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y1/2
Merece
ser reconocido el esfuerzo de Isabel Coixet por firmar una película tan
complicada y honesta como esta que nos ocupa, que tal vez no sea el mejor
trabajo de al directora catalana pero si su película más valiente y efectiva.
Con solo dos actores, Candela Peña y Javier Cámara, Ayer no termina nunca se plantea como un filme sustentado en un
diálogo entre dos personas que va tejiendo un drama sobre el pasado, presente y
futuro de sus dos protagonistas, una pareja rota que se reencuentra concertada
pero incómodamente después de cinco años. El recuerdo de un hijo muerto y el
dolor subsiguiente que propició la ruptura del matrimonio planean
constantemente en un reencuentro que genera una convivencia de unas pocas horas
(mostradas casi a tiempo real en la película) en la cual la pareja trata de
buscar las claves de su situación actual (dispar para cada uno de ellos) y
puntos de encuentro que lleven a una especie de reconciliación no deseada -al
menos en apariencia- que lime las asperezas de su situación y aunque en
realidad no sirva de mucho. El hecho de que esta película se sitúe
temporalmente en un futuro 2017 y se haga continua referencia a los efectos de
la crisis, pone de manifiesto que este es un inusual “filme futurista” con
intencionalidad de denuncia: la crisis económica en España acarreará crisis
ética, de valores y humana y mientras unos huirán de ella estableciéndose en
otros países, como en el caso del hombre, otros no tendrán mas remedio que
quedarse en una España vendida a inversores extranjeros y empleo y sin recursos
propios la más penosa situación, como en el caso de la mujer. Esta es la muy
pesimista visión de Coixet sobre el futuro de este país, aunque al fin y al
cabo la denuncia es solo el trasfondo en el que se presenta un drama humano con
todas las de la ley, y este es el interés principal de la directora.
Javier
Cámara y Candela Peña están sencillamente sensacionales en sus
interpretaciones, dando vida a dos criaturas confusas y perdidas y que ni tan
siquiera tiene claro el estado actual de los sentimientos del uno por el otro.
Ira, lágrimas, amagos de alegría, aburrimiento y sobre todo miedo es lo que
entre otras cosas logran transmitir ambos actores en sus respectivos personajes
situados en el interior de un edificio público abandonado. Algún recurso
poético como el de los pensamientos internos de los personajes “monologados” en
otra localización nos recuerda a la Isabel Coixet más gráfica e intimista, pero
la película esta basada principalmente en una interacción tensa y violenta que
cambia, sube y baja de manera espontánea y visceral a los ojos del espectador.
La puesta en escena realista y fría enfatiza el poder de atracción de una
película que no dejará indiferente a nadie si es vista y degustada con paciencia.
Un nuevo acierto de Isabel Coixet, y ya van unos cuantos.
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