En el interior de una vasija
De entre los muchos grandes filósofos que la antigua Grecia dio, hay uno qu siempre ha destacado de manera singular: Diógenes de Sínope (Sínope 413 a.c - Corintio 327 a.c), el filósofo mas destaca y representativo de la Escuela Cínica. La singular y extravagante historia del sabio anacoreta y vagabundo que vivía dentro de un tonel o una gran vasija según las diferentes versiones es sin duda uno de los más sugerentes relatos que la Historia nos ha dejado y no deja de ser un elemento sumamente atractivo visto tanto desde la óptica de la historia de la filosofía y el pensamiento como desde la crónica de las singularidades sociales, políticas y científicas de la antigua Grecia. De Diógenes de Sínope o Diógenes el Cínico o Diógenes el del tonel (no confundir con el historiador filosófico griego Diógenes Laercio) no se conserva ninguna obra escrita, pero se tiene sobrada constancia de su singular pensamiento, un anticipo total al hedonismo hippie, al nihilismo, al pasotismo y a la contestación punk. Su imagen, reproducida ampliamente a la largo de la historia, como un harapiento ermitaño (a veces semidesnudo), anciano, barbudo, acompañado por un perro y portando una lámpara, es muy conocida por todo el que alguna vez se haya asomado a la historia de la Grecia antigua, pero en realidad poco se conoce de toda su vida, ya que existen ciertos datos contradictorios en ella o no suficientemente especificados. Eso sí, sus frases, sentencias, ocurrencias y anécdotas, recogidas por diferentes autores, han traspasado las fronteras del tiempo y siempre se han contemplado como el extremo al que fue capaz de llegar en un momento dado la filosofía clásica. El filósofo-bufón por excelencia de la historia del pensamiento, Diógenes de Sínope tal vez fue el primer filósofo humorista o el primer humorista filósofo, el filósofo primer pensador rebelde, ácrata, irreverente y polémico. El escándalo siempre fue con él.
Platón (428 a.c – 347 a.c), que llegó a conocerle, decía de Diógenes el Cínico que era un Sócrates que se había vuelto loco. Nuestro personaje fue contemporáneo de Platón, Aristóteles e incluso conoció vivo a Sócrates, que falleció cuando Diógenes tenía 14 años. Vivió durante el imperio de Alejandro Magno (356 a.c- 322 a.c), el Periodo Helenístico, y con él vivió una de las más famosas anécdotas históricas. Diógenes nació en la ciudad de Sínope, en la actual Turquía. Diógenes fue expulsado de su ciudad, al parecer junto a su padre debido a asuntos económicos que probablemente guardaban relación con delitos de fraude, concretamente de falsificación de moneda. No se sabe a ciencia cierta si esto fue obra únicamente de Diógenes, de su padre, o de los dos, pero si que se conoce que a raíz de este destierro, Diógenes se encontraba en Atenas cuando contaba con unos 30 años de edad. Se dice que cuando escuchó su sentencia dijo la primera de sus célebres frases calificadas como cínicas: “Ellos me condenan a irme y yo les condeno a quedarse”. Toda una declaración de principios y una muestra de su peculiar visión resignada de la realidad y lo negativo, además de ejemplo de su misantropía y su visión un tanto burlesca y despiadada de sus semejantes, seres para él en su mayor parte necios. Se tiene constancia que tras su destierro también deambuló por Esparta y Corinto, pero fue en Atenas en donde Diógenes de Sínope se convirtió en toda una celebridad. En dicha ciudad entro en contacto con la Escuela Cínica liderada por Antístenes (444 a.c - 365 a.c).
