La joven que quiso ser
soldado
La apasionante, novelesca y turbulenta vida aventurera de
Catalina de Erauso (Donostia -San Sebastián 1585 ? – Cuitlaxtla 1650), la mítica Monja Alférez, ha sido
siempre objeto de controversia, admiración y escepticismo. Aunque hasta
nuestros días ha llegado la (supuesta) autobiografía de este singular personaje
antiheroico adelantado a su tiempo y que ha suscitado el interés de
historiadores, literatos, feministas y degustadores de los relatos de aventuras
y de capa y espada, poco se sabe en realidad sobre esta mujer empezando por la
veracidad de sus memorias, publicadas dos siglos después de su muerte. Siempre
que se habla de Catalina de Erauso se evoca a la mujer que en pleno siglo XVII
se hizo pasar por hombre durante prácticamente toda su vida para vivir un vida
de aventura, navegación, ejército, escaramuzas, crímenes, amantes femeninas,
duelos a espada, batallas en la
Américas, y todo muchas veces con mal término (heridas,
encarcelamiento) pero en definitiva logrando lo que se propuso: vivir todo lo
que en aquel tiempo estaba solo reservado a los hombres, incluida la ventura ya
a veces el crimen y el delito.
Muy posiblemente sus famosas memorias Historia de la Monja Alferez
Dª Catalina de Erauso (publicadas por primera vez en parís en 1894) sean
apócrifas o en su defecto mucho de lo que cuente en ellas esté fantaseado,
inventado o exagerado, pero han
alimentado el mito de la mujer espadachín y pendenciera hasta convertirlo en
uno de los pasajes más insólitos de la Historia de España, en tanto que la vida de una
mujer que se hizo pasar por hombre aguerrido en el Siglo de Oro y que además
llegó a ser un militar de éxito (aunque también un peligroso delincuente) y sin
que casi nadie se diese cuenta del engaño, es algo de indudable y evocador
interés narrativo y que además conforma un relato que entre otros muchos
componentes contiene el de la liberación femenina. ¿Qué habrá de verdad y que
habrá de falsedad en la mítica historia de Catalina de Erauso?
Busto de C. Erauso en Donostia |
Conocida a través de la historia por el sobrenombre de la Monja Alferez debido a su
adolescencia como novicia y al hecho de que llegó a Alférez del ejército
español en las Américas de la expansión conquistadora del siglo XVII (nótese
que dicho apodo evoca deliberadamente un efecto contradictorio con dos términos
de origen antagónico, uno de origen religioso (femenino) y otro militar),
Catalina de Erauso y Pérez de Gallarraga nació en San Sebastián, Gipuzkoa,
supuestamente en 1585, aunque también se afirma que nació en 1592 (¿fue
bautizada ese año?). Todo lo que se sabe de ella proviene de sus supuestas
memorias, aunque aún así existen varias lagunas. Su padre fue el capitán Miguel
de Erauso, que sirvió a las órdenes de Felipe III, y su madre María Pérez de
Gallarraga y Arce. Tuvo varios hermanos y hermanas y desde pequeña vivió en un
ambiente militar que influyó en ella enormemente. Es muy probable que esta
mujer fuese educada como un muchacho, algo que junto al hecho de que - según
sus memorias- pasó gran parte de su infancia compartiendo aficiones marciales
con sus hermanos varones la convirtió en un hombre atrapado en cuerpo femenino,
aunque también es probable que su deseo de ser hombre fuese sencillamente
natural con lo que tendríamos uno de los primeros caso célebres de deseo de
reasignación sexual. A los cuatro años (hacia 1589) sus padres la internaron
junto con sus hermanas Isabel y María en el convento dominico de San Sebastían
cuya madre priora era pariente de su madre, tal y como las familias de
hidalgos, militares y gente con posibles hacía con sus hijas a comienzos de la Edad Moderna, para que estas
recibiesen refinada educación. Pero la
pequeña Catalina resultó ser de todo menos refinada ya que su carácter era
rebelde, aguerrido, violento y masculino. Fue expulsada y llevada a un nuevo
“hogar”, esta vez el Monasterio de San Bartolomé, también en San Sebastián, el
cual imponía una mayor disciplina. Al parecer, las monjas se empeñaron en
convertir a Catalina en religiosa haciéndola novicia, pero a la ya adolescente
no le interesaba la vida monacal y soñaba con vivir las aventuras militares de
su padre. Se sentía prisionera y muy posiblemente allí alimentase cierta
aversión a la autoridad al tiempo que su carácter violento se acentuó. Llegó
según parece a agredir a otra novicia ya más entrada en años y viuda lo que le
valió un largo confinamiento en su celda: la primera de las varias prisiones
que viviría. Según la “leyenda”, en 1600, con 15 años, la novicia Catalina se
hizo con las llaves del monasterio y logró huir del mismo con ropas de hombre
que ella misma confeccionó a partir de trapos y telas viejas que halló en el
convento. Se cortó el pelo y allí comenzó teóricamente su vida como hombre.
