miércoles, febrero 12, 2014

El Aparatito Lumiere NEBRASKA




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Alexandre Payne, cineasta semi independiente que en sus anteriores filmes Entre Copas (2004) y Los Descendientes (2011) dejó patente que era ya una realidad dentro del cine norteamericano, ha conseguido con Nebraska no solo su obra maestra dentro de su aún breve filmografía sino uno de los mejores filmes USA de los últimos 5 años. Con una total honestidad y con un notable sentido del riesgo ha conseguido una película conmovedora y lúcida contando una historia tan tragicómica y agridulce como imponente, aleccionadora y totalmente verista. Un excelente ejercicio de narración lineal y matizada ha servido para acentuar los múltiples matices y lecturas que solamente la realidad puede ofrecer en sus pequeños pero grandes episodios. Su principal aliado ha sido el excelente trabajo del veterano actor Bruce Dern, cuya interpretación del senil y cabezota vejete Woody Grant le ha supuesto una merecidísima  nominación al Oscar, sonando además su nombre como ganador final en bastantes quinielas. Y el otro gran aliado (y personaje) en la empresa de convertir a esta cinta en una gran película ha sido la América profunda, y más concretamente el estado de Nebraska, retratado con un estilo prácticamente de documental y con un afán entre antropológico, sociológico y naturalista. Como en las novelas de John Steinbeck, las canciones de Bruce Springsteen (que precisamente tiene un disco y una canción titulados Nebraska) o películas como Malas Tierras, aquí se trata de retratar la otra cara del sueño americano que no es otra que el fracaso y el desencanto, en esta ocasión mediante los últimos, ajados y desesperados deseos y anhelos de un anciano ciudadano del Oeste de Norteamérica residente en Montana pero cuyo orñigen se encuentra en Nebraska,  alcohólico, desencantado desde siempre de su largo matrimonio y con principios de demencia senil. Incluso las esperanzas, las buenas noticias y las ilusiones, como vemos en esta película, en realidad no son tales para gente que jamás se pudo permitir alegrías ni éxitos en su vida. Un largo viaje inútil desde el principio junto con su hijo, otro hombre frustrado y no muy feliz, conseguirá abrir una leve brecha de sentido en la vida de ambos al tiempo que encontraran inesperadamente más lazos de unión de los que tuvieron en toda su vida.    



Nebraska en su combinación de drama familiar y road movie no deja de ser una metáfora de la crisis de valores en Norteamérica y por ende en todo el mundo, utilizando un viaje a las raíces de una persona como sinónimo de una epopeya personal de búsqueda del sentido de la vida. Tanto Woody como su hijo David (Will Forte) tendrán que encontrar como puedan el equilibro en su maltrecha relación  en medio de una serie de obstáculos, tanto creados por ellos mismos como por otros, en un entorno el de la Nebraska rural tan aparentemente insulso como la falta de perspectivas de su propia familia, con la que Woody y David se reencuentran después de mucho tiempo. Woody, dispuesto a cobrar en Nebraska un millón de dólares que él cree haber ganado ante la desesperación de su cascarrabias esposa Kate (June Squibb) y de sus hijos, luchará contar viento y marea por conseguir su descabellado fin mientras familiares y amigos tratan de beneficiarse de la presencia del recién llegado en un buen retrato de cómo funciona a veces la miseria moral. En blanco y negro, con mayoría de actores no profesionales –salvo Dern, Will Forte (cómico televisivo desconocido fuera de EEUU) y algún otro veterano como Rance Howard o Stacy Keach- y un estilo deudor tanto de David Lynch como de los hermanos Coen, Nebraska consigue un deslumbrante cóctel de drama psicológico y familiar y comedia costumbrista de corte verista en una película emocional e imponente que será del gusto de todos los que buscan grandes historias con un tono perfectamente creíble.  

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