Cosas de cínicos
La Escuela Cínica era una de las varias escuelas de pensamiento que existían en la Grecia clásica; hizo su aparición en la segunda mitad del siglo IV a.c y afirmaba que la civilización era un mal y que la auténtica felicidad se alcanzaba siguiendo una vida simple y de acuerdo con la naturaleza, es decir, según ellos vivir de acuerdo con la razón es vivir de acuerdo con la naturaleza y viceversa, sin por que tener en cuenta las leyes, normas y convenciones. Esto les llevaba a comportarse excéntricamente desde el punto de vista social (la anaideia o provocación), comportándose sin pudor y haciendo literalmente lo que les daba la gana (al igual que los perros, sus inspiradores), viviendo con los demás hombres pero siempre según lo que les apetece hacer, alcanzando la felicidad mediante la sabiduría y la virtud y desprendiéndose de todo tipo de bienes y posesiones para no atarse a ellos. Los cínicos en realidad no eran una escuela griega típica de pensamiento en si ya que no se estructuraba como tal (con un maestro enseñando a unos discípulos en un local), sino que se reunían informalmente en gimnasio que frecuentaban (el Cinosargo); de hecho repudiaban la ciencia, las normas y las convenciones. Diógenes, una vez llegado a Atenas (se dice que viajó con un esclavo llamdo Manes, al que abandonó al poco tiempo), comenzó a frecuentar el Cinosargo, donde conoció al que será su maestro, Antístenes, antiguo discípulo de Sócrates. A partir de ese momento, Diógenes se hace un cínico más: decidió tener una vida austera (con el concepto de austeridad que tenían los cínicos, es decir, miserable), vistiéndose con andrajos, comiendo de lo primero que encontraba (carne cruda muchas veces) y rechazando tener un hogar, durmiendo en la calle o en pórticos de edificios. En poco tiempo adoptó como “hogar” un diminuto habitáculo: un tonel de madera, según algunas versiones, o una enorme vasija, según otras (es probable que fuese esto último); esta peculiar morada la escogió tras ver como un ratón vivía en un agujero, él entonces dedujo que los ratones eran capaces de adaptarse a cualquier circunstancia de vida y que el ser humano también podía hacerlo, no se necesitaba más refugio que el esencial. Diógenes seguiría con esta forma de vida hasta el final de sus días.
En poco tiempo, Diógenes se convirtió en el filósofo cínico más popular de Atenas y su fama se fue extendiendo en todo el mundo griego. Políticos, militares, ciudadanos de a pie e incluso filósofos como Platón o Aristóteles no fueron indiferentes a la torrencial figura del sabio de la vasija, quien transgredía toda norma cívica y social. Se cuenta que Diógenes no solo hacía sus necesidades en plena calle, sino que se masturbaba y mantenía relaciones sexuales en público con el escándalo subsiguiente. Se manifestó a favor del canibalismo y declaró su desprecio a las ciencias, en especial a la geometría, la astronomía, y la música. Para él, las ciencias no podían proporcionar la felicidad, el único vehículo para alcanzarla era el vivir en pleno contacto con la naturaleza mediante una manera autosuficiente mediante los valores de uno mismo. La sabiduría plena no se podía alcanzar por la ciencia, solo por el instinto y la razón de uno mismo, la ética propia del individuo, ya que el mundo sensible no podía ser discernido y por lo tanto era inútil discutir sobre él. El conocimiento era estéril si no servía a ningún propósito. Había una serie de valores que Diógenes destacaba, que eran la virtud, la impasibilidad, y la autarquía. Para él, eso era lo que representaba la ética.
Pensamiento de un asceta
Se tiene constancia de que Diógenes escribió algunas obras, pero todas se han perdido. Es posible que se tratase simplemente de aforismos. Todo el pensamiento que conocemos sobre Diógenes el Cínico se debe a la crónica que sobre él hizo su tocayo Diógenes Laercio en su Vida de los filósofos más ilustres (siglo III d.c). Por otra parte, existe evidencia de que el filósofo era reacio a verter su pensamiento en escrito, ya que para él los escritos no representaban correctamente la realidad. Estaba claro que Diógenes era el polo opuesto a la filosofía platónica, la corriente de pensamiento con más seguidores en los siglos V y IV a.c, y además su pensamiento religioso era harto peculiar en la Grecia antigua: rechazaba el politeísmo y los cultos religiosos, que para él eran algo superfluo. Era muy crítico con los poetas y literatos a los que les acusaba de leer y contar los sufrimientos de otros (de Ulises, por ejemplo) mientras no se preocupaban de los suyos propios y también con los teóricos, quienes para él solo predicaban la verdad, pero no la practicaban.