Aunque es difícil creer que este pasaje sucediese en realidad de este modo (tal
y como lo cuentan sus memorias) parece cierto que desde su adolescencia
Catalina de Erauso trató de “convertirse” en un hombre y de hecho consiguió
vivir como tal a temprana edad.
Primeras aventuras
Todo lo que se cuenta a continuación- la vida masculina de
Catalina- aún genera controversia por su veracidad o no. La verdad es que
resulta muy difícil creer ciertos pasajes (¿pero nadie se dio cuenta de que era
una mujer?) así como lo exagerado y heroico de muchos suena a fabulación. Con
todo, componen un retrato bastante fascinante de un personaje ciertamente
inusual. Al parecer, uno de los principales ardides que Erauso utilizó para
ocultar su condición femenina durante medio siglo fue que apenas tenía pechos y
para disminuirlos aún más se aplicó un misterioso remedio. Su físico (tal y
como puede verse en sus retratos) era además hombruno: muy alta, con rasgos
faciales toscos y pronunciados y su voz según parece bastante masculina. Los
medios por los que logró ocultar durante largo tiempo su sexo femenino son aún
desconocidos, algo desconcertante si se tiene en cuenta que Erauso vivió
durante toda su vida romances con varias damas sin que estas llegasen a saber
nunca que se trataba de una mujer.
Tras huir del Monasterio de San Bartolomé, Catalina comenzó
un trayecto a pie hacia Vitoria (a 100 km. de San Sebastián) durante varios días
alimentándose de frutas y hierbas con el fin de reunirse con el doctor
Francisco de Cerralta, un catedrático primo de su madre. Este casi inverosímil
episodio es uno de los más discutidos en la vida de Erauso. Catalina pasó tres
meses con el catedrático quien supuestamente le enseñó rudimentos de latín
hasta que este intentó forzarla. Esta oscura estancia vitoriana concluyó con la
huida de Catalina hacia la sede de la corte española en Valladolid. Nuevamente
con su personalidad masculina, la joven vestida de hombre llegó a la por
entonces capital del Reino de España gracias a un arriero que accedió a que
viajase en su carro previo pago de un dinero que la muchacha había sustraído de
su mentor. La motivación de Erauso era,
bajo identidad masculina, la de hacer carrera militar desde la misma capital y
al poco de llegar se colocó bajo el nombre de Francisco de Loyola como paje de Juan
de Idiáquez, presidente del Consejo de Órdenes y uno de los hombres de
confianza del rey Felipe III (había sido secretario de su padre, Felipe II)
además de amigo del capitán Erauso. Precisamente la llegada del padre de
Catalina a Valladolid para entrevistarse con Idiáquez sobre la huida de esta
del convento y con el fin de hallar ayuda sobre su paradero, propició la huida
de la joven de Valladolid. Según se cuenta, el padre de Catalina llegó a verla
con su disfraz de paje pero no la reconoció.
Hacia 1601 Catalina se encuentra en Bilbao, pero no logró encontrar ni
trabajo, ni hogar, ni protección. En la capital vizcaina se defendió a pedradas
de unos asaltantes y al haber herido a uno de ellos fue encarcelada durante un
mes. De nuevo mediante apaños con dueños de carruajes, llega a Estella
(Navarra) donde se coloca como paje del navegante y explorador Alonso de
Arellano, descubridor de Filipinas. Este nuevo amo probablemente encendió el
espíritu aventurero de la joven. En 1603, tras dos años en casa de Arellano,
regresó a San Sebastián por capricho personal, donde a pesar de verse con
algunos familiares, siguió viviendo y vistiendo como un hombre. Nadie -salvo
supuestamente sus parientes entre los que no se encontraban ni sus padres ni
sus hermanos- llegó a saber que aquel muchacho era realmente una mujer.
Catalina de Erauso había decidido ser un hombre y nada se lo iba a impedir. Ni
tan siquiera sus antiguas compañeras monjas del convento llegaron a reconocerla-
si damos por cierto lo que se cuenta en su biografía- al asistir a las misas de
San Bartolomé.
