*** y 1/2
Steven Sìelberg no ha tardado mucho en ofrecer una nueva película tras Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio, aunque si aquello fue un experimento en el campo de la animación en esta ocasión vuelve con una película de imagen real ya con todas las de la ley cuatro años después de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. El material de partida es una novela de Michael Morpurgo sobre la historia más o menos épica de un caballo inglés en la I Guerra Mundial y su amistad con su joven propietario Albert, un granjero de Devonshire. Y el resultado es una película de muy agradable visión, filmada con gusto y con una soberbia puesta en escena como corresponde a un director con las tablas y recorrido de Spielberg, pero que sin embargo tiene como principal pega estar sustentada en una historia muy minimalista y previsible y a veces un tanto sensiblera, aunque al final las emociones en esta película se manejan magistralmente su nada desdeñable aliento épico consiguen convertir lo que podía ser una nueva cagada del director como en Always, Hook o Amistad (y a otro nivel en Jurassic Park) en un sólido melodrama con insertos de cine bélico y de aventuras aunque por desgracia no exento de altibajos a causa de un arranque tardío y ciertas concesiones a la vertiente más populista y comercial del director.
Se nota una barbaridad que Spielberg ha disfrutado dando forma a esta superproducción rodada con tino en escenarios de Ingalterra con un eficaz reparto internacional sin estrellas de relumbrón, con multitud de extras y con más de 100 caballos reales que protagonizan espectaculares escenas bélicas que son de lo mejorcito del filme. La verdad es que debe resultar difícil no, dificilísimo rodar escenas de ese tipo. Jeremy Irvine, joven actor británico debutante incorpora con cierta sultura pero escasa expresividad Albert, el muchacho propietario de “Joey” su “caballo milagroso” quien en la típica historia iniciática del paso de la adolescencia en la edad adulta encontrará en Joey un fiel aliado al mismo tiempo que el estallido de la Gran Guerra también influirá lo suyo ene se proceso, como es de suponer. La difícil relación del chico con su padre (Perer Mullan), dispuesto a deshacerse del cuadrúpedo para poder pagar las deudas de su granja ante el acoso de un desagradable terrateniente (David Thewlis) marca también el destino de Joey, víctima inocente de la precaria situación de la familia y de la codicio de los humanos, convirtiéndose en un “caballo soldado” cuando es vendido al ejército británico una vez estallada la guerra. Así, en Francia el caballo será propiedad primero de los ingleses, después de los alemanes, más tarde de un granjero francés y su nieta, luego de los austriacos y de nuevo otra vez se encontrará “sirviendo” a Su Graciosa Majestad. Una epopeya muy bien contada pese a que en la primera hora la película da preocupantes síntomas de ser un melodrama sensiblero y fallido, pero en el momento en el cual entra en escena la guerra el filme retoma el vuelo y consigue ser algo más que convincente. Buena música del viejo John Williams, espléndida escenografía (las escenas de batalla son de lo mejorcito en un filme que pese a todo no resulta muy familiar) e interpretaciones correctas como puntos fuertes. Como aspectos flojos, una fotografía un tanto engolada y manierista que además da la sensación de que se ha abusado de la luz y los focos una exageración, además de un guión muy irregular y un tanto infantil. Pero en definitiva, una película muy agradable.
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