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Alejandro Gonzalez Iñarritu, director mexicano que deslumbró a medio mundo con Amores Perros y con 21 gramos, esta rodada ya en Estados Unidos, vuelve a la carga con una película que, hasta este momento, podemos decir que se trata de su obra maestra. De nuevo producida en USA, Babel es una película muy ambiciosa que sale triunfante de su reto. Como en sus dos últimas películas anteriores, Iñarritu reincide en la temporalidad no lineal en la narración, y al igual que en Amores Perros entrecruza varias historias con personajes diferentes (cuatro en este caso) en donde hay varios acontecimientos que suponen los puntos de unión. La peculariedad en este filme es que estas cuatro historias no se entrecruzan físicamente apenas ya que se suceden en cuatro puntos del planeta: Marruecos, Estados Unidos, México y Japón. En algún momento diversos personajes de diferentes países se encuentran en el mismo espacio-tiempo, pero no llega a haber interacción real. Pero no solo esta premisa narrativa resulta ambiciosa, también lo es la temática y el mensaje del filme: las consecuencias de la ley del caos (lo del aleteo de la mariposa en Tokio, ciudad que por otra parte es significativamente uno de los escenarios de la peli) en un mundo globalizado, en donde no se sabe muy bien si lo que vemos se corresponde al caos o al azar o a precisamente el empequeñecimiento del mundo, vía turismo, inmigración, etc.
Babel es ante todo una película muy dramática en donde se describen diferentes tragedias ocasionadas por el juego de causas-consecuencias caótico; situaciones que además no tiene que ver nada las unas con las otras. Narrativamente, la manera en al que se nos presenta esta premisa es un espectáculo total, una gozada que hace que el espectador siga apasionado todo el transcurso de al historia sin perder un ápice de su atención, a pesar de que ni temporal (las escenas, como hemos dicho, no se suceden en estricto orden cronológico) ni espacialmente haya coherencia total. Un collage hecho de cuatro partes (en realidad dos de ellas se suceden en un mismo país, Marruecos, y el escenario americano desaparece pronto para dar paso al mexicano) en donde además de las propias historias y sus concomitancias, se van sucediendo otros hechos paralelos fruto de las cuatro historias principales. Un auténtico maremagnum de acontecimientos tan bien presentados y tan coherentes y creíbles que parece que se han basado en hechos reales.
La deslumbrante historia guionizada por el gran Guillermo Arriaga, el colaborador habitual de Gozalez Iñarritu en tales menesteres, arranca en Marruecos cuando a una humilde familia de cabreros del desierto llega un rifle regalo de un vecino, quien a su vez lo había recibido de un turista japonés. Los dos hijos varones, dos chavales de 12 y 13 años juegan con el arma a disparar a automóviles que circulan por al carretara y un disparo llega a un autobús turístico en el que queda malherida Susan, una turista americana (Cate Blanchett). El autobús para de emergencia en una aldea y el marido de Susan (Brad Pitt) pide un traslado a un hospital pero las precarias condiciones del país y los vaivenes diplomáticos dificultan la operación mientras su esposa agoniza. En el domicilio de San Diego del matrimonio americano, la asistenta mexicana (Adriana Barraza), una inmigrante ilegal que lleva trabajando en USA 16 años ante la imposibilidad de dejar a los dos niños del matrimonio solos cruza la frontera con ellos hasta México para poder asistir a la boda de su hijo, acompañados por su sobrino Santiago (Gael García Bernal). En Tokio, Chieko (Rinko Kikuchi) una adolescente sordomuda hija del hombre que hizo llegar el rifle a Marruecos (Koji Yakusho) vive atormentada por las limitaciones que supone su minusvalía a la hora de conocer chicos y entablar relaciones sexuales y por la extraña muerte de su madre. No se suceden las historias una tras una sino que se van superponiendo con digresiones temporales. Una cadena de dramas humanos extendidos a lo largo y ancho del planeta marcados por la injusticia, las limitaciones del ser humano y en definitiva por una sociedad enferma. Es especialmente fascinante ver como casi todos los personajes principales tienen miserias que ocultar que corren peligro de salir a flote pero que al final, cuando se reconduce la situación caótica, vuelven a estar ocultas una vez más; aunque al final serán los mas pobres (mexicanos, marroquíes) los que paguen las consecuencias mientras que los mas poderosos (americanos, japoneses) podrán seguir con su vida.
Todos los escenarios están muy bien conseguidos, con un naturalismo documental y un carácter hiperrealista que un director norteamericano no hubiese conseguido jamás. Secuencias como las de la boda mexicana, la aldea marroquí o las de la vida urbana en Tokio (es especialmente fascinante la secuencia de la discoteca) son de un valor antropológico y sociológico enorme. En fin, una peli deslumbrante de principio a fin de lo mejor que se ha visto en el año que ya ha terminado.