Un consumado espadachín
en el Nuevo Mundo
Tribunal de Inquisición en Lima (S. XVII) |
A los 18 años, el muchacho que en realidad no era tal, quiso
ser partícipe de las apasionantes andanzas de los marinos vascos en las Indias
Occidentales o Américas y decidió convertirse en marino y en Pasajes, cerca de
San Sebastián, fue en busca del capitán Miguel de Berróiz con quien se embarcó
como grumete hasta Sevilla y Sanlúcar de Barrameda con vistas de partir en
algún otro navío hacia América. En Sanlúcar Catalina se alistó como grumete en
un galeón mercante rumbo a las Américas (a Venezuela) cuyo capitán Esteban de
Eguiño era primo de su madre, aunque nunca supo la verdadera identidad de aquel
mozo llamado Pedro de Orive, la nueva identidad adoptada por Catalina. Punta de
Araya, en Venezuela, fue el primer destino americano de la aventurera: allí
vivió su primera gran épica al enfrentarse su barco a unos piratas holandeses. Posteriormente,
el navío se dirigió en busca de un cargamento de plata a Cartagena de Indias y
Nombre de Dios, un penoso viaje que costó la vida de varios marinos. En el
viaje de regreso a España, la/el joven comenzó a mostrar su carácter amoral y
canalla fruto de su codicia: mató a Eguiño y le robó 500 pesos. El resto de
marineros no se creyeron las excusas con las que el grumete trataba de
justificar la ausencia del capitán y le abandonaron en un puerto sudamericano.
Pese a todo, “Pedro”, pudo regresar a España donde bajo un nuevo nombre pudo
restablecer su carrera como marino embarcando rumbo a Panamá hacia 1605. El
mercader extremeño Juan de Urquiza fue el nuevo mentor de Erauso: con él navegó
hacia los actuales Perú y Ecuador. En el puerto de Manta (Ecuador) sobrevivió a
un naufragio junto con Urquiza donde falleció el resto de la tripulación. “Antonio
de Erauso” y su amo Juan de Urquiza establecen posteriormente sus actividades
mercantiles en Paita y después en Zaña (Perú), en donde ambos prosperaron. En
Zaña, un enriquecido Urquiza le legó a su discípulo una casa y tres esclavos
negros. Catalina de Erauso se había convertido hacia 1609 en un joven ingenioso
y valiente, diestro con la espada pero asaz violento y tendente a meterse en
líos. En una lucha con unos jóvenes que “le habían amenazado” hirió en la cara
a uno de ellos, sobrino de doña Beatriz de Cárdenas, la prometida de Urquiza, y
fue encarcelada; pero Urquiza con la ayuda del obispo del lugar consiguieron
sacarla pronto con la condición de que se casase con doña Beatriz. Catalina,
que se interesaba sexualmente por las mujeres, se negó pese a todo por temor a
que la mujer descubriera su verdadero sexo, pero consiguió salir de la cárcel. Posteriormente,
se establece en Trujillo (Virreinato de Perú) donde vuelve a retarse con el
agraviado sobrino de doña Beatriz, esta vez acompañado de algunos compinches.
En un combate a espada mata a uno de los amigos del joven por lo que vuelve a
ser encarcelada. Su amo consigue sacarla otra vez y la envía a Lima con una carta
de recomendación para el cónsul mayor de Lima Diego de Solarte. Corría
aproximadamente el año 1613.
Guerra de Arauca |
En Lima, Erauso estuvo al frente de la tienda de Solarte,
que era además un próspero mercader, pero nueve meses mas tarde es expulsada al
cortejar impúdicamente a la cuñada de Solarte, a la que al parecer estaba
“andándole entre las piernas”. En Lima sin oficio ni beneficio, Erauso optó por
la carrera militar, una profesión que casaba mejor con su carácter despótico
que la de mercader. Terminó alistándose en las compañías para la conquista de
Chile, y en 1619 parte hacia Concepción desde Lima en un ejército de 600
hombres bajo el nombre de Alonso Díaz (posteriormente Alfonso de Erauso). En
Chile Erauso toma parte en episodios tan
penosos y vergonzosos como la matanza de los Araucanos en las Guerra de Arauco exhibiendo
ella una belicosidad y sanguinolencia proverbiales. Curiosamente estuvo en sus
primeros años en Chile bajo la protección del secretario del gobernador de la
zona, que no era otro que su hermano Miguel de Erauso, quien según las crónicas
no llegó a reconocerla. Sea esto cierto o no, Catalina al menos había logrado
dar el pego a todo el mundo de que se trataba de un hombre y además con “un par
de pelotas”: mujeriego, jugador, buscalíos y tendente a duelos y disputas. Era
según parece un consumado espadachín y ya estaba destacando como un soldado
fuera de serie. Su instinto asesino es el que ha quedado en constancia en su
biografía (de manera muy gráfica) y en diferentes estudios sobre el personaje
histórico, pero ¿fue cierto que nadie descubrió su engaño?, ¿fue incluso un ser
aún más sanguinario y cruel de lo que se cuenta? Con todo, las “hazañas” de
Catalina de Erauso como conquistadora de Chile (mitificadas y magnificadas
cuando en realidad no deja de ser la crónica de una masacre indígena) fue el
principal argumento por el cual Erauso sobre todo a partir del siglo XX se
convierte en un héroe/heroína con sustrato “patriótico” (según la concepción
que trató de inculcar el Franquismo) con el plus de que fue una mujer que para
mostrar su heroicidad y ardor guerrero tuvo que hacerse pasar por un hombre,
algo que en la actualidad no suena demasiado bien y que casa poco con el
sustrato feminista que en los últimos años se quiere otorgar al personaje.
