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Roman Polanski sigue demostrando ser un director fuera de serie incluso en películas de modesto presupuesto y cortitas como esta estupenda adaptación de la obra de teatro Un Dios Salvaje de la francesa Yasmina Reza, un éxito internacional en los escenarios que hace años llegó a España. Con prácticamente solo una localización y cuatro únicos actores, el legendario director franco-polaco demuestra que el medio teatral puede ser perfectamente adaptable al cine si quien está detrás de la cámara es un cineasta tan habilidoso y excepcional como él. Otro director posiblemente la hubiese cagado de una u otra forma, pero Polanski, como ya demostró con La Muerte y la Doncella (1994) sabe hacer creíble una historia totalmente encorsetada en el espacio-tiempo y sin aburrir al público poco habituado a este tipo de adaptaciones. Lo cierto es que los 76 minutos que dura el filme dan mucho de si y son una buena muestra de una dirección de actores de enorme calidad, además del propio enorme talento de los cuatro intérpretes.
La historia es la batalla dialéctica, verbal, sentimental, social y cultural de dos matrimonios bien distintos que se ven forzados a tratar entre ellos- sin conocerse previamente- por un desagradable hecho fortuito como es la agresión del hijo de una de las parejas al hijo de la otra, ambos de 11 años. Lo que al principio era una reunión de conciliación para aclarar lo sucedido y redactar un documento conjuntamente se convierte poco a poco en una batalla campal en donde ambos matrimonios terminan enfrentándose por sus diferencias de ver no ya solo el caso sino la vida misma, con un brutal desprecio mutuo del sistema de valores de cada una de las parejas. Y no solo la refriega es entre los dos matrimonios, sin darse cuenta entre los mismos cónyuges empezará a establecerse un estado de recelo, desconfianza y en definitiva de rivalidad. Por un lado Michael (John C. Reilly) y Penelope (Jodie Foster), una pareja de clase media, él un comerciante con pocas aspiraciones y ella una mujer de profesión liberal que trata de salir de la mediocridad; y por el otro Alan (Cristoph Waltz) y Nancy (Kate Winslet), un matrimonio de clase alta estirado y distante, él un importante abogado de una compañía farmacéutica cínico, distante y obsesionado con su trabajo y ella una obsesiva neurótica con un peculiar sentido de la justicia. La sombra de Quien teme a Virginia Woolf planea sobre esta historia, pero su inclinación a la ironía, el humor negro, y en definitiva, la comedia, sitúan a Un Dios Salvaje en unas coordenadas bien distintas en donde en todo momento se busca la complicidad del espectador, quien permanece con la sonrisa en la boca en mas de la mitad del metraje.
Resulta abrumador el descomunal trabajo de los actores en todos los sentidos por dotar de total credibilidad a esta historia que no es más que un reflejo de la hipocresía de la sociedad actual y de muchas convenciones sociales. La opinión y la relación recíproca de cada uno de los personajes, tras una inicial farsa de bienquedismo y jijijí jajajá empieza a salir pronto a la superficie y toda la vida, opiniones y creencias de los cuatro parecen saltar por los aires con un inevitable y fortuito choque entre ellas. Detalles muy cómicos e incluso escatológicos refuerzan lo hilarante de un conjunto que muestra lo patéticos que podemos llegar a ser los seres humanos en ciertas situaciones. Cien por cien recomendable
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