Alejandro Gonzalez Iñarritu, director mexicano que deslumbró a medio mundo con Amores Perros y con 21 gramos, esta rodada ya en Estados Unidos, vuelve a la carga con una película que, hasta este momento, podemos decir que se trata de su obra maestra. De nuevo producida en USA, Babel es una película muy ambiciosa que sale triunfante de su reto. Como en sus dos últimas películas anteriores, Iñarritu reincide en la temporalidad no lineal en la narración, y al igual que en Amores Perros entrecruza varias historias con personajes diferentes (cuatro en este caso) en donde hay varios acontecimientos que suponen los puntos de unión. La peculariedad en este filme es que estas cuatro historias no se entrecruzan físicamente apenas ya que se suceden en cuatro puntos del planeta: Marruecos, Estados Unidos, México y Japón. En algún momento diversos personajes de diferentes países se encuentran en el mismo espacio-tiempo, pero no llega a haber interacción real. Pero no solo esta premisa narrativa resulta ambiciosa, también lo es la temática y el mensaje del filme: las consecuencias de la ley del caos (lo del aleteo de la mariposa en Tokio, ciudad que por otra parte es significativamente uno de los escenarios de la peli) en un mundo globalizado, en donde no se sabe muy bien si lo que vemos se corresponde al caos o al azar o a precisamente el empequeñecimiento del mundo, vía turismo, inmigración, etc.
Babel es ante todo una película muy dramática en donde se describen diferentes tragedias ocasionadas por el juego de causas-consecuencias caótico; situaciones que además no tiene que ver nada las unas con las otras. Narrativamente, la manera en al que se nos presenta esta premisa es un espectáculo total, una gozada que hace que el espectador siga apasionado todo el transcurso de al historia sin perder un ápice de su atención, a pesar de que ni temporal (las escenas, como hemos dicho, no se suceden en estricto orden cronológico) ni espacialmente haya coherencia total. Un collage hecho de cuatro partes (en realidad dos de ellas se suceden en un mismo país, Marruecos, y el escenario americano desaparece pronto para dar paso al mexicano) en donde además de las propias historias y sus concomitancias, se van sucediendo otros hechos paralelos fruto de las cuatro historias principales. Un auténtico maremagnum de acontecimientos tan bien presentados y tan coherentes y creíbles que parece que se han basado en hechos reales.
La deslumbrante historia guionizada por el gran Guillermo Arriaga, el colaborador habitual de Gozalez Iñarritu en tales menesteres, arranca en Marruecos cuando a una humilde familia de cabreros del desierto llega un rifle regalo de un vecino, quien a su vez lo había recibido de un turista japonés. Los dos hijos varones, dos chavales de 12 y 13 años juegan con el arma a disparar a automóviles que circulan por al carretara y un disparo llega a un autobús turístico en el que queda malherida Susan, una turista americana (Cate Blanchett). El autobús para de emergencia en una aldea y el marido de Susan (Brad Pitt) pide un traslado a un hospital pero las precarias condiciones del país y los vaivenes diplomáticos dificultan la operación mientras su esposa agoniza. En el domicilio de San Diego del matrimonio americano, la asistenta mexicana (Adriana Barraza), una inmigrante ilegal que lleva trabajando en USA 16 años ante la imposibilidad de dejar a los dos niños del matrimonio solos cruza la frontera con ellos hasta México para poder asistir a la boda de su hijo, acompañados por su sobrino Santiago (Gael García Bernal). En Tokio, Chieko (Rinko Kikuchi) una adolescente sordomuda hija del hombre que hizo llegar el rifle a Marruecos (Koji Yakusho) vive atormentada por las limitaciones que supone su minusvalía a la hora de conocer chicos y entablar relaciones sexuales y por la extraña muerte de su madre. No se suceden las historias una tras una sino que se van superponiendo con digresiones temporales. Una cadena de dramas humanos extendidos a lo largo y ancho del planeta marcados por la injusticia, las limitaciones del ser humano y en definitiva por una sociedad enferma. Es especialmente fascinante ver como casi todos los personajes principales tienen miserias que ocultar que corren peligro de salir a flote pero que al final, cuando se reconduce la situación caótica, vuelven a estar ocultas una vez más; aunque al final serán los mas pobres (mexicanos, marroquíes) los que paguen las consecuencias mientras que los mas poderosos (americanos, japoneses) podrán seguir con su vida.
Todos los escenarios están muy bien conseguidos, con un naturalismo documental y un carácter hiperrealista que un director norteamericano no hubiese conseguido jamás. Secuencias como las de la boda mexicana, la aldea marroquí o las de la vida urbana en Tokio (es especialmente fascinante la secuencia de la discoteca) son de un valor antropológico y sociológico enorme. En fin, una peli deslumbrante de principio a fin de lo mejor que se ha visto en el año que ya ha terminado.
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