El alférez es una
mujer
Duelo de Catalina de Erauso con su hermano |
Hacia 1622, Erauso (según se dice por una disputa con su
hermano a causa de una mujer) es desterrada a la región de Paicabí donde vuelve a tomar parte en la Guerra de Arauco masacrando
a un gran número de indios mapuches. Tras la Batalla de Valdivia se convierte en alférez y en
la batalla de Purem asume el mando del
ejército de la Corona
española ganándola y destacando por su bravura pero también mostrando extrema
crueldad por lo que no será ascendida esta vez. Durante un periodo de uno o dos
años, Erauso, llena de ira por su no reconocimiento como héroe de guerra y por
su no ascenso se convierte en un militar proscrito e insurrecto cometiendo
asesinatos, devastaciones de tierras y todo tipo de desmanes y crímenes. Tras
matar al auditor general de concepción es encarcelada durante seis meses y tras
ser libre mata a su hermano Miguel en un duelo -en el que ambos habían actuado
en realidad de padrinos- con ocho meses de prisión como castigo. Huye a
Argentina en donde se promete con dos muchachas a las que da plantón y después llega
a Potosí (Bolivia) donde se reintegra en el ejército una vez más ejerciendo su
afición favorita: matar indios. En Bolivia se vuelve a meter en líos, en
encarcelada varias veces, se dedica al tráfico de trigo y ganado y termina
asesinando a un hombre por deudas de juego: es condenada a muerte pero consigue
salvarse in extremis. En La Paz
sufre otra condena a muerte pero consigue huir a Perú en 1623. Pero allí iba a
suceder un acontecimiento que iba a dar un vuelco a su vida.
Duelo
Una nueva trifulca provocó la detención de Erauso, quien
tenía aún pendiente su sentencia de muerte, en la localidad de Huamanga. Con el
agua al cuello, se vio forzada a confesar al obispo de la ciudad que era en
realidad una mujer antigua novicia. Un grupo de matronas certificó su verdadero
sexo y el hecho de que aún era virgen. El obispo Agustín de Carvajal se hizo
cargo del asunto y envió a Catalina a España: el famoso héroe de guerra alférez
Alfonso de Erauso era en realidad una mujer ante el estupor del ejército
español y el mismísimo rey Felipe IV. El monarca español la recibió y decidió
mantener su graduación militar, todas sus condecoraciones y le permitió
utilizar el nombre de Alfonso de Erauso y ser tratada como un hombre, un caso
insólito en la Historia
de Europa y España. El papa Urbano VII, que la recibió en Roma, dio su
aprobación a que siguiese vistiendo como un hombre. A los
38 años, Catalina de Erauso, ya conocida popularmente como la Monja Alférez, era toda una
celebridad en la España
de los Austrias y en toda Europa y en América. Viajó a diferentes países en
donde su historia provocó la admiración de todo el mundo (principalmente, el
hecho de que una mujer fuese un belicoso soldado y militar reconocido y un pendenciero rufián espadachín). En una
visita a Nápoles sucedió un conocido pasaje en el que respondió a un grupo de muchachas
que burlonamente le preguntaban hacia donde iba, contestándoles “A darles a
ustedes unos pescozones, señoras putas, y unas cuchilladas a quienes las
quieran defender”. A partir de 1630 la biografía de Erauso se difumina: se sabe
que ese año, con 45 años, se establece en México en la ciudad de Orizaba
(estado de Veracruz) en donde cesó su actividad militar y aventurera (y violenta)
regentando un negocio de transporte de mercancías. Murió en 1650 a los 65 años supuestamente
trabajando en sus cargamentos. Fue enterrada en la actual iglesia de san Juan
de Dios en Orizaba, donde aún descansan sus restos. Su figura fue objeto de admiración e interés
en los siglos siguientes por lo insólito y pintoresco de se caso aunque hasta
finales del siglo XIX muy poco se sabía sobre la Monja Alférez. La
aparición en 1894 del libro Vida de la Monja Alférez contada por ella
misma (también conocido como Historia
de la Monja Alférez
Dª Catalina de Erauso) publicado en París en francés e inmediatamente
traducido al castellano supuso un “revival” de la curiosa historia de la
