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A Woody Allen, a estas alturas, se le permite el que en los últimos años no haya hecho obras maestras como antaño, o al menos no tantas como solia hacer en décadas pasadas (Match Point (2005) es su última gran película), o que de alguna vez incluso le salga un filme mediocre como Anyhing Else (2003), la peor cinta de su carrera. El neoyorquino, con casi 75 años sigue siendo un director fuera de serie con su ritmo habitual de un filme anual y eso tiene un enorme merito. Si la cosa funciona, su último filme, no es de lo mejor de su carrera, pero vuelve a demostrar la grandeza del cineasta, de nuevo cultivando la comedia y de nuevo en Nueva York, tras sus últimos años de excursiones europeas. Sin situarse esta vez detrás de la cámara, Allen cede el protagonismo (de manera casi absoluta) al cómico televisivo norteamericano Larry David, quien encarna a Boris Yelnikoff, un hombre de mediana edad, brillante físico retirado, enormemente huraño, misántropo, borde y desagradable pero con cierto carisma.
A Woody Allen, a estas alturas, se le permite el que en los últimos años no haya hecho obras maestras como antaño, o al menos no tantas como solia hacer en décadas pasadas (Match Point (2005) es su última gran película), o que de alguna vez incluso le salga un filme mediocre como Anyhing Else (2003), la peor cinta de su carrera. El neoyorquino, con casi 75 años sigue siendo un director fuera de serie con su ritmo habitual de un filme anual y eso tiene un enorme merito. Si la cosa funciona, su último filme, no es de lo mejor de su carrera, pero vuelve a demostrar la grandeza del cineasta, de nuevo cultivando la comedia y de nuevo en Nueva York, tras sus últimos años de excursiones europeas. Sin situarse esta vez detrás de la cámara, Allen cede el protagonismo (de manera casi absoluta) al cómico televisivo norteamericano Larry David, quien encarna a Boris Yelnikoff, un hombre de mediana edad, brillante físico retirado, enormemente huraño, misántropo, borde y desagradable pero con cierto carisma.
Sin ninguna estrella de relumbrón, esta es una comedia puramente Woodylleniana , tan tragicómica como entrañable y muy centrada en los diversos personajes. El motor de la historia es la irrupción de la vida de Boris de Melodie (Evan Rachel Wood), una veinteañera pueblerina del Mississipi profundo que tras huir de casa le pide a Boris vivir con el. Pese a las reticencias iniciales, accede y poco después tanto su propia vida como la de la propia chica y la de otras muchas personas, cambian completamente. La gracia de la peli reside en como la peculiar filosofía del protagonista intenta resistirse a todos los cambios que se le presentan, aunque sin darse cuenta, este influyendo en los comportamientos de otros.
Esta es una comedia sobre casualidades, destino, y pesimismo vital muy al estilo del director, bien rodada y que será del gusto de los incondicionales de Woody. Buenas interpretaciones, cuidada puesta en escena, diálogos ingeniosos y el sello Allen por todos los lados, siempre sabiendo sorprender en momentos estrategicos.
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