miércoles, enero 31, 2007
el aparatito de Lumiere- BANDERAS DE NUESTROS PADRES
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Clint Eastwood, en estado de gracia en su vejez tras haber firmado las dos mejores películas como director de toda su carrera, Mystic River y Million Dollar Baby, ha decidido realizar su propia visión del fin de la II Guerra Mundial centrado en la batalla de la isla de Iwo Jima, en Japón, aquella en la que se sacó la famosa foto de los soldados yanquis plantando la bandera estadounidense. Este “patriótico” episodio podía haber sido objeto de enaltecimiento por parte de este mismo director hace 20 o 25 años, pero, mira tu por donde, últimamente el veterano y tradicionalmente considerado ultraconservador director y actor esta de un progre que te cagas y ha decidido dar a la historia un razonable tono desmitificador, porque lo de la foto de la banderita y lo de los héroes de Iwo Jima (de aquella foto quedaron solo 3 de 6 soldados tras terminar la guerra poco después) fue el típico montaje del gobierno USA prácticamente en contra de la voluntad de aquellos militares, que se vieron abrumados ante tal consideración de héroes mientras sufrían la perdida del resto de los compañeros en el campo de batalla, que para ellos eran los verdaderos héroes. Eastwood ha querido ser tan ecuánime que ha filmado sucesivamente dos pelis sobre el mismo tema, una bajo el punto de vista americano, esta, y otra bajo el punto de vista japonés, la aún no estrenada entre nosotros Letters from Iwo Jima, rodada en la lengua nipona. Esta ultima esta nominada como mejor película en los oscar de este año. Por lo visto y leído, es mejor que esta Banderas de nuestros padres, una película correcta y de buenas intenciones pero, francamente, se esperaba algo más de este estupendo director.
El ex alcalde de Carmel ha dotado a su film de cierto tono “de investigación” ya que el McGuffin (así se llama en cine al elemento de arranque temático de una peli) es el interés en la época actual del hijo de uno de aquellos tres supervivientes, ahora agonizando en el hospital, por conocer toda la verdad sobre la batalla de Iwo Jima, de la que su padre apenas habló y que le tuvo traumatizado toda su vida. El hijo se entrevista con supervivientes de aquella batalla y flashback va, flashback viene. El reparto, curiosamente, esta encabezado por un actor británico haciendo de marine norteamericano, Ryan Philip, quien interpreta a Doc, el médico del escuadrón y a quien siempre le pasó no poder socorrer a varios compañeros. El, junto con los otros supervivientes de aquella foto, el atormentado sioux Ira (Jesse Bradford) y el arrogante pero débil Gagnon (Adam Beach), serán objeto tras terminar la guerra de aparatosos y fastuosos homenajes y tributos a su supuesta heroicidad. La película nos muestra estos eventos y el desarrollo de la batalla contra los “japos” en Iwo Jima, la cara y la cruz con los mismos personajes, la tragedia frente al artificio y la hipocresía. Paraleleamente, asistimos a la evolución de la relación entre los personajes, cargada de tensión y de vergüenza, ya que el hecho de ser supervivientes ante tanta tragedia es algo que resulta mucho mas que embarazoso. El discurso de la peli más que antipatriótico es antipatriotero, lo cual tratándose de un WASP como Eastwood resulta llamativo, aunque tampoco es que se haga ninguna crítica despiadada al gobierno USA de aquella época. Si se critica la intervención norteamericana en esa guerra y la hipocresía de un país que sacrificó a toda una generación en aguas del Pacífico para su propio enaltecimiento. Eastwood no ha manejado esta vez bien el tono crítico y el resultado es una historia conocida contada sin estridencias y con innecesaria corrección política que no llega a emocionar en ningún momento.
Cierto es que las escenas bélicas en la isla son formidables, lo mismo que todas las secuncias que se desarrollan en la guerra, con unos jovencísimos e inocentes soldados totalmente superados por los salvajes acontecimientos. En especial, el manejo de la cámara panorámica es formidable y se ha conseguido una excelente fotografía en las secuencias de la contienda que trata de imitar la calidad del celuloide en color de los años 40 (un color que casi no era tal) y el estilo de los documentales bélicos de le época. Hay buenos momentos en el filme, muchos centrados en el personaje del soldado Ira, un nativo norteamericano honrado como un blanco en una época donde los indios aún eran despreciados y cuya explosiva mezcla de sentimientos contradictorios le llevará al infierno personal. En fin, habrá que esperar un poquito más para poder disfrutar de la genialidad de Clint en su siguiente y de inminente estreno película.
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