militar y espadachina vasca quien comenzó a gozar en España de una creciente admiración
e interés por su figura que perduró hasta bien entrado el siglo XX cuando la progresiva liberalización de la
mujer dejó de considerar tabúes ciertos aspectos. Esta crónica se publicó y
“vendió” como una autobiografía escrita por la propia Catalina de Erauso -o en
su defecto dictada a un escribano- que había permanecido perdida más de dos
siglos, pero ¿es verdadera?, ¿fue escrita en realidad en el siglo XIX por otro
autor? Todo son conjeturas. Su traductor al francés fue el poeta de origen
español José María de Heredia, a quien muchos atribuyen responsabilidad en un
intento de falsificación histórica. El hecho de que dicha obra (en realidad una
novela de aventuras y capa y espada a lo Alejandro Dumas que contiene todos los
pasajes descritos en este post) permaneciese inédita durante más de 200 años no
deja de ser sorprendente así como poco creíble. Por ello, es lógico que hasta
hoy en día muchos autores duden de la veracidad de muchos de los
acontecimientos descritos en esa obra (especialmente los concernientes a largos
y penosos viajes, huidas de prisión,
algún lío de faldas y sobre todo el hecho de que nadie hubiese descubierto el
engaño de Catalina), pero existe relativa unanimidad al considerar que esta mujer
fue una adelantada a su tiempo al utilizar el travestismo como modo de vida y
al elegir sin ningún tipo de cortapisas vivir como un miembro del sexo opuesto,
el sexo que realmente sentía como suyo.
¿La leyenda de una asesina?
La biografía de la Monja
Alférez se tradujo a varios idiomas y diferentes autores de
varios países a lo largo del siglo XX escribieron sobre el tema, ya bien en
novelas de ficción o en ensayos y estudios. La historia de Catalina de Erauso
ha inspirado también obras de teatro y dos películas españolas: un personaje
que no deja de ejercer fascinación más allá de tratarse de una vil asesina y
matona. La falta de datos realmente fidedignos sobre el personaje también ha
encendido un cierto debate sobre su verdadera personalidad: ¿fue una asesina?,
¿fue una psicópata?, ¿fue su homosexualidad la que le llevo a desear ser un hombre o fue su ambición por
convertirse en soldado? Un personaje complejo con muchos interrogantes que
sigue originando encendidos debates que posiblemente no se puedan cerrar nunca.
Es muy posible que mucho de lo que se sabe del personaje de
Catalina de Erauso, la Monja Alférez,
sea incierto o falso. Es casi seguro no obstante que fue una mujer violenta y
sanguinaria que llevó a las máximas cotas su renuncia a la condición femenina
para abrazar la virilidad más basta y abrumadora en cuanto al abuso de la
agresividad y la fuerza bruta: una manera (un tanto exagerada) de revelarse
contra el hecho de haber nacido mujer en una sociedad donde las mujeres todavía
no pintaban casi nada. Catalina se sentía hombre y decidió ser más hombre que
muchos hombres. Y más allá de todas estas consideraciones, conviene no olvidar
que Catalina de Erauso fue el primer personaje notable de la Historia de España
abiertamente homosexual y cuya sexualidad fue insólitamente aceptada en la
ultracatólica España del siglo XVII. Pionera también del travestismo como modo
de vida (una alternativa a una aún científicamente imposible transexualidad),
Erauso sigue siendo una referencia clásica para colectivos de lesbianas y transexuales
en la actualidad. Unas significativas aportaciones históricas estas últimas que de modo alguno deben ocultar el hecho de
que esta mujer (siguiendo su supuesta autobiografía) no fue ningún dechado de
virtud y sí una cruel asesina y genocida, un antihéroe con nula catadura moral
cuyas “hazañas bélicas” en el no descubierto hacía mucho tiempo Nuevo Mundo
resultan hoy totalmente repulsivas e indignas de ser celebradas. La Monja
Alférez, un personaje novelesco en la Historia o un personaje
histórico de novela cuya vida real aún resulta oscura pero que duda cabe
continúa siendo uno de los personajes históricos españoles más singulares,
fascinantes y enigmáticos.
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