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La obra maestra de Alex de la Iglesia.18 años después de su debut en el largometraje con Acción Mutante, el presidente de la Academia del Cine Español firma su filme más redondo y espectacular, un siniestro, cruel y surrealista drama mediante el cual se trata de hacer una caricatura critica tan despiadada como gruesa de la historia reciente de España y del carácter ibérico. La metáfora elegida, el mundo del circo y más concretamente, los payasos. Porque al cineasta bilbaino, según confesión propia, desde pequeño siempre le ha aterrado los payasos y esto unido al hecho de que estos personajes tiene un potencial dramático y simbólico inconmensurable desde infinitas vertientes, y el que España siempre ha sido un país en donde la cultura payasil, entendida como se quiera, siempre ha triunfado, pues hacía indispensable la figura del clown para confeccionar esta especie de cartoon de carne y hueso, este espectáculo granguiñolesco de venganza, violencia, sadismo, odio, celos e irracionalidad que conjuga elementos de comedia negra con drama desde las tripas, mucha mala uva y ausencia total de mensaje positivo. Un cruel y acidísimo retrato de la condición humana que no reconforta en absoluto y que viene a decir que el hombre es un animal cruel y vengativo en todas sus facetas, incluso para provocar la risa es necesario el salvajismo.
Esta película es la más cara de las rodadas por de la Iglesia, pero aunque si bien es cierto que se apuesta por el espectáculo y la acción no es menos cierto que Balada triste de trompeta es en realidad un drama estructurado de una forma abrumadoramente simple en su planteamiento, nudo y desenlace pero con una enormidad de matices sorprendente en cuanto una historia de dos payasos de circo que se disputan el amor de una mujer, una bella equilibrista, se interconecta en momentos dados con el feroz retrato de la España tardofranquista (casi toda la acción del filme se sitúa en 1973) mostrado con todo tipo de recursos metafóricos y reescribiendo de manera esperpéntica episodios históricos de la época. De la Iglesia presenta con la tragicómica historia de enfrentamiento entre Javier el payaso listo (Carlos Areces) y Sergio el payaso tonto (Antonio de la Torre) a un país convertido en un patético guiñapo por culpa de la dictadura franquista, un ridículo y absurdo circo lleno de personajes esperpénticos pero que se han hecho fuertes con el uso indiscriminado del odio, la irracionalidad, y sobre todo, la fuerza bruta, el arma de los cobardes. La película se abre con un muy logrado prólogo ambientado en la guerra civil en donde asistimos al origen de las tribulaciones del personaje de Javier, marcado por el encarcelamiento de su padre (Santiago Segura) un payaso que no duda en unirse al ejército republicano en mitad de una actuación y dejar escapar su instinto más salvaje en una brutal carnicería contra los nacionales, motivo por el cual es detenido por los fascistas. Ya a principios de los 70, Javier adulto, también payaso como su progenitor se encontrará ante el mismo dilema de su padre: como hacer reír (o no hacer reír, siendo el “payaso triste”) viendo todo lo que hay delante de sus narices, empezando por su compañero Sergio, sádico y psicópata, que no duda en maltratar y vejar a su mujer y amor prohibido de Javier, Natalia (Carolina Bang)
La película, con una muy enorme carga de adrenalina- especialmente en la segunda parte- apuesta por la acción y el cine espectáculo para reforzar su elemento caricaturesco y absurdo cercano a veces al cómic o los dibujos animados, además de con el recurso del gag de comedia absurda con momentos bastante cómico-patéticos. El tono muchas veces oscuro se asemeja al del cine de terror especialmente cuando los dos protagonistas se transforman literal y físicamente (ya lo eran moralmente) en horribles monstruos sádicos con sed de sangre y venganza. La ambientación de los setenta es más manierista que otra cosa pero esta muy lograda y se antoja creíble. Las interpretaciones son más que de recibo, con un Antonio de la Torre (Gordos, Azuloscurocasinegro) inconmensurable como siniestro payaso psicópata y un Carlos Areces que puede tener su nominación al Goya como actor revelación, y eso que yo no estaba convencido de la idoneidad de este dibujante metido a actor en un papel protagonista y con un personaje tan complejo como el de un hombre que evoluciona desde lo tristemente anodino hasta el mal absoluto. La película tiene un largo reparto en donde se encuentran Manuel Tafallé, Manuel Tejada, Sancho Gracia, Alejandro Tejerías, Terele Pavez, Paco Sagarzazu, Enrique Villén, Fernado Guillén Cuervo, Fran Perea… y la también prometedora (y bella) Carolina Bang. De la Iglesia se marca algunas de las mejores escenas de toda sus carrera, como el espectacular final en la cruz del valle de los caídos o la recreación (la segunda en la historia del cine) del atentado contra Carrero Blanco- trufado de surrealismo y absurdo- y demuestra ser un director con multitud de registros. La violencia en esta película, se advierte, es extrema y por ello puede que este filme no sea plato para todos los gustos, con mutilaciones, patadas, sangre, maltrato a mujeres y disparos por un tubo. Una película original, emocionante y sugestiva que disecciona lo más oscuro del alma humana y una época muy oscura de la historia de España de le mejor manera posible: contando una gran historia.
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