Poco a poco, Diógenes fue ganándose el respeto de los atenienses a pesar de su amoralidad y sus extravagancias (cuando alguien se acercaba a su tonel o vasija a molestarle o reírse de él, el les atacaba mordiéndoles como un perro), muchas de las cuales provocaban la risa y fueron recordadas en años sucesivos con humor. También era cierto que su pensamiento distaba mucho de ser tomado en serio, al menos al mismo nivel que el de un pensador convencional, es por ello que el pensamiento de Diógenes nunca se ha considerado un pensamiento coherentemente serio y racional entro de la Historia de la Filosofía. No obstante, su violación sistemática de las normas y de los convencionalismos sociales, que en un principio convirtió a su figura en enormemente polémica, comenzó a ser debatida en años posteriores llegando a la conclusión de que su transgresión había mostrado la inutilidad de ciertos convencionalismos: por ejemplo, Diógenes se saltaba la norma ateniense de comer en el mercado de la ciudad por la sencilla razón de que el propio mercado (en done se vendían alimentos) le daba hambre.
Hechos y cosas entre la realidad y la leyenda
Se cuentan muchos pasajes verdaderamente significativos en la vida del sabio en donde mostraba su pensamiento y modo de actuar cínico. Es muy famoso aquel en donde al ver a un muchacho beber agua de una fuente con los manos arrojó su jarro lejos, había descubierto que no le era útil. También es célebre el relato de cuando una noche en Atenas comenzó a deambular con su linterna en mano “en busca de un hombre honesto” según sus propias palabras. Tras responderle la gente que Atenas estaba llena de hombres honestos este respondió “Busco a un hombre de verdad, uno que viva por si mismo”. Pero tal vez el hecho más conocido de su vida fue uno que ocurrió ya cuando el sabio se encontraba en Corintio, como fue su encuentro con Alejandro Magno, quien ardía en deseos de conocer al famoso filósofo de la vasija habitada. El joven soberano se acercó a su habitáculo y le pregunto “¿hay algo que pueda hacer por ti?, a lo que Diógenes le respondió “Sí. Apártate, me estas tapando el sol”. Alejandro afirmaría poco más tarde “De no ser Alejandro, querría ser Diógenes”
Otro episodio bastante curioso (aunque más bien legendario) es el de su secuestro por unos piratas en un viaje en barco a Aegina, tras el cual fue vendido como esclavo en Creta. Los tratantes de esclavos le preguntaron que era lo que sabía hacer mejor y Diógenes les respondió “Mandar, alguien querrá comprar un amo”. Un tal Xeniades de Corintio le compró y le devolvió la libertad, haciéndole tutor de sus hijos. Posteriormente, Diógenes permaneció en Corintio hasta su fallecimiento. No menos ilustrativo de su carácter cínico es el diálogo que mantuvo con el filósofo Arístipo, un adulador de las clases altas y dirigentes. Arístipo, que gracias a eso vivía rodeado de toda clase de lujos, al verle comer unas miserables lentejas le e dijo a Diógenes “Si aprendieses a ser sumiso al rey no tendrías que comer esa basura de lentejas”, y Diógenes respondió “si hubieras aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey”. Diógenes detestaba a los poderosos y a aquellos que les obedecían.
Una discusión con Platón muestra la ironía de Diógenes a la hora de criticar el platonismo: Platón le comunicó una vez a Diógenes la definición de ser humano de su maestro Sócrates, como “un bípedo sin plumas”. Diógenes contestó a esto desplumando un pollo vivo y soltándolo en medio de la Academia de Platón mientras decía “Te he traído un hombre”. Platón tuvo que completar después a la definición socrática irónica de hombre como “un bípedo sin plumas y uñas cortas”. Otras frases célebres del filósofo (reales o atribuidas) son: Cuanto más conozco a los hombres mas quiero a mi perro; El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe; El movimiento se demuestra andando; Un pensamiento original vale cien mil citas insignificantes.
Diógenes de Sínope falleció en Corintio 327 años antes de Cristo. No se tiene certeza de la causa de su muerte, se dice que se suicidó conteniendo el aliento o que fue a consecuencia de la mordedura de unos perros o tal vez por comer un pulpo en mal estado. Hay que destacar el hecho insólito de que murió con 96 años, una edad auténticamente impensable a llegar en la antigüedad, se ve que la vida ascética le acentuó la longevidad. Lo más relevante de la vida y obra de Diógenes el Cínico es que a su manera fue el primer intelectual y pensador antisistema y un personaje fascinante que pese a encontrarse su vida trufada de leyendas y enigmas, resulta inmortal.
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