libro del Buen
Amor del Arcipreste de Hita, ambos inspirados en apólogos orientales de
tiempo inmemorial y publicados en sus respectivas obras en el siglo XIV.
La cigarra y la hormiga |
Deliciosas, encantadoras, entrañables y muy fáciles de leer
para el público de cualquier edad, las fábulas samanieguinas son algo más que
literatura popular: inmortales historias tan sencillas y complicadas al mismo
tiempo como la vida misma en un marco eminentemente atemporal. Zorras y
cigüeñas pícaras, lecheras fantasiosas y poco prácticas, cigarras vividoras y
holgazanas y hormigas diligentes y previsoras seguirán aleccionándonos y
recordándonos lo imperfectos y perjudiciales que los humanos podemos llegar a
ser, pero ellos estuvieron, están y estarán siempre allí para ayudarnos a ser
algo mejores, aunque sea un solo un poco.
Las Fábulas Morales mostraron el lado más ilustrado y
humanista de Samaniego. Pero el Samaniego “libertino y amoral” también existió
en la literatura aunque como hemos dicho solo se dio a conocer plenamente
después de su muerte.
El irreverente
escritor galante
Las lavativas |
Los relatos en verso eróticos de Samaniego- inéditos durante
su vida- se cree que fueron escritos entre 1790 y 1795, años después de las
Fábulas. Fue el género erótico en una vertiente bastante explícita y
cuasipornográfica un género literario bastante habitual en la segunda mitad del
siglo XVIII aunque en el caso de España debido a la presión del tribunal de la
Inquisición y el furibundo catolicismo del país con un clero aún omnipotente
fue un arte prácticamente clandestino. Al igual que Samaniego, muchos grandes
autores e intelectuales españoles de la época cultivaron el “relato picante”
desde Leandro Fernández de Moratín hasta Jovellanos pasando por Iriarte,
Cadalso o Juan Meléndez Valdés. Eran el espíritu “libertino” o “galante” de
buena parte de nobles, aristócratas,
ricos, burgueses y plebeyos del siglo XVIII, ilustrados o simpatizantes en su
mayoría que propició una revolución cultural-sexual en comportamientos y
doctrinas de cuyo recuerdo se echará mano en tiempos futuros más oscuros para
reivindicar de manera la liberación sexual. En el caso de la literatura
española, existió en esa corriente una inspiración popular en coplas y tonadas
conocidas por el pueblo llano y en la obra de autores pretéritos como Quevedo o
en el erotismo medieval del Arcipreste de Hita y otros autores. Samaniego y el
resto de autores españoles que cultivaron el género encontraron inspiración en
John Cleland, La Fontaine, el Conde de Maribou, Diderot o Choderlos de Laclos
entre otros, autores de los siglos XVII-XVIII que introdujeron el elemento
obsceno, fetichista y altamente explícito en la literatura creando a su manera
la literatura pornográfica.
En 1899 se publicó fugazmente en Barcelona un libro titulado
Cuentos y poesías más que picantes
que al parecer incluía anónimamente algunos relatos de Samaniego. Los relatos
en verso de Samaniego- algunos publicados clandestinamente en vida y que le
ocasionaron problemas con la justicia antes comentados- fueron descubiertos
casi en su totalidad (se estima sin embargo que varios se han perdido) en 1916
por parte del editor especializado en literatura erótica clásica Joaquín López
Barbadillo, quien debía sortear a la censura en sus publicaciones por lo que se
curaba en salud editando ejemplares de manera limitada. Parece ser que
Barbadillo halló por sorpresa los manuscritos de Samaniego en el arcón de una
rectoría de la de Liébana, Cantabria cuando este visitaba dicha localidad.
Estaban firmados por el autor vasco y llevaban allí varios años celosamente
guardados por el párroco pero siempre se ha ignorado como fueron a parar allí.
Barbadillo se llevó los manuscritos a Madrid y los publicó bajo el título de Cancionero de amor y risa. No se sabe a
ciencia cierta si esta historia relatada por el editor en el prólogo de la
edición original es cierta o si tiene algo (o todo) de inventada, pero lo
irrefutable es que dichos textos pertenecían a Félix María Samaniego. Esta
primera edición contenía cerca de 40 relatos eróticos situados en todo tipo de
ambientes (campesinos, militares, nobles, clericales, mitológicos, clásicos) y
con profusión de escenas sexuales explícitas y escatológicas además de
diferentes grados de erotismo, desde lo más vulgar a lo más lírico pero casi siempre
en el prohibido por entonces terreno de la pornografía (aún bastante
escandaloso a principios del siglo XX cuando comenzó a publicarse la obra
galante de Samaniego). Hay también elementos de sátira, literatura picaresca e
incluso algún conato de fábula moral y didáctica y siempre un tono hedonista, vitalista
y desenfadado, puramente libertino, que muestra la faceta canalla y burlona de
un autor transgresor, crítico, sin miedo y proclive a reivindicar el vitalismo
y la liberación sexual en un entorno mediocre y con pocas referencias cultas y
morales como era la España de finales del XVIII, un país social, intelectual y
culturalmente más atrasado que muchos de Europa (su querida Francia, el ejemplo
que seguramente más rondó en la cabeza de Samaniego) y en donde la Ilustración
era un sueño imposible y el empeño de unos pocos como él. La alegría de vivir y
el placer frente a la mediocridad y la oscuridad católica española.
El cuervo |
Poco después de 1916 se descubrieron una serie de poesías
galantes firmadas por al autor que en 1921 se añadieron a los relatos en versos
dentro de un nuevo volumen publicado: El
Jardín de Venus. Este título y esta edición fueron la versión más conocida
de la obra erótica de Samaniego y con la que esta faceta del escritor alavés ha
pasado a la historia de al literatura español. Se consideran a los relatos y
poemas eróticos de Samaniego como precursores de la literatura erótica moderna
en castellano aunque al fin y al cabo
sean sus fábulas su obra más conocida e influyente con gran diferencia.
La edición original de El Jardín de Venus
sin embrago dejó de publicarse en poco el tiempo y durante el franquismo fue
prohibida. Hasta 1976, ya en la transición a la democracia en España, no se
volvió a publicar la obra y fue a cargo del editor Emilio Palacios, experto en
la vida y obra de Samaniego. Posteriormente, Palacios editaría la obra cuatro
veces más en cada una con diferentes poemas y relatos añadidos descubiertos en
la segunda mitad del siglo XX y atribuidos al autor. La última edición de 2004
con el título definitivo de El jardín de
Venus. Cuentos eróticos y burlescos con una coda de poesías verdes consta
de 77 composiciones, y allí se puede encontrar pequeñas joyas como La pulga, Las lavativas, La linterna
mágica, Los nudos o La poca religión. Una vez más, un autor
rebelde, original e inconformista que se adelantó a su tiempo. Cientos de
moralejas para su historia y obra.
Monumento a Felíx Mª Samaniego en Laguardia |
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