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Pequeño
gran semi experimento cinematográfico que demuestra como sin grandes alardes
técnicos y sin tan siquiera un guión enormemente ambicioso se puede hacer una
excelente película. Claro que hace falta tener años y años de experiencia
cinematográfica y ser unos viejos zorros como los ya míticos hermanos Paolo y
Vittorio Taviani para dotar de niveles supinos a una película que fluctúa entre
el documental y la ficción, con actores amateurs (reclusos de un centro
penitenciario de máxima seguridad italiano) y que fusiona la adaptación de una
obra mítica de William Shakespeare como es Julio
Cesar con una crónica deliberadamente esquemática, minimalista y gélida de
los sentimientos e inquietudes de unos reclusos con diferentes graves delitos
(homicidio, tráfico de drogas, pertenencia a mafias): y todo con una total
solidez y coherencia
El
octogenario tandem fraternal cineasta, que en su haber cuenta con auténticos
clásicos del cine italiano como Padre
Padrone (1977) obtuvo el León de Oro en el Festival de Berlín con una
película en donde una situación real vivida en la vida real por los propios
reclusos de una prisión de Roma (el proceso de montaje, ensayo y representación
del Julio Cesar Shakeasperiano) se torna casi en un relato de ficción por medio
de la inserción de inciertas trampas dramáticas en lo concerniente al vivir y
sentir de los presos hacia su proyecto teatral, algo que les ocupa durante
varios meses y parece influirles de manera decisiva en las difíciles relaciones
que mantienen entre ellos y en su propio autoconcepto . Aunque la película lo
que hace básicamente es mostrar la mayor parte del contenido de la obra
interpretada por el grupo teatral de la prisión como si de otra adaptación de
Julio Cesar se tratase, está claro que los directores han querido ir más allá y
así, filmando en los ensayos en celdas, patios y pasillos y dejando a los
actores noveles una total libertad creativa y dramática para componer sus
propios Cesar, Bruto, Marco Antonio o Casio -los Taviani fueron en realidad los
promotores de que se representase esta obra en al prisión, junto con el
director teatral Fabio Cavalli, que también interviene en la película- logran firmar
un experimento que resulta grato y felizmente resuelto con unos actores que
respiran convicción y entusiasmo en sus nuevos roles artísticos y que no hacen
desmerecer en ningún momento la fuerza dramática de la fuente original. El
problema de esta película tal vez sea lo despistante que resulta que la línea
entre la realidad y la ficción cuando los reclusos están “interpretándose” a
ellos mismos sea tan difusa y no se sepa si en estos momentos estos están
actuando o comportándose con su verdadera personalidad. A esto no ayuda que por
ejemplo esta película se exhiba doblada por actores de doblaje profesionales:
los subtítulos hubiesen sido lo más correcto para un filme de estas
características. Todo esto sin embargo no debe impedir el visionado de una
película sugerente y arriesgada aunque puede que no sea plato para todos los
gustos.
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